1 gobernadores siglo XIX 2015 - page 162

Juan Carlos Bataller
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que usted estaba resuelto a todo, a que todo se supiese, que todo se publicase, a
perder hijo, porvenir y todo, antes de ceder en nada. Y que sobre esa base podía
proceder contando de antemano de que ella como mujer dejaría todo el vellón
en las espinas.
Ella convino conmigo en que el temor del escándalo no lo quebraría a usted.
Pero en cuanto a salir de acá, con recursos o sin ellos, me declaró también de la
manera más resuelta y terminante que no saldría nunca de Buenos Aires, aun-
que tuviera que conchabarse de criada y que si su hijo optaba por usted, estaba
también dispuesta a perder hijo y todo antes que ceder.
Entonces le dije que algo habíamos adelantado con hablar, que era evitar un es-
cándalo inútil y perjudicial para ambos y definir claramente las posiciones de
los dos.
Tal es el estado del asunto: el escándalo está evitado pero usted no conseguirá
arrancarla, no porque crea ser más feliz aquí que en otra parte, según me ha
parecido, sino porque así lo ha resuelto.
En vista de esto negocié el viaje de Dominguito a San Juan, ofreciéndole que él
volvería a continuar sus estudios aquí. Consintió a ello por temor de que se de-
clarase en contra pero resuelta siempre a quedarse aquí si el se quedará allá y
con usted.
Así es que sea que pretenda sitiarla por hambre o por ese afecto, he adquirido
en mi conversación con ella la certidumbre de que no la reducirá por esos me-
dios.
La insistencia con que algunos amigos le escriben aconsejándole su venida (...)
debo decirle que no es la presencia de ella aquí, como usted parece creerlo, el
principal y más serio obstáculo a su aparición en esta escena.
El impedimento más serio para la opinión, para usted y para todos es lo otro,
lo que traería sobre usted nuevas tempestades y amarguras.
Y creo por mi parte que ellas serían más seguras, cuando más independiente
fuera usted y que será arrastrado por un torrente, aunque usted pretendiera lu-
char con su propia inclinación, lo que me parece no tiene aun usted la resolución
de hacer.
Ahora, si yo le hubiera de dar un consejo como amigo, yo le diría que la resolu-
ción más digna de un hombre que quiere dejar cicatrizar un poco las heridas
abiertas y templado por la meditación, además que dignificado por el trabajo,
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