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Viernes 27 de mayo de 2016
agenda
Juan Carlos Bataller
Juan Carlos Bataller @JuanCBataller
Juan Carlos Bataller
E
ra otro mundo el de nues-
tros abuelos.
El trabajo pasaba princi-
palmente por las tareas agrícolas
o los menesteres caseros.
Mientras hubiera salud, fuerza y
ganas, el hombre tenía cómo ga-
narse la vida.
Una vida digna pero carente del
95 por ciento de las cosas que
hoy nos parecen indispensables.
Desde poseer un auto al gas na-
tural; desde la televisión a Inter-
net.
Una carta que a veces demoraba
demasiado y las charlas eran la
forma de comunicación.
El idioma común, el amor por
la patria, saber leer y escribir,
eran los objetivos de la educa-
ción.
s s s
El mundo de nuestros padres ya
fue distinto.
Aparecieron las industrias y los
servicios.
Para aspirar a un empleo había
que tener la primaria completa y
en lo posible también la secunda-
ria.
Lógicamente, surgieron las ten-
siones.
Palabras nuevas como sindica-
tos, huelgas, derechos laborales,
trabajo especializado, vacacio-
nes, leyes sociales, se incorpora-
ron al diccionario.
Y había mucho por hacer, apare-
cieron cientos de servicios que
transformaron aquella familia
rural en habitante de las ciuda-
des.
s s s
La generación de los que ya pa-
samos los 60 fue testigo de gran-
des cambios.
Por darle un ejemplo: recibimos
un mundo en blanco y negro y lo
estamos entregando con imáge-
nes multicolores, en tres dimen-
siones y transmitidas a cualquier
lugar del planeta en tiempo real.
Los cambios fueron tan drásticos
que los niños de hoy no alcanzan
a comprender que la vida es una
sucesión de descubrimientos.
¿Cómo explicarles que sus pa-
dres tuvieron una niñez sin te-
léfonos celulares,
computadora o Internet?
Escuche:
Desde los tiempos de la an-
tigua Grecia, la población
mundial se ha incrementado poco
más de 55 veces.
En ese mismo lapso, la in-
formación disponible au-
mentó cerca de
100 millones
de veces.
En otras palabras: a esta
altura de la civilización, el
conocimiento universal se du-
plica aproximadamente cada 5
años.
s s s
El problema es que los cambios
no son sólo en la tecnología.
El mundo está cambiando.
De poco valen los recursos na-
turales, la feracidad de la tierra,
el color de la piel o la cantidad
de televisores por habitante.
Hoy, la riqueza de un país se
mide por sus niveles de cono-
cimiento, la calidad de sus in-
vestigadores, la capacidad de
sus ejecutivos, la claridad de
sus estadistas.
Pero hay un dato preocupante:
el 97% de las patentes en el
mundo están en los países in-
dustrializados.
Y en los países más pobres,
cada día aumenta la brecha
entre los que tienen un nivel de
conocimientos como los del
mundo más rico y los que si-
guen viviendo como en el
tiempo de los abuelos.
Pero ya
sin posibilidades laborales.
s s s
Todo es información, y toda in-
formación tiene un valor real y
potencial.
Comienza a existir un planeta
integrado por gente que está ab-
solutamente fragmentada en
sus niveles de información, de
conocimientos, de aplicación de
esos conocimientos, de usu-
fructo de esa aplicación.
El conocimiento como factor de
desarrollo económico ha intro-
ducido un nuevo dinamismo en
las economías desarrolladas y,
al mismo tiempo, ha generado
un nuevo factor de inequidad
social y de desigualdad.
Esto no lo cambiará el mer-
cado.
Son los estados nacionales los
que deben generar condiciones
para asegurar la distribución de
los bienes de conocimiento y
compensar estas diferencias.
Son reales los riesgos de exclu-
sión social y marginación en el
mercado laboral del futuro que
pueden sufrir los jóvenes si no
se actúa contra el analfabetismo
s
s s
s
COLUMNISTAS
Una nueva civilización
informático, dado el creciente
papel de la educación y la forma-
ción como factor de producción y
como elemento de soberanía y
garantía de desarrollo.
El efecto más evidente de este
cambio es la crispación –una
palabra vieja pero a la que en
la Argentina se le ha querido
dar un sentido político-, en la
que viven las sociedades.
Las llamadas nuevas tecnologías
son ciertamente eso
, nuevas
maneras en que la reflexión y
la creación humana se expre-
san
. Su presencia generalmente
divide a las sociedades: entre los
que las promueven e impulsan y
los que con recelo y rechazo las
ven aparecer cambiando las for-
mas de hacer y vivir la vida coti-
diana.
¿Es esto nuevo?
No, no lo es.
Deberíamos estar acostumbra-
dos a estos sucesos. La historia
humana y nuestras personalísi-
mas historias han girado, se ali-
mentan y revolucionan con su
presencia constante y novedosa.
s s s
Pero sus nacimientos siempre
son tortuosos, difíciles, pues
siempre plantean cambios en las
sociedades.
Y detrás de esos cambios están
los seres humanos.
Nada es fortuito.
Ni el divorcio entre la gente y sus
dirigentes ni los piquetes ni las vi-
llas precarias ni la creciente de-
lincuencia.
Estamos pariendo una nueva
civilización.
Y a diferencia de lo que ocurría
en la antigüedad, la educación
para vivir en ese mundo,
no llega
a todos por igual.
La brecha se agranda cada día.
Poco tienen en común el chico
que limpia parabrisas en los se-
máforos con el joven que puede
especializarse en el exterior.
Nada tiene que ver la cultura de
un chico criado en Mogna con el
jovencito que los sábados se
acuesta a las 7 de la mañana tras
una noche de fiesta.
No pueden pensar igual un joven
que sólo consigue un trabajo en
negro y mal pagado que el mu-
chacho que acelera su moto de
40 mil dólares.
Si insistimos en una educación
del siglo pasado, las tensiones
irán en aumento
y pronto adver-
tiremos que no será fácil la
convivencia entre civilizacio-
nes distintas.