La Pericana N°195

Viernes 20 de marzo de 2020 Pasa a las páginas siguiente los una orden que no terminaba de comprender: —Está usted detenido. Debe acom- pañarnos. El joven gobernador intentó hacerles entender a sus visitantes la gravedad del hecho que estaban produciendo. Vasconcelos lo interrumpió brusca- mente y a los empujones lo sacó a la calle, llevándolo detenido al cuartel. la ciudad ya estaba en manos de cabos, sargentos y presos S i, las instituciones habían desa- parecido. La ciudad ya estaba en manos de cabos, sargentos y presos. Con este inusual “ejército” Pa- redes y su extraña corte sentó las bases de su el pueblo soberano profesar y defen- der la religión católica, apostólica y ro- mana, quiere a la fuerza y valido de las bayonetas, intimidar a nuestros re- presentantes y despojarnos de ella”. Entre los miembros de la Cámara había legisladores irreductibles en el tema religioso, que habían decidido no asistir a las sesiones. De un total de 18, votaron 12 con un resultado de 9 a 3 a favor de la propuesta. Final- mente el 6 de julio quedó sancionada la ley y el 13 promulgada por el Ejecu- tivo. l l l Los opositores a la Carta de Mayo ya no discutían. Habían decidido pasar a la acción. Atrás estaba evidentemente la inteligencia de otras personas es- cudadas en las sombras. Pero la ac- ción corrió por cuenta de un sargento llamado Joaquín Paredes, al que apo- daban “Carita”, secundado por otros dos sargentos, uno de apellido Mo- yano, al que apodaban el “Chucuaco” y otro de apellido Maradona, que era de raza negra. El primer objetivo fue sublevar al cuartel de San Clemente, ubicado a una cuadra de la Plaza Mayor y sumar al movimiento a los presos de la cárcel. El paso siguiente, tomar pri- sionero al gobernador. En la noche del 26 de junio de 1825, Del Carril dormía en su casa cuando de pronto se vio ante dos hombres armados con fusiles y escuchó de labios del cabo de policía Francisco Borja Vasconce- proclama: “Los señores comandantes de la tropa defensora de la religión que abajo suscriben, tienen el honor de hacer saber a toda la tierra el modo como cumplen los mandatos de la Ley de Dios”, comienza diciendo. El documento solicitaba en sus seis artículos: 1º) Que la Carta de Mayo sea que- mada en acto público, por medio del verdugo “porque fue introducida entre nosotros por la mano del diablo para corrompernos y hacernos olvidar nuestra religión Católica Apostólica Romana”. 2º) Que la Junta de Representantes sea deshecha y en su lugar se ponga el Cabildo, tal como estaba antes, y toda la administración de justicia. 3º) Cerrar el teatro y el café por estar profanados porque allí concurrían los libertinos para hablar contra la reli- gión. 4º) Que los frailes se vistan de frailes. 5º) Sancionar en toda la provincia la Católica Apostólica Romana como la religión de San Juan. 6º) Imponer una contribución para el pago de la tropa. Una bandera blanca con una cruz negra y la leyenda “Reli- gión o muerte”, servía de emblema. Los defensores del gobierno intenta- ron el día 27 alguna defensa. Protago- nizaron escaramuzas con algunos muertos y heridos por ambas partes pero ante la imposibilidad de resistir se replegaron hacia el Pueblo Viejo, Concepción. Allí fueron seguidos por Paredes y los suyos por los que no les quedó otra alternativa que cruzar el río y concentrarse en la Villa Salvador, en Angaco. Del Carril había quedado solo y en pri- sión. Pero advirtió la gravedad del mo- mento, la que al parecer pasaba desapercibida para los dirigentes del grupo sublevado: “sin una autoridad a quien la soldadesca en armas in- surreccionada respetase y obede- ciese y con el peligro de un saqueo, de muertes, violencias y otros exce- sos y crímenes, procedan a desig- nar un gobierno de hecho para ocurrir con prontitud a la seguridad y tranquilidad de la población”. Ya no era una cuestión de ideas o le- galidad. Estaba en juego la seguridad de la sociedad. l l l Ese mismo día 27 se reunió parte del vecindario en la capilla de San Cle- mente, contigua al cuartel. Y proclamó gobernador a Plácido Fernández Ma- Los defensores del gobierno intentaron el día 27 alguna defensa. Protagonizaron escaramu- zas con algunos muertos y heridos por ambas partes pero ante la imposibilidad de resistir se replegaron hacia el Pueblo Viejo, Concepción. 3 La ciudad ya estaba en manos de cabos, sargen- tos y presos. Con este inusual “ejército” la ex- traña corte sentó las bases de su proclama. La proclama disponía “Imponer una contribución para el pago de la tropa. Una bandera blanca con una cruz negra y la leyenda Religión o muerte”, servía de emblema. Además disponía “Cerrar el teatro y el café por estar profanados porque allí concurrían los libertinos para hablar contra la religión” y que “los frailes se vistan de frailes”. “guerra religioSa”

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