La Pericana -Edición- 204
Jueves 21 de mayo de 2020 páginas y hay otro muchacho, Nicolás Gómez, amigo mío, que puede componer textos, lo mismo que una prima, Silvia Espínola, que necesita trabajar y yo podría enseñarle. -Dígales que vengan. El equipo comenzaba a formarse. Se agregó al grupo un excelente muchacho que compartía sus ta- reas como armador con su activi- dad como policía: Domingo Bustamante, yerno de un perio- dista legendario, don Emilio Biltes. l l l Lo malo es que los muchachos no te- nían experiencia en la edición de dia- rios. Todavía no estaban disponibles en el país las impresoras laser que posibilita- ron la informatización de los sistemas, por lo que los textos se fotografiaban y luego se pegaban sobre la página maestra en un trabajo artesanal bas- tante demoroso. Los periodistas aun utilizábamos la máquina de escribir y luego el tipeador confeccionaba los textos. Silvia, mi mujer, y Carlita, mi hija que tenía 15 años, se encargarían del ar- chivo y de corregir los textos. Una fotocopiadora Toshiba, nos permi- tía agrandar o reducir textos, copiar tra- mas, superponer imágenes y superar el diseño de aquellos tiempos, condi- cionado aun mentalmente por los es- trechos márgenes que imponía la composición caliente (con plomo) que recién estaba muriendo. l l l Estaba parte del equipo y el local, que en realidad era una prolongación de nuestra casa pues allí venían a tomar la leche y hacer sus tareas Mariano y Juanca y Luigi y andaba correteando Luciano, que tenía tres años. Pero faltaba aun lo principal: ¿donde imprimiríamos? Eduardo fue muy realista: -Rotativa offset en San Juan hay una sola, la de Diario de Cuyo. Pero sería ridículo proponerles que nos impriman para que les hagamos la competencia. Era lógico. -¿Entonces? -¿Porqué no intentamos en Men- doza? -Sólo podríamos imprimir en la rotativa de Los Andes. -¿A vos te parece que un diario grande como Los Andes va a tener interés en imprimir un semanario sanjuanino? -Probemos, total nada perdemos con preguntar. -Yo sé que el gerente es un inge- niero Caseros, un hombre joven. No lo conozco pero... veamos. Hablamos por teléfono a Mendoza y nos agrandamos: -Le hablo de El Nuevo Diario de San Juan. El ingeniero Caseros, por favor. Hubo dos interminables minutos de es- pera. De pronto escuchamos una voz en el teléfono. -Hola. Habla Caseros. -Mucho gusto ingeniero. Le hablamos de El Nuevo Diario de San Juan, una publicación que aparecerá en las próxi- mas semanas y estamos interesados en charlar con ustedes sobre el tema impresión. -¿El Nuevo Diario, me dijo? -Sí. Caseros no tenía idea qué podría ser lo que nosotros queríamos. Pero seguramente la palabra “dia- rio” en una provincia cuyana, pro- dujo el milagro: -Bueno, vengan. -¿Cuando? -Cuando quieran. Mañana, pa- sado... -Mañana a las cinco estamos allí. ¿Le queda bien? -Perfecto. l l l Al día siguiente estábamos en Men- doza, Eduardo, Roly, el Negro y yo. Entramos al edificio de la avenida San Martín y sentimos sobre nosotros más de cien años de periodismo. Nos sentimos muy pequeños. Pero cuando nos anunciaron al inge- niero Caseros, sacamos pecho y entra- mos al despacho. Fueron dos horas de conversación. Hablamos del semanario y de ilusio- nes. Hablamos de mi paso por Clarín y del paso del Negro Mendoza por Primera Plana. Hablamos. Y Caseros, aunque dirigiera una em- presa con toda la historia de Mendoza encima, tenía poco más, poco menos, nuestra edad. -Está bien. Métanle. Nosotros les im- primimos. Organicen todo para estar acá con las páginas los jueves a las 3 de la tarde y a las 7 se llevan el diario hecho. l l l Eran las siete de la tarde y era el 25 de abril de 1986, cuando salimos del edifi- cio de Los Andes. Nos fuimos a la confitería del Automóvil Club. Pedimos cuatro cafés y brinda- mos. Ya estaba decidido. El primer número de El Nuevo Diario - de los viernes en ese entonces- saldría a la calle el 16 de mayo. Empezaba una carrera contra el alma- naque. ¿Llegaríamos? Entramos al edificio de la avenida de San Martín y sentimos sobre nosotros más de cien años de periodismo. Nos sentimos muy pequeños. Pero sacamos pecho y entramos al despacho. 7 s
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