La Pericana -Edición- 205
Jueves 28 de mayo de 2020 5 —El tercero a la derecha. —Es Nazario Benavides. ¿Por qué? —A ese hombre le perturba la traición o algo grave le sucede— dijo el “Tigre de los Llanos” para quien no había esca- pado el semblante del joven oficial. Quiroga lo mandó llamar a Benavides. — ¿Qué le anda pasando a usted? —Nada, mi general. —No me diga eso. A usted le pasa algo y yo lo sé. Hable, que lo escucho. —No tiene nada que ver con el Ejército, general. — ¿Tiene que ver con el amor...? —Así es mi general. — ¿Y cuál es el problema? ¿Ella no lo acepta? —Ella me quiere y yo también pero... yo soy pobre. —Ahá... ¿Y entonces? —La familia pretende algo distinto. Quiroga sonrió con afecto y sólo dijo: —No se me desanime, Benavides, todo es cuestión de tiempo. Grande fue la sorpresa de Benavides cuando al mediodía vio llegar al cuartel a su altiva suegra, doña María de los Ángeles Cano de Borrego y entrar a la oficina del general Quiroga. Nadie sabe de qué hablaron. Pero lo concreto es que a la semana si- guiente, Nazario y Telésfora pudieron casarse. Y que el propio Facundo fue el padrino de la boda, vistiendo su uni- forme de gala con entorchados de briga- dier general, acompañado en la ceremonia por doña Felipa Cano, tía de la novia. l l l — ¡Cómo pasaron de rápido aquellos años, Benavides!— , pensaba la preocu- pada Telésfora a la espera del milagro que le devolviera a su esposo. Segundo de los Reyes fue el primer hijo en nacer. Luego siguieron Telésfora, Pedro Pascasio, Nazario del Carmen, Tomás Numa, los gemelos Juana Án- gela y Juan Rómulo, Paulina Laurentina, Paulina de Jesús, Pedro Pascasio y en 1857 los mellizos Eduardo Javel y Ge- rardo Juval. Nacieron, murieron prema- turamente algunos, se repitieron nombres, crecieron. La casa fue un modelo de hogar cris- tiano. — ¿Cómo se puede matar a un hombre por sus ideas?— se preguntaba Telés- fora, mujer muy religiosa, toda bondad. —En mi casa nunca entró la política. Yo misma fui paño de lágrimas para los ne- cesitados, sin importarme sus ideas. l l l Como una ráfaga pasaron por la memo- ria de Telésfora Borrego distintas etapas de su vida. Parece que fue ayer cuando acompañó a Benavides al Cabildo aquel 26 de fe- brero de 1836, a las 8 de la mañana. Eran años de inestabilidad política. San Juan había sido invadido por La Rioja y todos estaban pobres y temerosos. Había que elegir un gobernador. Y lo eli- gieron a él. Y allí estaba aquella mañana aquel mili- tar flaco y alto. Y ella al lado de su Na- zario, elegante con su uniforme de teniente coronel, con sus jóvenes 33 años. Llevaban dos años de casados y ya había nacido su primer hijo, Segundo de los Reyes, que tenía un mes de vida. Nadie pensó que Nazario Benavides go- bernaría durante 19 años en forma inin- terrumpida, reelegido en forma sucesiva. l l l Doña Telésfora miró al teniente segundo Rafael González y no le gustó aquel hombre. Le decían el “negro panadero”. Pero no tenía alternativas. Todas las otras soluciones tardaban en llegar y las versiones sobre que Nazario Benavides sería asesinado de un mo- mento a otro, desesperaban a su es- posa. Y aquel González, de aspecto repulsivo, era el jefe de la guardia apos- tada en la prisión de Benavides. —Así que usted quiere que se lo deje libre al general.... -decía González. —Teniente, yo no quiero que lo maten. s Retrato al óleo del mili- tar ar- gentino Facundo Quiroga, realizado por el fo- tógrafo y pintor francés Alfonso Ferme- pin. El propio Facundo fue el padrino de la boda, vistiendo su uniforme de gala, acompañado en la ceremonia por doña Felipa Cano, tía de la novia.
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