La Pericana -Edición- 205
E l asesinato de Benavides, indefenso y engrillado, fue sin duda un acto de barba- rie. Primero porque fue una muerte anunciada y tratada de impedir desesperadamente por su esposa ante autoridades na- cionales y provinciales Y en se- gundo término porque si alguien fue generoso con sus adversa- rios, a lo largo de veinte años de ejercer el poder, ese fue Benavi- des. Muchas anécdotas pintan al cau- dillo paternalista de cuerpo en- tero. Algunas de ellas tienen como protagonista a un fogoso Do- mingo Faustino Sarmiento, direc- tor en aquellos años del periódico El Zonda. Benavides había mandado a lla- mar a Sarmiento a su despacho. —Sé que usted conspira, don Domingo. —Es falso, señor, no conspiro. —Usted anda moviendo a los represen- tantes... — ¡Ah! ¡Eso es otra cosa! Su Excelen- cia ve que no hay conspiración. Uso de mi derecho dirigiéndome a los magistra- dos, a los representantes del pueblo, para estorbar las calamidades que Su Excelencia prepara al país. —Don Domingo, usted me forzará a tomar medidas. — ¡Y qué importa! —Severas medidas. — ¡Y qué importa! Vi en el semblante de Benavides seña- les de aprecio, de compasión, de res- peto y quise corresponder a ese movimiento de su alma. —Señor —le dije— no se manche. Cuando no pueda tolerarme más, des- tiérreme a Chile. La anécdota fue contada por el mismo Sarmiento. Incorregible al fin, el siguiente número de El Zonda publicó un artículo titulado “Testa- mento”, aludiendo a que “había sido mordido por cierta perrilla faldera, ra- biosa, idolatrada en su casa”. Para los sanjuaninos fue una directa alusión a la es- posa del gobernador. Y Bena- vides podía tolerar cualquier cosa menos que se atacara a Te- —He sabido que ha recibido usted papeles de Salta y del campamento de Brizuela... —Sí, señor, y me preparaba para traérselos. —Sabía que le habían llegado esos papeles pero ignoraba que quisiera mostrármelos – dijo Be- navides con sorna. Sarmiento en efecto conspiraba. Benavides era un gobernador manso pero también un caudillo. Y no podía tolerar que la casa no estuviera en orden, más cuando debía salir en campaña al norte del país. La tercera entrevista en la Casa de Gobierno, fue la última. Sarmiento terminó encerrado en la cárcel ubicada en los altos del Cabildo, con centinela a la vista y barra de grillos. El 17 de noviembre (de 1840) el comandante José Manuel Espina le preparó un simulacro de asesinato, que concluiría con la afeitada a sable del historia Jueves 28 de mayo de 2020 8 lésfora, su esposa idolatrada, la mujer más buena del mundo. Fue el último número de El Zonda, el sexto. La incontinencia verbal del Gran Maestro también sabía ser injusta y cruelmente dañina. l l l No obstante, Sarmiento permaneció en San Juan un año y cuatro meses más. Pero su situación se hacía insostenible, especialmente por sus críticas a Rosas y sus contactos con quienes conspiraban desde Salta, donde estaba Aberastain, y La Rioja. Fue convocado nuevamente a la Casa de Gobierno. Benavides lo interrogó sobre su conspiración. La muerte deL... La relación del joven Sarmiento con el caudillo La tercera entrevista en la Casa de Gobierno, fue la última. Sarmiento terminó encerrado en la cárcel ubicada en los altos del Cabildo, con centinela a la vista y barra de grillos. Sar- miento en 1845 retratado por Ben- jamín Franklin Rawson.
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