La Pericana -Edición- 227 -31-10-2020
Sábado 31 de octubre de 2020 16 E n la actualidad hay diversas modali- dades de celebrar contratos entre las partes, habiéndose adecuado la legisla- ción de fondo de nuestro país a la regula- ción de los mismos, sus efectos y tribunales competentes para dirimir los efectos que se derivan de su cumpli- miento. Entre las diversas modalidades de cele- bración de contratos, están los que son celebrados fuera de los establecimientos comerciales de los proveedores, estos contratos se pueden concluir en el domi- cilio o en el lugar de trabajo del consumi- dor, en la vía publica o por correspondencia. También están los contratos celebrados a distancia, que son los concluidos entre un proveedor y consumidor, por medios de comunicación a distancia, este tipo de contratos, se perfeccionan sin la presen- cia física simultánea de los contratantes. Pueden utilizarse distintos medios tales como los postales, los electrónicos, tele- comunicaciones, servicios de radio, tele- visión o prensa. En todas las modalidades mencionadas referidas a la celebración de contratos, el interrogante es cuál va a ser el lugar de cumplimiento de los mismos. El Código Civil y Comercial de la Nación establece que el lugar de cumplimiento Dónde se deben cumplir determinados contratos la columna jurídica Escribe Marianela López Abogada de los contratos bajo las modalidades descriptas, va a ser el del domicilio en que el consumidor recibió o debió recibir la prestación. Esta disposición, referida a la competen- cia para dirimir el conflicto, es de orden público, por lo que las partes no podrán prorrogar la jurisdicción y si ocurriere, dicha cláusula será tenida por no escrita. L a frase “Chau Pinela” se utiliza cuando estamos contando una histo- ria y, al llegar al final, rematamos con “¡chau, Pinela!”. O bien, si estamos pla- neando un viaje y decimos: “Nos queda- mos solo dos noches en Córdoba y nos vamos, ¡chau, Pinela!”. Las expresiones siempre tienen un ori- gen: A principios del siglo XX estaba la prác- tica de ir a la misa de las 11 todos los do- mingos. Y en el pueblo de San Fernando existía la Catedral, que se llenaba a esa hora en ese día. Pero, claro, la frecuenta- ban tanto porque, a escasos 50 metros, se emplazaba la confitería de don Emilio Frugone. Allí se armaban largas tertu- lias entre vecinos que salían de misa y se reunían en el café. Entre los asistentes había uno muy parti- cular, don Ángel Pineda, gran amigo de todos. Él, al despedirse, antes del horario De expresiones olvidadas: ¡Chau, Pinela! el poder de las palabras Escribe Aída Elisa González de Ortiz Directora del Instituto de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas Manuel Alvar (INILFI) de la FFHA de la UNSJ. Miembro de la Academia Argentina de Letras de almuerzo, luego de haber consumido bastante, se acercaba a don Emilio y, cortésmente, le consultaba: “¿Qué le debo, don Emilio?”. Pero este, atareado con el cierre de caja y las preguntas in- necesarias de los mozos, solo se limitaba a contestarle con un “¡chau, Pineda!”. Dando a entender que, con tanto humo en la cocina, no podía frenar para ver cuánto le debía Ángel Pineda. Total, en otra ocasión, don Ángel pasaría por la confitería y se pondría al día con la cuenta. Así quedó la frase que, con el tiempo, y el boca en boca, cambió de “Pineda” a “Pinela”, tal como la usamos hoy: ¡Chau, Pinela! Interior de la confitería de Don Emilio Frugone, en San Fernando
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