La Pericana -Edición- 227 -31-10-2020

Sábado 31 de octubre de 2020 s Fue a la editorial a intentar sonsacarles unos dólares más. Algo había cambiado. En vez de esperar un largo tiempo en los sillones de la recepción, la secretaria lo recibió con una generosa sonrisa, le preguntó qué deseaba tomar y lo hizo pasar enseguida. 3 zaron. Por las mañanas escribía para revistas, por las tardes se dedicaba a sus hijos y a diferentes tareas hogare- ñas, y por la noche apostaba. La com- binación entre intentar vivir de la literatura y la ludopatía solo puede conducir al desastre, a la bancarrota. Hasta que un día, agobiado por las deudas de juego, puso en marcha su novela de mafiosos. El libro, en un principio, iba a llamarse “La mafia” S e terminó de convencer cuando recordó un diálogo que había te- nido unos años atrás con Lenny Bruce . El mítico cómico de stand up le había dicho: “Basta de pavadas. Es hora de madurar y de agotar edicio- nes”. Con 150 páginas escritas salió otra vez a recorrer editoriales. Luego de varios rechazos consiguió que Put- nam le ofreciera 5.000 dólares de anti- cipo, una cifra exigua, pero su necesidad hizo que la aceptara sin si- quiera negociar. Cobró un tercio de ese dinero, pero no se puso a escribir. No deseaba escribir ese libro, ni siquiera pensaba en él. Con esfuerzo logró un avance y mos- tró unas pocas decenas de páginas más y volvió a recibir un cheque con el importe por el segundo tercio. Solo la necesidad de cobrar el resto hizo que finalizara su libro, que hasta entonces se llamaba La mafia . Lo dejó en las oficinas de la casa editora, cobró el cheque y se fue con su familia a Eu- ropa. Antes hizo un pedido: que no le mostraran el libro a nadie, porque si bien argumentalmente estaba termi- nado, todavía quería corregirlo más, había muchas partes que no lo con- vencían. l l l En Europa, los Puzo gastaron todos sus ahorros y varios anticipos que consiguieron extraer de American Ex- press. En el casino de Montecarlo mostraron la unión familiar. Todos los miembros mayores de edad de la familia perdieron cada ficha que lle- vaban . El mismo día que arribó a Es- tados Unidos fue a la editorial a intentar sonsacarles unos dólares más. Algo había cambiado. En vez de esperar un largo tiempo en los sillones de la recepción mientras hojeaba re- vistas con dos o tres semanas de anti- güedad, la secretaria lo recibió con una generosa sonrisa, le preguntó qué deseaba tomar y lo hizo pasar ense- guida. El editor lo abrazó afectuosa- mente, como si lo hubiera extrañado en esas tres semanas de ausencia. La explicación llegó de inmediato. No ha- bían seguido su indicación y el manus- crito había circulado. Y acababan de recibir una oferta de 375 mil dólares para la edición en paperback . l l l Inmutable, el editor le dijo que había rechazado la oferta. Brindó sus argu- mentos: el récord en ese entonces para ediciones en rústica estaba en 400 mil dólares, por lo que él había exigido 410 mil dólares. Puzo asintió con la cabeza y salió de la oficina sin decir nada. Caminó por horas por la ciudad y recaló, como hacía siempre, en su bar favorito. A las diez de la noche de ese día, el bartender le pasó el teléfono. Había una llamada para él. Le informaron que el contrato estaba s

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