La Pericana -Edición- 230 -21-11-2020

Sábado 21 de noviembre de 2020 15 del primero, tendría acceso a la es- posa del anfitrión en ese momento. A veces una mujer soltera, por lo ge- neral una viuda, se ofrecía voluntaria- mente a un viajero. Las personas solteras de ambos sexos tenían una libertad sexual considerable, y nadie los molestaba por el ejercicio de esa libertad. Cuando un hombre viajaba fuera de su casa, llevaba con él a su esposa en prevención de posibles infidelida- des, pero si por alguna razón la mujer no podía acompañarlo, el esposo la dejaba en custodia de un amigo de confianza que tendría sexo autorizado con la misma. Autorización masculina, eso sí, aun cuando parece ser que ellas aceptaban de buen grado un compañero ocasional durante la au- sencia del esposo. De hecho, si las esposas quedaban solas, los maridos corrían el riesgo no sólo de que cualquier otro hombre pu- diera tratar de dormir con ellas, sino que uno de ellos se casase con ellas (el rapto de una de las mujeres solte- ras o casadas era una forma común de obtener una esposa). H ay un detalle internacionalmente conocido acerca del pueblo es- quimal. La creencia de que los varo- nes ofrecerán los servicios sexuales de sus esposas a cualquier visitante. Es cierto que los hombres esqui- males intercambian esposas en ocasiones, pero no ofrecen ese pri- vilegio a cualquiera. El préstamo de esposas a perfectos extraños, ocu- rrido de vez en cuando en algunos lu- gares, nunca fue la costumbre generalizada. Fue practicado este ritual, en una forma u otra, en todas las regiones donde vivían los esquimales, de Groenlandia oriental hasta el mar de Bering. Este tipo de intercambio de pareja siempre estuvo asociado con una finalidad religiosa, y se realizaba siempre a instancias de un angekok (chamán). A menudo, la causa original del intercambio era una especie de sacrificio ritual en haras de obtener algún resultado deseado, como mejo- res condiciones climáticas o de caza. Se reunían un número de parejas ca- sadas y esperaban a que el angekok se contactara con los espíritus, enton- ces se intercambiaban parejas al azar. La idea, parece ser, era que los espíritus estarían más dispuestos a cooperar si se hacía de esa manera. El co-matrimonio Se podían encontrar rastros de este en casi todas las zonas habitadas por los esquimales. El co-matrimonio no era un episodio aislado en la vida de un esquimal, usualmente se convertía en un convenio de por vida entre dos familias. Además de los motivos ob- vios y tentadores de tener relaciones sexuales con una nueva pareja, el propósito era fortalecer la cohesión económica y los lazos de amistad entre las dos familias , que podrían desarrollar una interdependencia en tiempos de necesidad. Cada matrimonio mantenía su propia casa. Cada cierto tiempo, uno de los hombres se instalaba en la casa de la otra pareja y asumía las responsabili- dades del otro, junto con sus dere- chos y privilegios. El intercambio du- raba alrededor una semana, y des- pués de eso, cada marido volvía a su casa original hasta que el intercam- bio se repetía algunos meses des- pués. Las parejas participantes pactaban estos acuerdos con una fami- lia únicamente o con varias, ampliando así lazos y periplos. La esposa de préstamo El marido prestaba a su esposa sin re- cibir otra a cambio. La concepción po- pular es que era una cuestión de hospitalidad común ofrecer este servi- cio a cualquier hombre que viajaba sin su esposa, pero esto no es correcto, ni siquiera aproximado. Si un invitado pedía prestada una es- posa, las normas de la hospitalidad de la sociedad esquimal dificultaban que se pudiera rechazar la propuesta, má- xime cuando el anfitrión poseyera más de una esposa; sin embargo, si a un viajero se le había ofrecido la mujer de su anfitrión, quedaba implícito que cuando este se convirtiera en huésped ¿Es cierto que ofrecen a sus esposas? s

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