La Pericana -Edición- 234 del 19-12-2020

Sábado 19 de diciembre de 2020 PASA A PÁGINA SIGUIENTE La poderosa Venus Ericina, era responsable de las pasiones desatadas y patrona de las prostitutas. s A l ciudadano romano le está permi- tida cualquier actividad sexual, siempre que su actitud sea dominante. Puede penetrar a mujeres, hombres o adolescentes apenas púberes sin re- mordimiento alguno. También puede re- cibir atenciones orales sin menoscabo de su reputación. Lo que no debe hacer bajo ningún concepto, si quiere conservar la dignidad, es servir como objeto de placer . Ser penetrado es la mayor de las humi- llaciones. ¡Pobre del ladrón o del seduc- tor a quien pesquen in fraganti colándose en una vivienda ajena! Tiene todos los números para acabar sodomi- zado por el dueño de la casa o por sus esclavos. En una relación homoeró- tica, nadie pondrá en tela de juicio la masculinidad del miembro activo de la pareja , sean cuales sean sus prefe- rencias. En cambio, al pasivo se le desprecia por afeminado, y los papeles de ambos no son, en modo alguno, intercambiables. Tampoco entra en los planes del amante campo, un oficio agotador que no de- jaba mucho margen para la diversión. Se celebraban bastantes matrimonios indisolubles, mediante un rito llamado confarreatio. Y aunque había formas menos inflexibles de matrimonio, de todos modos el divorcio estaba mal visto . Solamente se podía repudiar a una esposa si esta cometía un grave delito, como ser infiel, abortar sin per- miso del esposo o robar las llaves de la bodega para emborracharse (las damas respetables tenían prohibido el vino). Las parejas con problemas re- currían a la mediación de Juno Viri- placa , divinidad que , como su nombre indica, “aplacaba a los maridos”. Ante el altar de la diosa intercambiaban re- proches, se desahogaban y, las más de las veces, volvían a casa reconciliados. Los lectores ávidos de orgías tendrán que esperar al Imperio para ver colma- das sus expectativas. Se sabe poco de los años oscuros de las primeras mo- narquías, pero los tres primeros siglos de la República quedarían para el re- cuerdo como una era de irreprocha- ble virtud , que llenaría de nostalgia a moralistas como Catón el Viejo o Salus- tio. Ahora bien, ¿qué significa la virtud para los romanos? Desde luego, no tiene nada que ver con la abstinencia sexual o la fidelidad a la esposa, y menos aún con la heterosexualidad. La palabra vir- tus viene de vir, varón. Ser virtuoso equivale a ser masculino, y ser mas- culino, en la mentalidad romana, sig- nifica dominar . En primer lugar, dominar los propios impulsos, pero tam- bién dominar a los demás: esposa, amantes, hijos, esclavos, extranjeros… La virtud es cosa de hombres, o, mejor dicho, de ciudadanos. La cualidad que ennoblece a una mujer de alto rango no es la virtud, sino la pudicitia, el pudor. Y al resto de los mortales solo les queda la obediencia. virtuoso preocuparse por hacer gozar a su partenaire. Para los romanos no hay nada más ridículo que un ciudadano que practica una felación. O, peor aún, un cunnilingus, que se interpreta como un homenaje servil a una mujer, ser in- ferior por naturaleza. Así pues, el sexo no es jamás una re- lación entre iguales, sino un juego de poder , en el que lo que es bueno o malo, aceptable o inaceptable, viene de- terminado por el puesto que uno ocupa en la jerarquía social. Lo expresó de maravilla Séneca el Viejo: el sexo pa- sivo “en un hombre libre es un cri- men; en el esclavo, una obligación; en el liberto, un servicio”. A diferencia de los griegos, que incorpo- ran la pederastia a la cultura demócrata, los romanos tienen termi- nantemente prohibido acercarse a un muchacho libre . El cuerpo de un ciuda- dano es intocable, como lo es el de una mujer casada o el de una virgen patricia. 13 Mandar en la cama

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