La Pericana -Edición- 234 del 19-12-2020

T ras el fin de la segunda guerra pú- nica, una intensa sensualidad se adueñó de Roma. Con Cartago fuera de combate, ya no había obstáculo para apoderarse de todo el Mediterráneo. A medida que las legiones se adentra- ban en Grecia y Asia Menor, los sol- dados quedaron deslumbrados por el lujo de sus ciudades y palacios . Con cada nueva conquista, un chorro de oro llovía sobre las clases dirigentes en forma de tributos, posesiones y cargos en el extranjero. La ciudad se llenó de mercancías exóticas, dioses desconoci- dos, esclavos de extrañas facciones y fi- lósofos griegos que predicaban nuevos valores. Los jóvenes patricios, seducidos por la nueva Roma cosmopolita, mandaron al cuerno la proverbial austeridad romana, para consternación de moralistas como Catón el Viejo, que veía en aquella acti- tud el fin de la virtus y la dignitas. “El Es- tado va por mal camino cuando se paga más dinero por un esclavo guapo que A pesar de la relativa tolerancia de la que disfrutaban los hombres de las clases privilegiadas, los magistra- dos de la República predicaban mo- deración en las costumbres . No porque el sexo fuera malo en sí, sino porque podía distraer a un ciudadano de sus obligaciones e incitarle a de- rrochar su fortuna . Enamorarse era in- sensato e irresponsable. Venus protegía a los romanos, sí, pero también podía hacerles perder la ca- beza. No convenía irritarla, pero era mejor mantenerla a raya. De la misma manera que los cristianos adoran a la Virgen María bajo distintas advocaciones (Montserrat, Guadalupe, etc.), en Roma se rendía culto a Venus Genetrix, una discreta versión de la diosa que subra- yaba su carácter maternal, como hono- rable tatarabuela de los romanos. Pero estos, al final, se verían obligados a re- currir a otra Venus mucho más explo- siva. Aníbal tuvo la culpa. En el año 215 a. C. el Senado, aterrado ante la idea de vérselas con el cartagi- nés ante las puertas de Roma, decidió implorar la ayuda de su protectora y eri- gió en el monte Capitolio un templo a la poderosa Venus Ericina, responsable de las pasiones desatadas y patrona de las prostitutas . Cartago fue vencida, pero la pícara diosa conquistó para siempre el corazón de los romanos. por un campo de cultivo”, se quejó amar- gamente en un discurso. En efecto, esta- ban de moda los delicati, jovencitos destinados a complacer sexualmente a sus amos. Sin embargo, no era el ho- moerotismo lo que irritaba al severo ora- dor, sino la intemperancia. Un pueblo que lo gastaba todo en placeres solo podía conducir a la República a su ruina . La lujuria no era peor que la pereza o la glotonería. Eso sí, todo tenía un límite. En 186 a. C., más de siete mil hombres y mujeres, algunos de familia noble, fueron arrestados por participar en unas baca- nales que iban más allá de lo que los ro- manos entendían por un culto razonable a Dionisio. Además de las clásicas dan- zas bajo los efectos del vino, se decía que esta secta practicaba orgías multitu- dinarias, abusos sexuales contra mucha- chos libres e incluso sacrificios humanos. Sábado 19 de diciembre de 2020 15 s PASA A PÁGINA SIGUIENTE Hay que tener en cuenta que las ciudadanas romanas se casaban a partir de los doce años. Abundaban las matronas y las viudas extremada- mente jóvenes. Los jóvenes patricios mandaron al cuerno la proverbial austeridad romana El loco siglo II a.C.

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