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corre más lento y se le otorga al paciente todo el tiempo necesario para
escucharlo, entenderlo y recién tratarlo. Nosotros agendamos al paciente
de primera vez por lo menos durante una hora ( a veces más) para in-
vestigar el origen de su mal y sorprendentemente muchas de esas se-
siones por sí solas mejoran las dolencias. Le llamaríamos “poner la
oreja”. Uno se pregunta cómo hace un colega que atiende prepagas o
trabaja para un patrón, no importa el nombre, en
ver
pacientes en 15
minutos, diagnosticarlos y medicarlos. La única explicación racional es
la pobre retribución que percibe y que realmente necesita mucho ese di-
nero. La primera sesión de medicina
complementaria
dura casi dos
horas y esa disimulada psicoterapia se completa, de ser necesario, con
medicamentos al mejor estilo nuestro y con sesiones alternativas de
yoga, nutrición, inmunoterapia, acupuntura, relajación etc. Resumo: la
amplitud de información propuesta ya está aquí y se profundizará en
el futuro. Las claves son escuchar al paciente y también abrir nuestra
mente a la cultura oriental, usando llaves como Internet y sus cursos. El
mundo mira al lejano oeste y los países latinoamericanos del pacífico
ya lo hacen.
—¿Cuál debería ser en el futuro el papel del Estado?
—
Aprendí esto de tanto escucharlo: no se puede luchar contra las polí-
ticas o costumbres históricas ya arraigadas en nuestra cultura.
Me comentaba un ex Director de Hospital que durante su mandato, el
día cama hospitalario era varias veces más caro que el de un sanatorio
privado.
Al preguntarle por qué y cómo se arreglaba eso me respondió: Imposi-
ble, tendríamos que cambiarle la mentalidad a mucha gente. Otro: en la
actualidad un muy buen neonatólogo cobra en una clínica privada $40
por 2 a 3 visitas para la atención del recién nacido que está con su madre
en el piso. Y me aclaraba: no es la Obra Social Provincia, las prepagas
son peores. ¡Cuarenta pesos! ¡Seamos serios! Increíble. Nos hace creer
que existe un sistema tan bien organizado que el goteo de ese dinero va
regando el camino hasta que al llegar a los afiliados y profesionales (mé-
dico, bioquímicos, enfermeras etc.) sólo quedan migajas. ¿Cómo lo evi-
tará el Estado? Con un control muy estricto sobre el origen y destino de
esos fondos y fundamentalmente con un cambio en la filosofía de la
parte empresarial, que es tan creativa para aceitar ese mecanismo de en-
riquecimiento, por una actitud humana social y generosa hacia las per-
sonas enfermas que lo necesitan.
Juan Carlos Bataller