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Y un excelente motivo para recuperar
las tertulias
, aquellas reu‑
niones informales y periódicas, de gente interesada en debatir,
informarse o compartir ideas y opiniones.
Esta versión moderna de la tertulia nos trae reminiscencia de
aquella costumbre de origen español que se mantuvo arraigada
hasta mediados del siglo XX en países como el nuestro.
Los habitúes a la tertulia son los denominados tertulianos o
contertulios. Y los temas pueden abarcar desde lo humano a lo
divino.
En esta era de las comunicaciones que nos tiene tan incomuni‑
cados, cambiar los
“talk shows”
de los medios por la tertulia
frente a un buen asado de tira con papas fritas, puede ser un ex‑
celente y recomendable ejercicio.
Más hoy, cuando los argentinos estamos obsesionados por
temas que nos dividen, nos enfrentan o nos preocupan en de‑
masía.
Alguien preguntará: ¿por qué los hombres arman sus grupos
con hombres y las mujeres con mujeres?
La pregunta, una vez planteada, me la formulé una y mil veces.
Incluso consulté con amigos de ambos sexos: ¿Por qué en nues‑
tras cenas de los jueves no hay mujeres?
Mi amigo Rolando dio su opinión:
—Los sábados y algún viernes salgo con mi mujer y parejas
amigas. Pero los jueves son para los amigos.
—Podríamos invitar amigas…
—En ese caso nos echarían de casa‑,
dijo Rolando.
Sergio, que no cree en la amistad entre hombres y mujeres,
arriesgó más.
—Los hombres salimos con hombres para hablar de mujeres. Y
las mujeres cuando salen entre ellas, hablan de hombres. ¡Qué
querés que te diga! Ami me interesan mucho más los labios de
Juan Carlos Bataller
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