La Pericana -Edición- 214 -01-08-2020

s anduvieron en una vieja carretela y hasta saborearon salsa y dulce de membrillo caseros. Cuando a la noche volvimos a la ciu- dad, cansados y con olores variados, nos quedamos tres horas charlando pues no se cansaban de expresar las sensaciones que habían vivido, las fo- tografías que tomaron, las alternati- vas de un día irrepetible para ellos. l l l Hace algunas semanas, un matrimo- nio español estuvo de visita. El rumbo elegido fue Iglesia. La primera parada fue en las viejas minas de Hualilán, donde observaron las ruinas que allí quedan de las construcciones en piedra, el viejo pique sur, las lagunas de deshechos, los restos del sistema de transporte de agua. Hablamos de las explotacio- nes de oro de los incas, de los jesui- tas, de los ingleses. En el barreal que está bajando el Co- lorado se divirtieron conduciendo un auto a alta velocidad, compraron teji- dos en Rodeo, sintieron el viento en el dique Cuesta del Viento, comieron dulces de Tudcum, tomaron un baño en las aguas de Pismanta y llegaron hasta el control de Gendarmería en la ruta a Chile, para observar la cordi- llera nevada. l l l Al día siguiente viajaron a Calingasta. Observar las estrellas en el Observa- torio fue una buena experiencia pero no mayor que detenerse luego a un costado del camino, sentarse sobre una piedra y observar ese cielo único en medio del silencio de la noche y el olor a yuyos. Este es un punto importante : dete- nerse siempre en el camino. La gente de las grandes ciudades no está acostumbrada a hacerlo. Nadie se detiene en una autopista. Parar en la ruta a Calingasta, invitar- los a trepar un cerro, asomarse al abismo en cuyo fondo corre el río o intentar una trepada con un vehículo cuatro por cuatro son experiencias que difícilmente hayan vivido. Compartir una noche en carpa, en Sábado 1 de agosto de 2020 4 HABLEMOS DE TURISMO Llévelos a lo que es distinto, lo que no encontrarán en otro lugar y por ello los asombrará. No se olvide: el turista es un coleccionista de recuerdos. medio del desierto –una noche, no más– tiene más atractivo que un hotel cinco estrellas. Fíjese: l Siempre les atrae más una con- versación sobre lo que fue el terre- moto del 44, la destrucción de la vieja ciudad, la reconstrucción de la nueva, que una charla sobre política interna- cional o sobre los avatares económi- cos actuales. l Amigos que despertaron una noche con una serenata recuerdan ese momento aunque hayan pasado diez años. l l l Oiga, estamos hablando de turismo y ni siquiera hemos mencionado el Valle de la Luna, la Difunta Correa, la Casa de Sarmiento o el Baño del Indio. Hay cien atractivos más que usted podrá descubrir. Y que seguramente constituirán experiencias inéditas para sus amigos. Y quizás para usted también. En síntesis: no se achique si vienen amigos de grandes ciudades a pasar una semana en San Juan. Lo que cuenta es usted, el anfi- trión. Y que usted sea auténtico, que mues- tre lo diferente, que convoque a la imaginación del turista y que goce tanto como ellos con ese mundo que les está enseñando. l l l Ahora bien: ¿alcanza con ese accio- nar individual para transformar a San Juan en un centro turístico de nivel nacional o internacional? No, son un complemento. Traje las experiencias vividas a cuento simplemente para que todos comprendamos que transformarnos en provincia receptora de turismo im- plica un esfuerzo conjunto de la so- ciedad. Pero, paralelamente, quienes diseñen las estrategias deberán tener ideas muy claras. No hay dudas que San Juan necesita transformarse en un centro turístico pues es una de las actividades que generan mayores puestos de trabajo calificados. Las viejas minas de Hualilán

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