QUE HICISTE CON TU VIDA - TOMO V

150 Juan Carlos Bataller grandeza de su espíritu, porque era un ángel. Mi padre era un hace- dor y trato de honrarlo. Conocí mucha gente en mi vida profesional, pude viajar, recorrer, puedo decir que soy una persona con muchos kilómetros. Naturalmente la vida profesional me puso en contacto con gente maravillosa de la que tuve que aprender. Lo primero que tuve que aprender a manejar fue mi soberbia y mi arrogancia y mi primer gran maestro fue mi padre. Entendí que quien persigue objetivos pro- pios y particulares generalmente cava el camino más directo a su pro- pia fosa. Siempre trato de tener un pensamiento global, de gran sensibilidad social. A mi padre le decían el loco por muchas cosas ma- ravillosas y yo ya empecé a escuchar ese mote en mí, así que me hago cargo de mi pensamiento. Tengo 57 años y creo que mi generación fra- casó en muchas cosas. Nos estamos yendo y siento que no he podido dejar una comunidad, una sociedad, ni una obra mejor que la que hizo mi padre y su generación. — ¿Dónde estudiaste? — Fui al colegio Fray Mamerto Esquiú, que quedaba a 8 o 10 cuadras de mi casa. Mi madre nos llevaba después de almuerzo y veníamos ca- minando todos los amigos. Empecé a estudiar chelo a los 7 años, iba a la escuela primaria y ya comencé con mis estudios musicales. Hice el secundario y mis estudios musicales al mismo tiempo. El destino, la oportunidad, quiso que a los 15 años empezara a trabajar en la Or- questa Sinfónica de la Universidad Nacional de San Juan, la que tanto conocemos y queremos. — ¿Empezaste como chelista? —Sí, estudié en la Escuela de Música y canté en el Coro de Niños en las primerísimas camadas, desde ese momento conozco a la siempre querida y agradecida Ana María Oro. —O sea que eras cantante por un lado y músico por el otro. —E iba a la escuela y jugaba muy mal a la pelota, así que tenía más horas de chelo que de fútbol. Siempre fui el más alto y torpe, parece que los grandotes no servíamos mucho para el fútbol. Conocí en esa orquesta fundacional grandes personas que marcaron mi vida: a mi maestro Jorge Otero, el primer chelo de orquesta en ese momento; a Vicente Constanza. Cuando terminé el secundario, salí sorteado y

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