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os albores de la próxima centuria encontrarán a San Juan
nuevamente frente al mismo concepto con el que
comenzó el siglo XX: “Está todo por hacer”.
Así como nuestra provincia debió adaptarse a los efectos
de la primera revolución industrial que significó la
máquina de vapor con el ferrocarril, ahora deberemos
marchar a pasos agigantados para producir, crecer y desarrollarnos
en un mundo globalizado en el cual los conocimientos, la informática,
la telemática y la robótica son los ejes de punta.
Hasta el momento sólo hemos sido receptores de las infinitas
fuentes de información que nos brindan las comunicaciones
satelitales, pero deberemos comenzar a utilizar ese medio no sólo
para recibir sino también para enviar todo aquello que hayamos
elaborado. Como ocurrió con el ferrocarril, que no sólo nos sirvió para
recibir bienes y gente sino que expedimos a través de él una cantidad
creciente de vino. Hoy esencialmente la riqueza es conocimiento y
éste tiene su mejor medio de transporte a través de la comunicación
satelital. Deberemos competir con otros que también utilizarán el
medio para trabajar entre nosotros.
Para que el punto anterior sea posible es imprescindible trabajar
por la excelencia profesional tanto en las ciencias como en el
arte. La investigación y la creación se han globalizado. Ya no van
quedando mercados locales. “Quién pinta su aldea pinta el mundo”, se
dijo proféticamente hace muchos años.
Nuestra producción agrícola también deberemos adecuarla a las
nuevas tecnologías. Nuestro mercado no podrá seguir siendo el
interno, o el nacional, será el mundo. Para ello habrá que mejorar la
calidad de nuestros productos. Los recursos naturales están, habrá
que perfeccionar los humanos. Deberemos aprovechar la excelente
ventaja que poseemos por las diferencias estacionales. Nuestra
agricultura produce cuando en el rico hemisferio norte es invierno y si
logramos la excelencia necesaria —tanto en producción como en
presentación y transporte— nuestras posibilidades serán grandes.
San Juan no debe apostar sus cartas al desarrollo de un solo
sector, como ha ocurrido en el pasado. La minería y la industria
son dos llaves para solucionar los problemas que hoy representan la
desocupación y los nichos de pobreza. Pero tenemos que ser claros.
—En materia minera debemos apostar a aquellos
emprendimientos que procesen los minerales en la provincia, dejando
acá el trabajo y el valor agregado. No olvidemos que se trata de
recursos no re-novables.
—En materia industrial el objetivo debe ser fundamentalmente las
que procesen nuestra materia prima o utilicen nuestros recursos
humanos. No podremos seguir despachando vino sin identificar, ni uva
a granel. Los productos primarios deberán ser exportados con valor
agregado. Industrias contaminantes ya desechadas por el mundo
desarrollado o voraces en el consumo de agua y electricidad y
desconectadas de la producción local, han dejado de ser atractivas y
sólo son aceptadas por países sin presente y sin futuro.
El turismo, nos está esperando. Debemos aprender a vender
nuestros encantos, a sacarles provecho. Para hacerlo debemos
entender que a nuestros atractivos naturales debemos agregar como
valor importantísimo nuestra cultura. Turismo y cultura —costumbres,
comidas, música, artes— van de la mano. Nadie viaja únicamente por
ver paisajes.
Hoy ya no podemos contar sólo con el ahorro interno, público o
privado, para asegurar los cambios que se avecinan. Ya los ca-
pitales son multinacionales, están globalizados. Atraerlos demanda no
sólo ofrecerles ventajas impositivas transitorias como ha ocurrido
hasta ahora. Los capitales de riesgo buscan seguridad jurídica,
infraestructura de comunicaciones viales, aéreas y telefónicas,
excelentes servicios de energía, disponibilidad de agua y servicios de
eli-minación de residuos y –sobre todo— recursos humanos
altamente calificados. Sólo encarando con seriedad estos objetivos
podremos aspirar a recibir capitales genuinos evitándonos el riesgo
de depender del ingreso de especuladores de paso, que no permiten
ningún futuro cierto.
La defensa de la ecología no es ya una opción sino una
obligación. Deberemos solucionar los problemas derivados del
manejo de la basura y los residuos en general. No podemos continuar
agrediendo el medio ambiente o destruyéndolo como se hizo en los
tiempos del ferrocarril con nuestra riqueza forestal. Urge un plan
integral de reforestación. El agua será cada día más un bien preciado
y escaso. No podremos continuar regando “a manto”, de la manera
tradicional. Se impondrá el riego por goteo que permitirá una mejor
racionalización en el uso del agua y, por consiguiente, el aumento de
la superficie cultivada. Como concepto cultural deberemos
comprender que una provincia que no se preocupa por evitar la
contaminación de su aire, de su suelo, de sus cursos hídricos, no sólo
ofrece mala calidad de vida a sus habitantes sino que se resta
posibilidades tanto con el turismo como en la economía en general.
Los problemas que origina el crecimiento de la ciudad merecen
una tarea de reflexión y de planificación urbana. No podemos
crecer guiados por el azar. Se impone planificar el desarrollo
previendo los fenómenos que ocurrirán en las siguientes décadas.
Habrá que sustituir el caótico desarrollo radial por la estructuración de
ciudades satélites unidas a nuestro gran núcleo urbano por autopistas
rápidas y cerradas.
Finalmente, debemos tener en claro que no hay realizaciones
personales completas en un mundo donde la marginalidad se
expresa en forma creciente. Un mundo con niños criándose en las
calles, con ancianos que han perdido el sentido de vivir, con de-
socupados funcionales sin posibilidades de insertarse en el mundo del
trabajo, con diferencias abismales de ingresos, de posibilidades, de
educación, constituye una peligrosa mezcla si se proyecta en el fu-
turo. Integrar a todos los sectores de la sociedad es, pues, una mi-
sión básica para el milenio que comienza.
El siglo XXI está ahí. No debemos ser simples espectadores.
Como nuestros abuelos inmigrantes, tenemos que construir, realizar.
En una palabra, como ha sido siempre:
todo está por hacer.
Los autores
E P I L O G O
EL SIGLO QUE VIENE
L
EL SIGLO XX EN SAN JUAN
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1...,78,79,80,81,82,83,84,85,86,87 89,90,91,92,93,94,95,96
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