Viernes 23 de diciembre de 2016
Escribe
Eduardo Quattropani*
temas de la justicia
Imaginemos la muerte de un
presidente o un primer ministro
de un país líder de Occidente, an-
ciano y representativo de una deter-
minada ideología.
Imaginemos que a consecuen-
cia de ello una multitud con
banderas (o trapos) rojas con la
hoz y el martillo organizan carava-
nas festejando esa muerte y vocife-
rando al mundo: “Un liberal menos,
viva la muerte”.
Imaginemos, si nos resulta más
gráfico, que a la muerte de un
Papa, desde sectores no religiosos
se celebra este hecho vociferando:
“Viva el proletariado, mueran los lí-
deres de la opresión…”.
Eso ha pasado
pero, al pare-
cer, como el muerto era el líder
de una revolución de izquierda y los
“festejantes”
“opositores liberta-
rios” residentes en Miami, el hecho
no ha merecido el repudio de, casi,
nadie, no se han escuchado discur-
sos sobre el “valor vida”, no se ha
hecho juicio de valor alguno sobre
la (in) conducta de “celebrar la
muerte” del que piensa distinto.
Ahora bien
, sin perjuicio que
ello es, como mínimo, moral y
éticamente reprochable, desde el
mismo sector se hablará de “la
grieta” entre las distintas ideolo-
gías, de la necesidad de abrir ca-
minos de diálogo y de respetar los
derechos humanos,
de los cuales
la vida es, claro está, esencial.
En todo caso, quienes no ad-
hieran a una determinada ideo-
logía o a los resultados de una re-
volución, deberían saber que la de-
mocracia se fortalece con mas
democracia, que la libertad se ali-
menta con mas libertades y que la
vida se honra respetando la de
todos y no, solo, la de los que pien-
san como ellos.
Festejar la muerte es, un
poco, estar muerto
, ganar ba-
tallas con solo la ayuda de la biolo-
gía es, como mínimo, poco digno
para los verdaderos luchadores,
mirar los Derechos Humanos con
un solo ojo es un enorme vicio de
mediocres y oportunistas.
Si algún “etiquetador” entiende
que por escribir esto soy co-
munista o de haber escrito en sen-
tido contrario sería liberal, solo le
dejo dicho que no me queda tanta
vida como para pretender cam-
biarlo, estoy demasiado ocupado
en ayudarme a cambiar a mí
mismo.
El asesinato del embajador ruso en Turquía
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COLUMNISTAS
algo de alguien
De ayer y de hoy
F
ui a una fiesta organizada por
una asociación benéfica en un
importante chalet de un club,
en Desamparados. Estaba repleta
de linda gente. Al entrar se podía vi-
sitar el impresionante palacete que
era, y todavía sigue siendo, impo-
nente. Perteneció a una familia muy
pudiente y era el centro neurálgico y
económico del feudo. Todo el tra-
bajo y la dedicación puestos para
construir aquello deben haber cos-
tado fortunas. No hay nada improvi-
sado, nada que no esté pensado y
que no responda a un porqué de
aquél entonces; no hay nada simple,
todo es elaborado, casi al máximo,
desde la concepción del edificio en
sí, que responde a los intereses de
los entonces patrones, hasta la de-
coración de todos y cada uno de los
lugares. Es una muestra de las cos-
tumbres y formas de ser de una
época y de una familia poderosa. Lo
era y lo tenía que mostrar y que a
nadie le quedaran dudas. Desde
las baldosas hasta las estatuas de
las fuentes viajaron en barco hasta
llegar a ese lugar.
Afuera, en galerías y jardines,
había stand y quioscos diversos que
mostraban artesanías, productos y
servicios que la gente de hoy presta
en San Juan. Gran exhibición de
personas lindas. Mujeres muy bien
mostradas; niñas preciosas y mal
educadas, linda juventud desinhi-
bida total; lindas familias, buena mú-
sica y animación. Todo el
mundo buscando qué comprar o
qué comer. Hermoso parque y jardi-
nes llenos de movimiento y disfrute
de muchos. Luces y sonidos com-
pletaban el aire de una noche de ve-
rano.
Por un lado, una época de trabajo,
respeto y producción. Nada de lo
que allí se hizo, fue sin gran trabajo
y dedicación. Por otro lado, disfrute,
lucimiento y consumo. Como si fue-
ran dos fotos, una al lado de la
otra. Si se sigue mirando, se ve que
aquellas eran épocas de
s
Vicepresidente Primero del
Consejo Federal de Política Cri-
minal de los Ministerios Públi-
cos de la República Argentina
Escribe
Gustavo Ruckschloss
producir. Solo los de arriba de la so-
ciedad disfrutaban. Los demás, no
tanto. Como no sobraba nada, se
producían cosas en serio, no suveni-
res livianitos y vendibles.
Ese es un punto de vista; el
otro muestra cómo hoy todos disfru-
tan de todo, hasta del desenfado en
el actuar. Hoy los niños son libres,
casi en exceso; no están regidos
por una institutriz; los adolescentes
(y más) se demuestran sus afectos
sin tapujos. Son infinitamente libres;
los mayores disponen de sí y de los
suyos como quieren y forman fami-
lias de componentes libres; todos
consumen lo que pueden o
quieren. Pareciera, entonces, que
hoy los individuos son más libres y,
tal vez, más felices. No sé en lo co-
lectivo, en el resultado para la socie-
dad si se ha ganado en la misma
proporción.
Admiro y respeto a aquellos precur-
sores que hicieron tanto para que
nuestro hoy sea como es. Pero res-
peto y me gusta esta libertad total
que hoy gozamos aunque no nos
demos cuenta. Me gusta decidir lo
mío y que cada cual decida lo suyo
sin feudal alguno. Me gusta el hoy
un poco más que el ayer pese al
feroz consumismo y a los empujo-
nes de los niños.
¿Festejar la muerte?