Viernes 16 de junio de 2017
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LA HISTORIA DE UN INCANSABLE EMPRENDEDOR
Carlos Durán:
De ciruja a
inventor y
empresario
Dejó su Jáchal natal para apostar por algo mejor para él y
sus hermanos menores, que quedaron huérfanos de padre
siendo muy pequeños. Vino en un tren carguero con lo
puesto. Con el tiempo logró desarrollar su propia empresa
dedicada a fabricar bolsas de rejilla y diseñó gran parte de
la maquinaria que utiliza.
A
penas terminó el secundario, Car-
los Durán dejó Jáchal y se vino a la
ciudad. Es el mayor de cinco her-
manos y su padre falleció cuando él tenía 7
años. Aunque amaba al pueblo que lo vio
nacer, allí no había muchas oportunidades.
Llegó con lo puesto al centro sanjuanino,
vivió en la terminal y comió de la basura,
con la ayuda de cirujas.
Empezó como lavacopas, fue ayudante de
albañil, jardinero y mecánico general de
una empresa que fabricaba bolsas de reji-
lla. Ese fue el puntapié para que diseñara
máquinas y desarrollara su empresa, que
se ocupa desde la fabricación del hilo hasta
la venta de las bolsas. Allí también trabajan
su esposa y sus hijos. Ahora, por pedido,
diseñó una prensa que permite fabricar uno
de los insumos que demanda la industria
minera y que ya está en funcionamiento.
—¿En qué consiste el dispositivo que
diseñaste para minería?
—Es una prensa rotativa hidráulica auto-
matizada que tiene moldes de crisol y per-
mite fabricar distintos tipos de
premoldeado, que después se utilizan para
fundir el oro. Fue presentado a vendedores
de insumos para empresas mineras de
toda Sudamérica. El patentamiento está en
progreso y está trabajando desde 2016.
Hay una empresa canadiense que hace los
crisoles pero los costos para llegar hasta
Argentina son elevados.
—¿Qué otras máquinas diseñaste?
—Soy metalúrgico y empecé a diseñar por-
que trabajé en una empresa que fabricaba
bolsas de rejillas para frutas y hortalizas.
Entré como jardinero y terminé como me-
cánico general. Ahí empecé a mirar la ma-
quinaria. En 2002 presenté un proyecto en
el plan “Manos a la obra”, empecé fabri-
cando bolsas y compraba el hilo. Llegó un
momento en que la empresa que me ven-
día el hilo no me quiso vender más porque
era un competidor directo. La máquina para
fabricarlo costaba 150 mil dólares. Un día
me levanté y dije “pero si sé lo que quiero,
por qué no hago yo la máquina”.
—¿Y diseñaste la máquina?
—Fabriqué la máquina para producir el hilo
a base de polietileno. Esto es un emprendi-
miento familiar. Nos ocupamos de todo el
proceso, hasta la venta. Tenemos corte y
confección de la bolsa a medida del cliente.
—¿Por qué sabés tanto de maquinas?
—Porque estudié en la Escuela Agrotéc-
nica Dr. Manuel Belgrano, en Jáchal.
Aprendí de metalúrgica, electricidad, di-
seño. En 1986 me recibí de agrónomo ge-
neral. Para progresar me vine a la ciudad
en un tren carguero que traía cal.Traía una
bolsita y una muda de ropa. Llegamos a Al-
bardón y solo tenía para el pasaje hasta la
terminal. No había trabajo, no tenía donde
dormir.
—¿Dónde dormías?
—En un banco de la terminal y no quería
volver, no les quería fallar a mis hermanos.
En ese momento no existía la comunica-
ción telefónica de ahora y mi madre pen-
saba que estaba bien. Pasó una semana y
el hambre me apretaba. Un hombre que
también vivía en la terminar me dijo “esta
noche te llevo a comer”. Me trajo al centro y
revolvíamos la basura para ver qué encon-
trábamos, una manzana, una mitad de na-
ranja, pizzas en mal estado o pan duro. Él
me enseñó a comer para que no me hiciera
mal. Fueron dos meses así. Ocupaba los
sanitarios de la terminal, tenía una sola
muda de ropa, buscaba trabajo y no encon-
traba. Mi esperanza era ver algún familiar
que bajara o subiera en algún colectivo.
Creo que fueron los dos meses más largos
de mi vida, los días no tenían 24 horas.
—¿No tenían changas?
—No. Después entré de lavacopas en un
bar, ahí empecé a asegurarme la comida.
Empecé a ir a trabajar y salía a caminar por
la ruta 40. Así encontré unos albañiles, les
dije que quería trabajar y empecé como
ayudante de albañil.
—¿Pudiste salir de la terminal?
—Pude alquilar una habitación en Villa
Krause y con las cajas del programa nacio-
nal “Caja Pan” me hice una mesa y mi
cama. De ahí salía a trabajar y volvía.
Seguí buscando trabajo porque quería algo
seguro, me presenté al concurso del Censo
Nacional Agropecuario y fui seleccionado.
Ahí, después de un año, volví a Jáchal.
Luego empecé a trabajar de jardinero. Co-
braba mi sueldo, me iba a Jáchal en bici-
cleta para cuidar el dinero y dárselo a mi
madre. Tardaba 8 a 12 horas en llegar.
—¿Si te hubieras quedado en Jáchal,
con tu familia, no hubiera sido más se-
guro?
—Solo hubiera sido posible subsistir, por-
que en los pueblos alguien te da una mano,
pero vivía con mi abuela, mi madre viuda y
mis cinco hermanos, yo era el mayor. Si me
hubiera quedado no sería lo que soy ahora.
Quedé huérfano de padre cuanto tenía 7
años y empecé a trabajar mientras iba a la
escuela. La visión de mi madre en ese mo-
mento era que quería que estudiáramos,
nos mandaba a la escuela albergue y vol-
víamos cada dos meses. Hoy muchos me
brindan su apoyo y después de tantos
años, la escuela me llamó para hacerme
una distinción y para trabajar como sponsor
de una ONG a nivel mundial, para ense-
ñarles como pueden ser emprendedores,
ricos sin dinero. Hay que ser audaz, no
tener miedo y ser un terco inteligente.
La maquinaria de
la empresa de
Carlos Durán, con
la que fabrica el
hilo y luego las
bolsas de rejilla.
Carlos Durán
junto a su es-
posa Luisa
Chávez y sus
hijos Carla e
Iván, con quie-
nes comparte
el trabajo y la
pasión por la
música. Esta
foto se la to-
maron cuando
juntos forma-
ban parte del
Coro de Po-
cito.
“
”
Cobraba mi sueldo, me
iba a Jáchal en
bicicleta para cuidar el
dinero y dárselo a mi
madre. Tardaba entre
8 y 12 horas en llegar