Viernes 19 de enero de 2018
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edad, lo que aprendí en mi profesión
es que no hay que mentir.
—¿Hay que discutir la formación de
los profesionales?
—La diferencia es ver las cosas de un
lado del mostrador y del otro lado, del
lado médico que hace caso más a las
estadísticas, al número, a la frialdad
de la enfermedad, que debe ser así
también. Cuando uno lo ve como pa-
ciente, son un montón de otras cosas,
que necesitan de una familia, bien só-
lida, para que lo apoye. Antes no creía
en nadie, en mi casa siempre me de-
cían que creía en lo que veía y to-
caba. Esto le abre la cabeza y se cree
en algo: Dios, planta, naturaleza; ve
las cosas de otro punto de vista. El in-
terés por la vida es totalmente distinto,
se aprende a disfrutar más el día a día
porque uno no sabe cuándo va a ser
el último día, tenga cáncer o no tenga
cáncer, porque esa es la realidad. Y
ese es uno de los secretos: abrir y
ampliar la mente. Es un secreto de
poder seguir peleándola y viendo la
pelea del amiguito que uno tiene, por-
que no lo veo como un enemigo, es un
amigo malo que uno tiene adentro y
que tiene que aprender a sosegarlo.
—¿Ante una enfermedad grave hay
que quedarse en San Juan o buscar
otras opiniones afuera?
— Hay que creer en el médico. Todo
depende de cada uno, en tener dos o
tres opiniones, pero cuando está
hecho el diagnostico, acá no hay
mucho que dudar. En San Juan tene-
mos muy buenos profesionales, en mi
caso decidí irme. Mi mujer fue la que
tomó la posta, como de costumbre. To-
mamos la decisión de ir a la provincia
de Córdoba con un gran profesional
que hace 30 años que se dedica a la
parte de hígado y a estas enfermeda-
des. Él no hace otra cosa y el margen
de error es menor, pero me preguntó:
¿por qué no te operaste en San Juan,
si allá tenes a fulano? “Por una senci-
lla razón: el margen de error suyo es
lejos menor al que pueden tener mis
colegas en San Juan”. Por eso yo
decía de las estadísticas. El nivel de
cáncer de páncreas en San Juan es
muy bajo, y tenemos gente capacitada
para resolver; el problema es que yo
de ninguna manera puedo decir que
no lo tenemos.
—¿Que viene ahora?
— El secreto de esto es no negarlo,
eso conlleva aceptarlo, enfrentarlo y
tomarlo como algo más cotidiano de la
vida y trabajar y hacer lo que uno hace
todos los días
— ¿Los controles son permanen-
porque además de que el 80% son
todas mentiras, son todas informacio-
nes erróneas, no orienta, perturba más
al paciente. Para mí, el peor momento
fue cuando me dijeron el valor del antí-
geno. Fueron 15 minutos en los que
me pareció que se me vino el mundo
encima, se me vino la imagen de mis
hijos, la familia, todos los valores más
íntimos... Fue cuestión de hacer una
respiración bien profunda y dije: aquí
no hay otra que enfrentarlo y hay que
ganarle, tomarlo como una cosa más
cotidiana, una cosa más de la vida. Es
muy feo no solo que la gente crea que
la palabra cáncer es mala palabra, es
brujería, no sé qué lo que cree, sino
que se esconda de la palabra cáncer
porque se la discrimina. Lo digo por-
que me ha pasado, cuando te miran y
te dicen: vos tenés cáncer de pán-
creas... En realidad, todos nos vamos
a morir de una cosa u otra, lo impor-
tante creo que es la filosofía con que
se tome las cuestiones de la vida. Yo
no lo considero más que un infarto,
que una diabetes, no los considero
más que cualquier otra enfermedad
crónica que hay que enfrentar, asumir,
no negar. La mayoría de la gente lo
niega, dicen: “murió de una larga do-
lencia”, pero qué es.
— ¿Cómo se lo comunicaste a tus
hijos?
— De la misma forma que a mis pa-
cientes, que nunca les mentí, porque
si uno miente las posibilidades de en-
frentarlo y de llevarlo adelante son
muy distintas. Mis hijos tienen 18, 21,
26 años pero así sean menores de
“Al cáncer no hay que...
“
”
Si tengo que buscar
a una persona que
se encargó de hacer
el diagnóstico, es
mi esposa
“
”
Padecí por 40 años
el calvario de
lo que era el
tabaquismo y
nunca lo entendía
Viene de pág. anterior
tes?
— Sí, me los hice en Córdoba.
— ¿Tu calidad de vida actual es si-
milar a la anterior?
— Si, salvo que bajé 26 kilos, no noto
diferencia. Las precauciones están.
Soy un autoinmune, entonces como
tal, me tengo que comportar y cui-
darme de ciertas infecciones, me
tengo que poner vacunas permanente-
mente contra la gripe, contra esto,
contra lo otro. Pero como de todo,
hago de todo, vivo como una persona
totalmente normal.
Seis meses antes de descubrir la en-
fermedad yo había soñado que tenía
una enfermedad en el páncreas, esto
es creer o reventar. Yo había soñado y
cada vez era más frecuente el pensa-
miento de que tenía una enfermedad y
lo negaba. Y lo negaba porque el pri-
mer error de todo ser humano es de
decir: “a mí no me va a pasar”. Y me
pasó.