la_cena_de_los_jueves2 - page 72

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camionetas 4x4 que, según afirman, son propiedad de vendedo‑
res de drogas que distribuyen su mercadería en las cercanías de
escuelas, billares y plazas.
El otro pueblo se llama
Nogales
también, pero de Arizona, Es‑
tados Unidos.
Su población es de sólo 21 mil habitantes.
Las calles son silenciosas y limpias, el tránsito muy ordenado y
en sus cuidadas plazas y parques algunos niños se distraen en
los juegos.
Mientras las noches de la Sonora americana son silenciosas, las
de la mexicana se pueblan de ruidos, sirenas, tiros y vicios.
Pero las diferencias entre ambos Nogales no terminan allí.
Robert Kaplan, un periodista y escritor norteamericano, lo ex‑
plica muy bien:
“En el Nogales Mexicano uno tiene la sensación que las polvo‑
rientas oficinas de correos acaban de ser desalojadas debido a la
falta de muebles y el desorden generalizado. En los Nogales de
Arizona, hay impresos prolijamente apilados, un reloj de pared
que funciona a la perfección, gente que guarda cola en silencio y
un policía encorvado que, a diferencia de sus arrogantes y lasci‑
vos colegas de México, revisa unos documentos en un rincón”.
En el Plaza Hotel de Nogales, Sonora una habitación cuesta 50
dólares.
Lo mismo que en el hotel Americana de Nogales, Arizona.
A pesar que el hotel mexicano se inauguró hace dos años, mu‑
chas puertas no cierran bien, las paredes comienza a cubrirse de
manchas, los equipos de aire acondicionado son ruidosos y al‑
gunos no funcionan, los televisores son un desastre.
Distinto es el caso de hotel norteamericano. A pesar de su
cuarto siglo de existencia, todo funciona perfectamente, in‑
Juan Carlos Bataller
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