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Juan Carlos Bataller
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funcionarios de carrera. Y los niveles más encumbrados, los de mayores
jerarquías dentro de la estructura del Estado, sí deberían ser funciona-
rios estrictamente políticos en el sentido de la posibilidad de la remoción
o de la carencia de estabilidad en su función. Si uno entendiera con fa-
cilidad que el Estado debe tener una continuidad, todo sería más senci-
llo. Pero normalmente creemos que el Estado empieza con uno y no nos
damos cuenta los años que han transcurrido y que el Estado está. Y me
he preguntado a veces el porqué de este tema.
—¿Y cuál es la respuesta?
—El Estado se pone en movimiento como consecuencia de la acción del
humano, que actúa en el mundo de las realidades. Cuando el elemento
humano, el gobernador, sus ministros se van, prácticamente el Estado
queda sin memoria para continuar con otro. Por eso sostengo la necesi-
dad de las políticas de estado. Este razonamiento justifica aún más a los
funcionarios de carrera. Porque son los que tendrían que acercarle al
nuevo gobernador, los documentos liminares donde se plasma y que-
dan petrificadas las acciones anteriores del Estado.
—¿Y por qué somos así?
—Creo que todavía vivimos y seguimos creyendo o apoyando a aquel
que nos ofrece más. No al que realmente otorga más. Estamos muy
lejos de haber extinguido para siempre las acciones demagógicas de
la vida de nuestro pueblo. Aún sigue la demagogia como factor atrac-
tivo para captar voluntades populares. Hay que estudiar el porqué el
funcionario administrativo de carrera trabaja lo necesario o un poquito
más abajo de lo necesario. Antes el orgullo de un docente era decir a
viva voz no falté un solo día a clase. El de un juez, decir tengo mi des-
pacho al día. No concebíamos un banco que fuese a cerrar sus puertas
y decirle a sus clientes, mire sus ahorros no los cobrará nunca en su
vida. Todo esto que hemos vivido puede llevar tal vez, a mucha gente
a restar esfuerzo a su propia actividad. La mediocridad va ganando
terreno...
—Está ligado a otro tema: no hay premio ni castigo.
—Claro. Lo que pasa con el juez que no se distingue, pasa con el emple-
ado, con el periodista, pasa con el político, con el sacerdote. Y esto no
debe ser. Las culpas son individuales, nunca son colectivas. Culpable es
el funcionario. Vos fulano, vos y vos. Pero no todos ustedes.
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