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Juan Carlos Bataller
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perdicio, acerca del encuentro Bravo—Stalin. Hay una posdata en la transcrip-
ción que Andrei Vishinski hizo de dicho diálogo, referida a la solicitud del em-
bajador para que le ayudaran a liberar del cautiverio rumano a su supuesta
novia y que dice así:
“Me dirijo a Su Excelencia Generalísimo Stalin como el amigo de Argentina y
Rumania solicitándole que contribuya a que Margarita Ioana Stamatiad, asis-
tenta de la facultad filológica de la Universidad de Bucarest (Rumanía) pueda
obtener el permiso para viajar a Moscú porque quiero casarme con ella.
Es una muchacha discreta de una familia pobre, tiene principios democráticos.
En el momento actual está gravemente enferma y se encuentra en un hospital.
Solicito a Su Excelencia que haga gestiones ante el gobierno de Rumanía para
que a esta muchacha le sea expedido el pasaporte correspondiente. Hasta el día
de hoy el Ministerio de Rumanía no ha respondido a mi solicitud sobre el per-
miso de viaje para la persona indicada, a pesar de que esta solicitud fue enviada
hace bastante rato.
Le estaré agradecido a Su Excelencia durante toda mi vida por la ayuda en este
asunto.
Leopoldo Bravo.
Esto ocurría en 1953.
Un funcionario amigo de Stalin, Poskrebishev, después de la conversación con
el embajador cayó en desgracia. Su lugar lo ocupó V. Chernuja. Precisamente
fue él quien comunicó al Ministerio de Relaciones Exteriores de la URSS el ve-
redicto de Stalin: “que el Ministerio de Relaciones Exteriores contribuye”, o
sea, que se harían todas las gestiones necesarias para complacer al embajador
argentino.
Leopoldo no se casó nunca con Margarita Ioana y tal vez su solicitud no haya
sido más que un favor para esta muchacha, de los tantos que se hacían en esa
época. Al abrir los archivos privados de Stalin, cumplidos cincuenta años de su
muerte, éstos salieron a la vista del mundo”.
(…)
Más de una vez, acicateada por las dudas que siempre tuve acerca de la rumana
Stamatiad, solía preguntarle a mi marido en un tono que quería ser de broma:
—¿Y Leopoldo... te gustan las rusas y las rumanas?
A lo que él habitualmente respondía, también en broma:
—Sí, claro, yo creo que cada hombre debería tener tres mujeres, es la
cantidad justa....
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