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Juan Carlos Bataller
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término porque fue realmente un caudillo político cuyas decisiones eran
inapelables.
No obstante, se lo recuerda como un hombre que sabía escuchar y gus-
taba estar perfectamente informado de todo
A propósito de esto se cuenta una anécdota.
La primera reunión de la mañana don Leopoldo la tenía con el secretario
general de la Gobernación -Luis María Uliarte-, el secretario privado y
los directores de Ceremonial y de Prensa. En ella se informaba de todo
y organizaba su agenda. En el tiempo de la anécdota que relatamos es-
taba a cargo de Prensa un conocido periodista y dicen que esa mañana
Bravo preguntó:
-¿Y...? ¿Qué tenemos hoy de nuevo?
-No sé... dígame usted qué tenemos de nuevo don Leopoldo... - fue la
irreverente respuesta.
-Está bien, yo voy a averiguar qué hay de nuevo pero vos andá redac-
tándome tu renuncia.
Cinco minutos más tarde, el profesional había dejado de pertenecer al
equipo del gobernador.
Siempre jugó al poder
Leopoldo siempre rechazó las discusiones sobre temas ideológicos.
Detestaba la improvisación tanto como el trabajo sin objetivos muy de-
finidos.
No daba puntada sin hilo.
Para él la política era acción, negociación, acuerdo.
En síntesis, para
Bravo la política no era un fin.
El jugaba al poder
. Y en ese sentido era
lo suficientemente pragmático para adaptarse a la voluble vida política
vernácula donde desde una pequeña provincia tenía que lidiar con go-
biernos radicales, peronistas o militares.
—Con la Nación todo es posible menos someterse o llegar a la ruptura.
A San Juan siempre le fue mal cuando enfrentó a la Nación—,
solía
decir.
Y mal no le fue. Entre otras cosas, logró un excelente índice de coparti-
cipación para la provincia y una ley de promoción industrial.
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