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Juan Carlos Bataller
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universitarios lo alejaron de la provincia, aunque venía contínuamente.
Antes de cumplir los 30 años ya era embajador.
Había llegado a Moscú en febrero de 1.947 como consejero, acompa-
ñando a Federico Cantoni, designado embajador por Perón.
Tras la renuncia del caudillo Leopoldo ocupó el máximo cargo diplo-
mático hasta que derrocado Perón en 1.955, regresó a Buenos Aires para
abrir su estudio de abogado junto a dos amigos y al regresar a San Juan,
a fines de los años 50, asumió la conducción del Partido Bloquista.
Diferencias con Cantoni
Sin duda que en los primeros tiempos Bravo aprovechó las versiones
que circulaban sobre su relación filial con Cantoni.
Pero, de lo que no hay dudas es que Bravo fue Bravo, no el hijo de
Cantoni.
Dice Zelmar Barbosa autor de un libro sobre el bloquismo:
“... Cantoni era intuitivo, impetuoso, improvisador, locuaz y turbulento; se
convertía, aún sin quererlo, en el centro de toda reunión. Sus actitudes frontales
lo llevaban a contestar sin titubeos los agravios y a responder “a boca suelta”
sin medir las consecuencias de sus actos. ‘Nos odian porque nos temen’ (ese era
su lema). Era un hombre de acción, y si bien tenía respeto por las ideas, des-
confiaba de aquellas que no fueran operativas: le fastidiaba la pura especulación,
tanto como el fatuo academicismo.
Bravo era el reverso de la medalla. Detestaba la improvisación. Era medido, ce-
rebral -tal vez demasiado reflexivo- y de muy pocas palabras. Amaba la disci-
plina y el orden y se sometía fácilmente a sus reglas: su rápida adaptación al
mundo soviético así lo había demostrado. No temía los enfrentamientos, pero
siempre prefería la aproximación indirecta: era un estratega menos brillante...
Lejos de las actitudes de Don Fico, era medido, pulcro en su presentación, y
siempre prefería no decir todo lo que pensaba: era, por eso, dueño de su silencio.
Y para quienes querían escrutar sus pensamientos, enigmático. Mientras el pri-
mero era frontal y definitivo, prefiriendo incluso perder antes que arriar sus
banderas... Bravo usaba siempre una estrategia de aproximación indirecta: cedía
en todo lo que consideraba accesorio, con tal de obtener, a la postre, su objetivo.
Decisiones inapelables
Bravo no fue un gobernador común.
En primer lugar porque era, además, jefe de su partido. Y en segundo
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