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GOBERNADORES DEL SIGLO XIX EN SAN JUAN
Los próceres en carne viva
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respeto y quise corresponder a ese movimiento de su alma.
-Señor -le dije- no se manche. Cuando no pueda tolerarme más, des-
tiérreme a Chile.
La anécdota fue contada por el mismo Sarmiento.
Incorregible al fin, el siguiente número de El Zonda publicó un artículo
titulado
“Testamento”,
aludiendo a que
“había sido mordido por cierta
perrilla faldera, rabiosa, idolatrada en su casa”.
Para los sanjuaninos fue una directa alusión a la esposa del gobernador.
Y Benavides podía tolerar cualquier cosa menos que se atacara a Telés-
fora, su esposa idolatrada, la mujer más buena del mundo.
Fue el último número de El Zonda, el sexto. La incontinencia verbal del
Gran Maestro también sabía ser injusta y cruelmente dañina.
No obstante, Sarmiento permaneció en San Juan un año y cuatro meses
más.
Pero su situación se hacía insostenible, especialmente por sus críticas a
Rosas y sus contactos con quienes conspiraban desde Salta donde estaba
Aberastain y La Rioja.
Fue convocado nuevamente a la Casa de Gobierno.
Benavides lo interrogó sobre su conspiración.
-He sabido que ha recibido usted papeles de Salta y del campamento
de Brizuela...
-Sí señor, y me preparaba para traérselos.
-Sabía que le habían llegado esos papeles pero ignoraba que quisiera
mostrármelos
-
dijo Benavides con sorna.
Sarmiento en efecto conspiraba.
Benavides era un gobernador manso pero también un caudillo. Y no
podía tolerar que la casa no estuviera en orden, más cuando debía salir
en campaña al norte del país.
La tercera entrevista en la Casa de Gobierno, fue la última.
Sarmiento terminó encerrado en la cárcel ubicada en los altos del ca-
bildo, con centinela a la vista y barra de grillos.
El 17 de noviembre (de 1840) el comandante José Manuel Espina le pre-
paró un simulacro de asesinato, que concluiría con la afeitada a sable
del preso y su traslado a la cárcel de la planta baja. No obstante el veja-
men no pasaría de una comedia pues el general Benavides lo salvó de
aquella afrenta.
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