la_cena_de_los_jueves2 - page 120

Domingo 20
— 0,10 hora
E
milio Sancassani llegó a la casa de
Miranda Jámenson y fue recibido
por la hermana de Miranda, Juana.
—Hola Juana... ¿ya están los muchachos?
—Pasá Emilio.... Sólo los Peña han venido...
La propiedad en realidad era de Arturo
Pacheco, cuñado de Miranda Jámenson, pero
la ocupaba este y su esposa, Fermina
Pacheco.
Junto a la vivienda había un local con una
mesa de billar y un bar. Aquel sábado a la
noche, unos doce o trece aburridos parroquia-
nos despuntaban el vicio.
Sancassani entró a la casa y se dirigió al
comedor, ubicado en una pieza interior, dis-
tante a 10 metros de la calle, con puerta a un
corredor que miraba al norte. Tenía ventana
al sur y otra puerta de comunicación con otra
pieza al naciente.
1921
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NOVIEMBRE
Domingo
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JONES
temporal derecha era su razgo más distintivo.
Joanasi estaba casado y era de condición muy
humilde.
Aquella noche había llegado caminando
desde su casa, ubicada en la calle Entre Ríos
1363.
Joanasi no era un militante político. Pero era
un fervoroso seguidor de Federico Cantoni.
Como médico, Federico había atendido siem-
pre a toda su familia y nunca le cobró un
peso. Es más, en muchas oportunidades le
regaló los remedios que necesitaba.
Pero además, las pocas veces que lo escuchó
hablar a Cantoni sintió que era posible cam-
biar su historia personal; que sus hijos podían
tener un futuro mejor, que no estaban conde-
nados de antemano por la pobreza, como lo
estuvo él.
Cuando sus amigos hablaban de política o de
cuestiones de gobierno, Joanasi sólo respon-
dían:
—A mi no me hablen de esas cosas. Yo soy
cantonista hasta la muerte. Es el único
político que ha hecho algo por mí.
Sin duda, Joanasi era un creyente.
Y a un
creyente no se le preguntan los motivos de
su fe,
aunque en este caso fuera a un hombre.
—Cuando me necesite, doctor, estoy a sus
órdenes.
Mucha gente le dijo esas palabras a Federico
Cantoni.
Esta vez, Federico los necesitaba a todos.
E
l segundo en llegar fue Rómulo
Tobares, el hombre que lo había
invitado a sumarse a la partida
aquella noche. Estaban por dar las 12 y de
pronto la sombra apareció por detrás suyo:
—¡Entregáte, Joanasi, que has sido descu-
bierto!
—¡Eh, don Rómulo, no me haga esto que
demasiado nervioso estoy...!
Tobares rió.
—¿Adónde vamos a ir?—,
preguntó
Joanasi.
—Esperate un ratito y ya vas a saber.
En ese momento vieron llegar a Belisario
Clavel, muy serio y con aire preocupado.
—¿Qué tal muchachos? Vamos, que ya
nos van a pasar a buscar.
Los tres tomaron por la calle General Acha
en dirección al norte. Al llegar a Laprida
entraron al bar ubicado en la esquina, llama-
do “La amistad”.
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