la_cena_de_los_jueves2 - page 112

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JONES
he quitado alguna propiedad a alguien? Las
civilizaciones avanzan y las reacciones más
primitivas van quedando en capas más infe-
riores. Para que esas reacciones despierten
hace falta mucho más que un discurso...
—Eso dicen los libros. Yo estoy muy preo-
cupado... Cuando volvimos a San Juan
recuerdo que te dije: han pasado treinta
años y todo sigue igual en la mentalidad de
los sanjuaninos. Habrá mejores casas, ten-
drán automóviles, vestirán mejores ropas
pero el pensamiento no evolucionó. Sigue
siendo tan primitivo cuando fueron asesi-
nados Virasoro, Benavides, Videla o
Agustín Gómez...
—Te voy a decir algo... A mi no me asusta la
muerte. Quienes llevamos muchos años en la
medicina sabemos que es algo tan natural
como nacer o respirar. Lo único que no me
gustaría es quedar malherido. Yo conozco el
dolor y la degradación y es a lo único a lo
que temo.
A
mable Jones acomodó su monóculo,
se levantó de la silla, estrechó la
mano de su amigo y se retiró.
Ni siquiera le comentó que al día siguiente
visitaría Pocito y que no pensaba llevar custo-
dia...
Fuente: El asesinato del gobernador
Amable Jones — Alfredo Monla Figueroa — 1922
—Amable, estoy muy preocupado...
En su lecho de enfermo, el ministro de
Hacienda y Obras Públicas, ingeniero
Abraham Tapia, había recibido la visita del
gobernador.
Tapia y Jones eran muy amigos. Aunque
Tapia no era un hombre muy ejecutivo había
demostrado, sí, ser muy meticuloso como
ministro, especialmente en el área de Obras
Públicas, que era su fuerte.
—¿Por qué estás preocupado, Abraham...?
—El doctor Dominguez me visitó esta maña-
na muy temprano y estaba asustado.
—¿Por qué?
—Me ha confirmado un rumor que desde
hace tiempo circula en todas partes.
—No dirás...
—Sí, te lo digo. El se jacta de conocer a la
gente por el rostro, por las expresiones. Y
dice que nunca ha visto en algunos de ellos
propósitos tan siniestros como los que obser-
va en estos días...
—¿Qué quieren hacer?
—Asesinar al gobernador. Matarte...
—¿Crees que se puede llegar a semejante
bajeza...? ¿Lo crees, sinceramente?
—Sí, lo creo. Es posible que ocurra o que
al menos lo intenten. Pero hay algo que me
preocupa aún más: vos no puedes tomar
las cosas así, no puedes dejar de prestar
atención a estas amenazas...
—Mi buen amigo Abraham... Es cierto que
en San Juan se han matado a muchos gober-
nadores. Y también es verdad que esas reac-
ciones primitivas subyacen a veces en el
inconciente colectivo, especialmente en luga-
res como este que son como agua estancada.
—Entonces...
—No alcanza con la prédica a través de dis-
cursos o de panfletos periodísticos. Para que
ese antiguo odio vuelva a surgir hace falta
que haya gente que sienta en carne propia lo
que sintieron aquellos que alguna vez mata-
ron. Y no es este caso....
—¿Por qué?
—Porque sería una injusticia. Yo no he hecho
mal a nadie. ¿He mandado a apalear a algún
ciudadano? ¿He hecho matar a alguien? ¿Le
Abraham Tapia le advirtió
sobre lo que todos comentaban
Ilustración: Miguel Camporro
Sábado 19 de noviembre - 9 horas
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