la_cena_de_los_jueves2 - page 106

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JONES
Tirapegui, el doble espía
E
l presidente del Banco Provincia, J.
Colón Godoy, estaba muy tranquilo
este viernes 18 de noviembre.
—Gobernador, hay muchas versiones pero
no va a pasar nada.
—¿Pudo usted hablar con su informante?
—Hablo todos los días.
—¿Qué le ha dicho?
—Asegura que no hay en marcha ningún
plan.
Aunque ni siquiera se animara a pronun-
ciarlo, tanto Jones como Colón Godoy se
referían a un plan muy concreto: el asesi-
nato del gobernador.
—¿Sabe, Barrera? Usted siempre me
ocultó el nombre de su informante...
—Lo hice, simplemente, señor goberna-
dor, para preservar la seguridad del hom-
bre. Usted sabe que siempre que hemos
hablado del tema había otra gente presen-
te.
—Así es.
—Le cuento: se trata de un hombre que
goza de la confianza de los dirigentes blo-
quistas, especialmente del diputado Ernesto
Reynoso, con quién conversa a menudo.
—¿Quién es?
—Se llama Félix Antonio Tirapegui.
—Nunca lo oí nombrar. ¿Y por qué
Reynoso iba a contarle a Tirapegui lo que
planeaban hacer?
—Tirapegui está considerado hombre de
Reynoso. Y en ese carácter ha asistido a reu-
niones del Club Baluarte que se han hecho en
la casa del diputado, en la calle Mendoza
XXX.
—¿Le informó sobre esas reuniones?
—Sobre todas. La última fue hace diez días.
En ella se decidió organizar una revolución,
como yo le expliqué.
—Me dijo que hubo otras reuniones...
—Sí, anteriormente se reunieron en la casa de
don Miguel Hajjar...
Jones conocía a Hajjar. Era un médico de
unos 36 años, que se domiciliaba en la zona
céntrica. Según él, sólo prestaba su casa, aun-
que no asistía a las reuniones”, lo que no era
cierto pues siempre estuvo presente.
—Después de la reunión en la casa de
Reynoso ¿hubo otras reuniones?—,
pregun-
tó Jones.
—Tirapegui sabe que se ha reunido un grupo
más pequeño en la finca del doctor Cantoni,
en Pocito. Pero a esa reunión no pudo asistir
ya que Reynoso le comentó que se había
resuelto desistir del plan revolucionario e
insistir en la intervención de la provincia.
E
l gobernador permaneció muy serio y
no hizo comentarios cuando se retira-
ba Colón Godoy...
El presidente del banco había hecho buenas
migas con Jones. Quizás porque ambos eran
descendientes de brítánicos, como también lo
era Sergio Bates. Aunque quizás, por esa
misma flema británica que lo caracterizaba.
nunca se había entablado una relación de piel.
P
ero volvamos al espía.
Lo que nunca supo Jones es que
Tirapegui había sido descubierto y
que ya no era confiable como informante.
Pero, además, que tampoco lo había sido en el
pasado pues igual que transmitía informacio-
nes al presidente del Banco Provincia, hacía
lo mismo con Reynoso. El hombre jugaba a
dos puntas y aseguraba su futuro. Hasta el día
que accidentalmente Reynoso supo la verdad.
Esto había ocurrido hacía ya varias semanas
y todo se originó en un comentario impru-
dente.
Colón Godoy tenía al periodista Sergio Bates
por un hombre de confianza. Recordemos
que él mismo sugirió al gobernador que se
hospedara en la casa del director del Diario
Debates cuando se supo que la vida del
mandatario corría riesgo.
Tras la discusión entre Bates y Jones y el
enfriamiento de la relación, Bates conver-
só con Colón en sus oficinas del banco. Y
tras relatarle el diálogo mantenido con el
gobernador, le hizo una pregunta inocen-
te.
—¿No estarán ustedes muy sugestiona-
dos con esto de las intenciones de asesi-
nar al gobernador? ¿De dónde sacan la
información?
Colón, confiado, contestó:
—Tenemos una persona infiltrada en el
bloquismo que nos informa de todo.
—Debe ser a muy alto nivel...
—Es un hombre del diputado Reynoso y tra-
baja en el banco...
Nada más dijo Colón y Bates no agregó
comentario alguno.
Pero días después, en una charla de café,
Bates —concientemente o no— hizo el
comentario ante gente allegada al cantonis-
mo:
—Cada cosa que hablan ustedes la sabe
Jones...
—Todo lo que decimos nosotros es público...
—También hay cosas que no son públi-
cas...
—Bueno, eso se hablará muy en privado.
—Tienen un hombre que lo traicionan.
—¿Y quién es?
—No lo sé y si lo supiera no se los diría.
Pero Colón Godoy se entera de todo a tra-
vés de un hombre de Reynoso.
L
os bloquistas no eran tontos. Y pron-
to llegaron al hombre.
—Si informa a Colón, es empleado
del banco—,
dijo alguien.
—Y si está cerca mío y es empleado del
banco, sin duda se trata de Tirapegui...
Detectado el hombre se presentaban varias
opciones.
—Nadie le haga ni diga nada. Vamos a
hacerlo jugar a nuestro favor...
A partir de ese momento Tirapegui dejó de
contar con información. Más que un infor-
mante,
pasó a ser un desinformador...
J. Colón Godoy, era presidente del
directorio y gerente del Banco Provincial.
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