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JONES
Quinteros y Elio Cantoni.
Fueron discursos tremendos.
El diario La Nación informó al día
siguiente que
“se atacó al gobierno en
forma acre e hiriente, como pocas
veces se ha oido en esta provincia”.
Pero la gente esperaba las palabras de
Federico.
Era como si sólo faltara la orden.
Y las palabras resonaron en toda la plaza.
— ¡Conciudadanos! Os concito a
que esteis listo. El que no tenga en
su casa un Mauser, que se provea
de un Winchester, agénciese de
una escopeta; y el que no pueda,
de un revólver. Y si esto no puede,
un cortaplumas. Y si por ventura
no hay un cortaplumas, aunque
sea un suncho, para que todos
contesten: “¡Listos!” cuando se os
llame a sacar vivo o muerto de la
Casa de Gobierno al traidor
Jones.
La revolución estaba en marcha.
La bronca de la gente era genuina.
El montaje del acto había sido perfecto.
Por la calle Mitre desde
temprano se observó la presen-
cia de gente que llegaba en
vehículos de todo tipo. Cuando
se produjo el arribo de Cantoni
la multitud estalló en aplausos.
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