la_cena_de_los_jueves2 - page 96

Encargó los estudios para un puente
sobre el río San Juan, a la altura de Villa
Independencia, que posibilitara llegar a
Caucete. La obra también se hizo tiempo
más tarde.
Encargó los estudios para embalsar el
río San Juan en el Valle de Ullum y del
río Jachal en la quebrada de Mogna.
Inició las obras del ferrocarril a Jáchal,
a la que auguraba un gran futuro ganade-
ro.
Hizo un contrato con el Instituto
Geográfico Militar para el levantamiento
de la primera carta geográfica de la pro-
vincia.
Creó la escuelas de artes y oficio e ins-
trucción primaria dentro de las cárceles de
San Juan y Jáchal, para la educación de
los penados y recluidos.
Por un decreto del 13 de setiembre de
1920, prohibió a los empleados públicos
ser proveedores o empresarios de cual-
quier clase de materiales u obras que se
ejecuten por cuenta del gobierno.
Comenzó a construir (en Chimbas) la
nueva cárcel pública e inauguró un nuevo
cementerio colindante con el antiguo.
Construyó el camino al Médano de
Oro, que lleva el nombre del ingeniero
Abraham Tapia.
Inició la construcción del canal 9 de
Julio, de 19 kilómetros, que riega ese
departamento.
Reformuló el parque de Mayo, hacien-
do construir el lago, dos canchas de tenis
y las calles internas.
Pero había una serie de proyectos que no
se veían, como las obras. Por ejemplo:
Un sistema impositivo donde la contri-
bución directa de las propiedades aumen-
taba cuando mayor era ésta. Intentaba así
transformar una provincia con pocos lati-
fundista en una con miles de pequeños
propietarios.
Proyectó un impuesto a la herencia que
crecía cuando mayor era el valor o dismi-
nuía el grado de parentezco.
Mandó a hacer un censo de plantacio-
nes, para controlar la producción tanto en
lo que hace a la producción como a su
aporte impositivo.
Por ley fomentó la existencia de unio-
nes vecinales para que trabajaran junto
con el gobierno en el mantenimiento de
calles y caminos.
Creo la oficina de control de la elabora-
ción del vino.
P
ara las condiciones que le tocó
gobernar no fue poca la labor.
Pero en aquellos días no se
hablaba de obras en la ciudad...
—Mi buen amigo, no tengo palabras para
agradecer su hospitalidad...
—Es un honor, tenerlo en mi casa, doctor.
Amable Jones conversaba con el director del
diario Debates, don Sergio Bates.
—¡Qué cosas tiene la política, mi buen
amigo!
—Doctor, la política tiene sus meandros y es
necesario conocerlos para no perderse.
—¿Qué me quiere decir?
—Espero que no se ofenda por lo que le voy a
decir... Creo que usted es un hombre de bien,
un hombre que salió de la nada, de una pro-
vincia pobre e inculta y por su propio esfuerzo
llegó a ser un científico de fama pero... creo
que esa superioridad intelectual suya no alcan-
za para conducir por si sólo una provincia que
exige la presencia de reconocidos administrati-
vos, juristas, especialistas técnicos y conoci-
mientos sociológicos del medio... Pienso, doc-
tor que usted no conoce a los hombres que se
mueven en el círculo de la política y que por
haber estado muchos años fuera de la provin-
cia, no maneja los códigos con que se mueve
la sociedad sanjuanina.
—Sinceramente, no le entiendo Bates...
Bates tomó un sorbo de café.
—Voy a ir al grano, doctor. Creo que usted ha
cometido el error de dejarse sitiar, ahogar, por
un estrecho círculo de hombres que no permi-
ten que lleguen a usted las voces del pueblo ni
que se acerque a su persona nadie que no per-
tenezca a ese grupo.
E
l rostro de Jones se había puesto muy
serio. Evidentemente no estaba de
acuerdo con lo que decía el periodis-
ta. Pero éste continuaba:
—La calumnia y el chisme se han transforma-
do en el arma predilecta de sus allegados. Es
así como usted ha quedado preso de una situa-
ción que en política no es buena: por un lado
su círculo, integrado por hombres que no lo
aconsejan bien y por el otro el resto de los
sanjuaninos al que sus allegados desprestigian,
calumnian y alejan de usted.
—Mire, Bates...
El periodista hizo como que no escuchaba la
interrupción y prosiguió:
—Ese grupo que lo rodea, doctor, ha ido ale-
jando de usted uno a uno a los hombres que
podían decirle la verdad, le han hecho creer
que se bastan para defender su vida y mientras
tanto...
—Mientras tanto... ¿qué?
—Doctor, lo que voy a decirle es grave pero
usted debe saberlo. A sus espaldas, hay gente
que está haciendo buenos negocios.
—No voy a aceptar eso, Bates...
El periodista comprendió que había ido dema-
siado lejos. Que su sinceridad había creado
entre él y el gobernante una muralla impene-
trable. No podía ya volver atrás.
—Ahí tiene el caso de su ministro Justo
Zavalla. Un hombre inteligente. Pero dueño
de una inteligencia indómita y mal encamina-
da, que necesita el freno de la educación, de
la experiencia y del dominio de los buenos
instintos para que dé frutos saludables. Nadie
como él ha tenido en sus manos una influen-
cia más absoluta que le habría permitido cau-
tivar las mayores simpatías... y nadie tampoco
ha conquistado en tan poco tiempo odios más
profundos. El debió atemperar los espíritus en
lugar de sembrar la discordia incontenida y
violenta.
Jones ya no escuchaba pero Bates continuaba:
—Ahí tiene el caso de su jefe de Policía,
Honorio Guiñazú, maestro de la cortesanía y
príncipe de la audacia. Ha sido su secretario de
la Gobernación y director del Boletín Oficial.
Desde que llegó es considerado el hombre más
influyente del gobierno. Desde que está en la
Policía vive comprando armas en Buenos Aires,
caballos para el escuadrón en Villa Mercedes,
reclutando efectivos que engrosan las planillas
de sueldo pero nadie ve. Jamás en la Policía
sucedieron cosas como las que hoy están suce-
diendo, doctor. El famoso
“degüello de vigilan-
tes”
se ha convertido en un sistema ya que la
mitad de los que figuran en planilla no existen
sino que sus sueldos se reparten entre comisa-
rios y subalternos o se utilizan para compensar
el servicio doméstico de muchos funcionarios.
La policía, doctor, no tiene hoy plata ni para
comprar el diario...
—Sólo una cosa voy a decirle, Bates: me cor-
taría la mano antes de firmar el decreto rele-
vando a Guiñazú... Y si me perdona, estoy
muy cansado. Voy a retirarme a descansar.
E
ra ya 19 de setiembre. Al día siguiente,
Amable Jones abandonó la casa de
Bates instalándose nuevamente en su
residencia.
Jones no quería escuchar a
quienes le traían denuncias
Sergio
W. Bates.
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