la_cena_de_los_jueves2 - page 87

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La provincia en
un callejón sin salida
JONES
N
ingún día fue fácil para Jones en
San Juan.
Pero entrar en detalles significa per-
derse en los vericuetos de la historia.
Es agregar cientos de nombres que cumplie-
ron papeles secundarios y es relatar una y
diez veces la misma historia, ante distintos
hechos.
El caso es que Jones fue quedando cada día
más solo.
En San Juan todo era una ficción.
Y al pobre Jones le quedaban pocas alternati-
vas: renunciar, esperar una intervención que
tarde o temprano llegaría o seguir adelante,
avanzando con los pocos hombres que le que-
daban y lo rodeaban y sostenido por el presi-
dente de la Nación...
Optó por esto último.
A la oposición le ocurría otro tanto.
Tenía cercado al gobernador.
Contaba con la prensa, tanto nacional como
provincial y el parlamento nacional se había
transformado en una caja de resonancia de
sus reclamos a través de los legisladores san-
juaninos pero no lograba que fuera interveni-
da la provincia.
Tenía número suficiente para controlar la
Legislatura pero no podía ejercer ese control.
Tenía a los magistrados y abogados de su
lado pero la justicia estaba en manos de unos
pocos hombres que respondían al Jonismo.
Se sabía apoyada por la gran mayoría de la
población pero no podían demostrarlo en las
urnas.
Los municipios seguían en manos de comi-
sionados.
Y
a ni con los propios podía contar
Jones.
Los dirigentes de la fracción deno-
minada “jonista” o “situacionista” Eduardo
T. Vaca, Roberto Adaro y Eduardo Argüello,
entre otros, hicieron público un documento el
7 de septiembre, anunciando que la UCR reti-
raba el
apoyo moral y material al gobierno
que preside Amable Jones “por traidor
confeso a las tradiciones radicales”
Pero Jones seguía firme en esto que cada día
se parecía a una ficción.
—Yo gobernaré con o sin partido—,
dijo.
Y lo decía convencido de que el radicalismo
sanjuanino era igual a los partidos del régi-
men,
simples logias sustentadas por pactos
secretos, que se movían detrás de intereses
personales o de grupo y a los que les intere-
saba muy poco los principios ni la provin-
cia.
De a poco Jones se había transformado en una
especie de interventor presidencial.
Su poder
sólo se asentaba en el presidente de la
Nación y el Regimiento de Infantería.
Salvo
contadas excepciones, los cargos claves de su
gobierno lo desempeñaban hombres llegados
de afuera.
Lejos de integrarse al medio,
cada día se encerraba más en su círculo.
P
ara colmo, ese círculo era cada día
peor visto en la provincia.
El personaje emblemático era sin duda
Honorio Guiñazú,
transformado en jefe de
Policía.
Se decía que Guiñazú pagaba una nómina de
policías que en realidad no existía. Decenas de
“agentes”
recibían todos los meses los honora-
rios pero nunca nadie los vió, lo mismo que las
armas que cada tanto
“se compraban”
También se decía que Guiñazú había
“arre-
A poco de asumir Guiñazú allanó la mayoría de los garitos.
Ilustración: Miguel Camporro.
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