la_cena_de_los_jueves2 - page 145

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JONES
Domingo 20 — 14,10 horas.
S
onó el teléfono en la Seccional
Primera.
—Para usted oficial. Es el Comisario de
Ordenes.
Oviedo tomó el teléfono.
—Diga, mi comisario.
Del otro lado de la línea se escuchó la voz de
Ignacio de Oro, en ese momento a cargo de la
Policía.
—Oigame oficial. Envíeme inmediatamente
la tropa a la Central. Dele armas y treinta
tiros a cada efectivo. Hágame venir incluso
a los que están de franco.
—Si señor, inmediatamente.
No había terminado de colgar el teléfono
cuando llegó al lugar el comisario de la
Primera.
—Decime, Oviedo... ¿vos me querés cagar
a mi?
—¿Por qué lo dice mi comisario?
—¿Como mierda le mandás el telegrama al
jefe sin avisarme a mi? ¿Vos te crees que
yo estoy pintado acá?
—Perdone mi comisario pero el telegrama
decía que debía entregárserlo al jefe. Por eso
le envie una copia a usted....
—Te quedás acá en la comisaría con el
cabo y el agente Herrera. La tropa se va
conmigo a la Central.
—Sí señor.
Domingo 20 – 14,45 horas
E
l ingeniero Porto miró su reloj. Eran
las tres menos cuarto de la tarde y el
almuerzo en la casa de Ramón Cruz
ya había terminado pero los comensales conti-
nuaban sentados a la mesa comiendo mandari-
nas y bebiendo.
—Oiga, Yañez, llame a Bossio y Stockle y
síganme a la pieza aquella —,
dijo Porto
señalando uno de los dormitorios de la casa.
Yañez fue a buscar a los otros y cinco minutos
después los cuatro hombres estaban reunidos.
Porto cerró la puerta y se sentó en la cama.
—Señores, nuestra misión es tomar la
Seccional Primera de Policía. Afuera nos está
esperando un auto con el chofer Balmaceda.
—¿No seremos pocos para tomar la comisa-
ría, ingeniero?
—No. A esta hora no debe haber más de dos
milicos de guardia.
—¿Y si hay resistencia? –
El que preguntaba
era Bossio.
—No habrá resistencia. Los milicos no se
esperan un ataque. Vamos a tratar de que no
haya tiros. Pero si los hay...
—¿Qué vamos a hacer una vez que tome-
mos la comisaría?
—Vamos a sacarles todas las armas y nos
vamos a llevar a los milicos detenidos.
—¿Y después?
—Atendeme Bossio. Pero atendeme bien por-
que una sola vez te voy a explicar las cosas. A
esta hora, Jones ya dejó de ser el gobernador de
San Juan. Lo importante ahora es que la Policía
no controle la situación porque si eso ocurre de
nada habrá valido todo lo hecho hasta ahora.
Tenemos que tomar la Central y la Casa de
Gobierno. A partir de ese momento, nosotros
somos el poder. ¿Entendiste?
—Sí, jefe.
Domingo 20 – 15,15 horas
A
las tres y cuarto, Porto, Yañez, Stocle
y Bossio salieron de la casa de
Ramón Cruz.
Subieron al auto, donde los esperaba
Balmaceda. Porto se ubicó al lado del conduc-
tor y los otros en el asiento de atrás.
—Vamos a la casa del doctor—,
dijo el inge-
niero.
Minutos después el auto se detuvo en el solar
de la calle 9 de Julio, entre Catamarca y Alem.
La reunión con Cantoini duró unos pocos
minutos. Luego los hombres volvieron a
ascender al auto y se dirigieron por 9 de Julio
hacia el oeste. Al llegar a Alem doblaron a la
izquierda. El coche se detuvo finalmente sobre
calle Alem, metros antes de Mitre.
Los cuatro hombres bajaron del auto. Porto
ordenó al chofer:
—No parés el motor y estate alerta por si
hay que escapar rápido.
Abrió la puerta del baúl y sacó dos de los cua-
tro Winchester que allí había. Le entregó uno a
Stockle y se reservó el otro.
—¿Están listos ustedes?—
preguntó porto a
Yañez.
—Sí, ingeniero—,
dijo Yañez amartillando el
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