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CAVIC: CUANDO EL
ESTADO QUISO SER EMPRESARIO
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JUAN CARLOS BATALLER - EDGARDO MENDOZA
LOS AÑOS 60 - SUCESOS
ue una creación típica de aquellos
años 60 cuando se pensaba que el
Estado debía solucionar todos los pro-
blemas de la economía aunque para
ello debiera transformarse en empre-
sario.
Había una realidad concreta: los bodegueros
nunca fueron generosos al momento de pagar la
uva. Y eran rápidos para ponerse de acuerdo y
bajar los precios. Para el viñatero, un año de exce-
lente cosecha constituía el peor de los castigos: la
sobreproducción. Que se traducía en precios
bajos.
Y en aquellos años los viñateros no hablaban
de diversificación, de sistematización del riego, de
uvas varietales, de formación de cooperativas.
Cuando tenían un problema, sólo recurrían al
Estado.
Leopoldo Bravo asumió como gobernador el
12 de octubre de 1963 y muy pronto se encontró
con la novedad que la cosecha que se anunciaba
para dentro de algunos meses sería excepcional.
Esto más que una buena noticia era señal de
catástrofe, pues la sobreabundancia de uva redu-
ciría los precios a valores irrisorios. Se calculó que
estos serían tan bajos que a los pequeños pro-
ductores ni siquiera les convendría levantar la
cosecha.
La solución- siguiendo la corriente de aquellos
años- pasaba por el Estado. El gobierno reaccio-
nó con rapidez y en pocas semanas, previa con-
sulta con los interesados, puso en marcha la
CAVIC –Corporación Agroeconómica Vitícola y
Comercial- como “ente regulador de los precios”.
Para ello en sólo dos meses (sesenta y un días) se
transformó el deposito de la Bodega del Estado
en una bodega industrializadora. Se contrataron
1200 operarios que trabajando en tres turnos per-
mitieron que la CAVIC comenzase a operar para la
cosecha del año 1964. La nueva bodega contaba
con cuatro moliendas, con fermentadores conti-
nuos de una capacidad de 750.000 litros cada
uno, lo que permitió procesar una cuarta parte de
la producción total.
Aquel primer año, la CAVIC compró uva a un
precio que fue remunerativo inclusive para los
pequeños productores, sobre todo los minifundis-
tas, aquellos que poseían hasta tres hectáreas,
que representaban unos 5.000 sobre los 9000
productores existentes.
Los bodegueros no tuvieron más remedio que
adecuar sus precios a los de la Corporación.
Pero expresaron su protesta por la intromisión
estatal que no sólo pretendía regular el mercado
sino que incorporaba un impuesto del 5% sobre
toda la producción para destinarlo a la formación
de fondos del nuevo organismo.
Las protestas fueron varias y se movilizó a la
Asociación Vitivinícola Argentina. Hubo además
una presentación del doctor Osvaldo Maurín
Navarro impugnando la ley 3.019 que daba forma
legal a la CAVIC. Finalmente la Corte Suprema de
la Nación rechazó el pedido de inconstitucionali-
dad.
Por aquellos años, la CAVIC fue la gran bode-
ga sanjuanina. Apoyada en una importante publi-
cidad –auspiciaba cuanto evento se realizara en
San Juan- logró atraer a unos 3 mil productores
que le entregaron sus uvas y salir al mercado
nacional, aunque nunca llegó a comercializar más
del 5 por ciento de la producción nacional, lo que
desvirtuaba la idea que podía ser un gran “ente
regulador del mercado”.
Sus ventajas competitivas eran muy grandes.
Tenía el 5 por ciento del valor de toda la produc-
ción –incluso de lo que producían sus competido-
res-, no pagaba alquiler por la Bodega del Estado
y si existía algún quebranto estaba siempre el
Estado dispuesto a ayudarla crediticiamente.
Depuesto el gobierno provincial por el golpe
de estado del General Onganía, el destino de la
CAVIC fue diverso. Comenzaron las intervencio-
nes, predominaron los fraudes, los quebrantos,
las malas administraciones. Hasta que en 1980 el
gobierno militar del brigadier Zamboni la transfor-
mó en una cooperativa, donándole 20 millones de
litros de vino y condonándole deudas.
Ya en manos de los viñateros, las cosas fueron
de mal en peor. El vino desapareció de la bodega,
se acumularon las deudas, intervino la Justicia y
cuando se alzaban nuevas voces de la dirigencia
pidiendo un nuevo “salvataje” de la CAVIC, esta
dejó de existir. Según cálculos que se hicieron en
la época, la CAVIC absorbió media cosecha anual
por vía del aporte compulsivo del 5 por ciento
durante 10 años, acumuló deudas por más de 100
millones de australes y liquidó las existencias víni-
cas que le donó la provincia.
Mientras nosotros nos entretuvimos discutien-
do sobre la CAVIC o el Consejo de Protección de
la Producción Agrícola, el mundo había cambiado
y el país también. El consumo por habitante caía
drásticamente, el futuro pasaba por la incorpora-
ción de moderna tecnología, por varietales de
calidad, por impecables presentaciones del pro-
ducto. Y todos esos temas habían estado ausen-
te de una dirigencia viñatera con anteojeras.
El gobernador Leopoldo Bravo guía al comandante en jefe del Ejército, teniente general Juan Carlos Onganía y al comandante del
III Cuerpo, general Alejandro Lanusse, durante una visita a CAVIC en julio de 1965.
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