El Nuevo Diario - page 13

ron las niñas que hoy tienen 2 años y 5
meses.
Del basurero a
la casa de Analía
H
ace cinco años, en el basural del
fondo de su casa, Analía encon-
tró a María. Estaba llorando, con
un bebé de menos de un mes en brazos
y cajas de ropa. Analía cuenta que al
verla en ese estado decidió darle un
lugar en su vivienda y que hasta ese mo-
mento María vivía a la vuelta de su casa,
junto a un chico de 16 años, que era el
padre de la criatura que tenía. La pareja
se habría peleado porque ella maltrataba
al recién nacido.
Desde entonces las mujeres y sus hijos
vivieron juntos. Incluso las criaturas de
María eran como hijos para Analía, ella
los bautizó y el varoncito es ahijado de
su madre, Graciela.
Probablemente las cosas cambiaron
cuando el hijo de Analía comenzó a cre-
cer. La primera vez que el chico tuvo re-
laciones con María fue cuando él tenía
doce años. Según el relato de él, estaba
jugando en su pieza cuando la mujer
entró desnuda. El tiempo pasó y los en-
cuentros se repitieron. Sin embargo,
nada ponía en alerta a Analía. En su fa-
milia hubo casos de abuso, ella conoce
algunos de los indicios de estas situacio-
nes, pero nunca percibió nada raro.
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Analía la mujer que le dio un lugar en su casa a María, quién mantenía relaciones con su hijo de 14 años.
Viernes 30 de septiembre de 2016
Una mujer de 39 años
con 6 hijos - tres ya dados
en adopción - y un retraso
madurativo, tenía desde hace
dos años un amante hoy de
14, con el que tuvo un hijo
hace cinco meses.
A
nalía llegó a su casa y encontró a
su hijo de 14 teniendo relaciones
con María, una mujer de 39 años
a la que le dio un lugar en su hogar hace
cinco años. Al ser sorprendida, María le
confesó que su beba de cinco meses es
hija del adolescente. El caso ocurrió en el
Lote Hogar 34, de La Bebida, y llegó a
ser noticia nacional.
El hecho descripto probablemente resulta
aberrante, pero la situación es bastante
más compleja. María sufre retraso madu-
rativo, prácticamente no tiene familia,
vivió un tiempo en la calle y en total tuvo
seis hijos. Los tres mayores fueron adop-
tados, el cuarto lo tuvo con otro chico
menor de edad, luego llegó una nena que
hoy tiene dos años y por último la beba.
Por otra parte, el adolescente no es total-
mente consciente de que por ser menor
de edad lo que vivió fue una situación de
abuso. Hasta que su madre los encontró,
nunca manifestó algo raro y, aparente-
mente, él ya sabía que la beba sería su
hija. A su vez, vive una realidad delicada:
padece fibrosis quística, una enfermedad
mortal, y pasa mucho tiempo dentro de
su casa. Hasta el año pasado él, su
madre y María vivieron en Barreal y no
pudieron concretar el cambio de escuela,
así que este año no fue a clases.
Analía recibe una pensión por la discapa-
cidad de su hijo, hace algunos trabajos
de limpieza en casas y corta ladrillos.
Aunque vive la situación como una trai-
ción, quiere que los hijos de María que-
den a su cargo, aún si la beba no es su
nieta.
No se trata de un hecho aislado, ni algo
que ocurrió en algún departamento ale-
jado. Esto sucedió a pocos kilómetros de
la ciudad, en un departamento como Ri-
vadavia, donde contrastan los countries y
otros costosos barrios residenciales, con
zonas en las que la gente vive en extre-
mas condiciones de pobreza y hacina-
miento. Si bien la resolución del conflicto
más visible, lo que pasará con la mujer
acusada de abuso y cuál será el destino
de sus hijos, está en manos de la justicia,
queda por detrás una compleja trama so-
cial y cultural.
La mujer que le dio
techo a María
A
nalía trabaja limpiando casas y
cortando ladrillos. Creció junto a
ocho hermanos y su madre, Gra-
ciela, que los crió prácticamente sola con
lo que ganaba en sus trabajos como em-
pleada doméstica. A pesar de la necesi-
dad, ella cuenta con orgullo que jamás se
prostituyó.
Desde hace tiempo Analía tiene una ca-
sita en el Lote Hogar 34. De sus hijos, la
mayor ya no está en su casa y el que le
sigue, su hijo de 14, vive con ella. Él pa-
dece fibrosis quística. Se trata de una
patología potencialmente mortal y el
adolescente tiene problemas en pán-
creas, hígado y pulmones. Por esa en-
fermedad, pasa más tiempo en su casa
que en la calle. Este año no pudo ir a la
escuela porque él y su madre estuvieron
viviendo en Barreal y al regresar a la
ciudad no concretaron el cambio de es-
tablecimiento.
Con retraso
madurativo y sin
familia
“María vivía en la calle”
, cuenta un
amigo de ella, Marcial González. Él es
comerciante, vive en Marquesado y
tiempo atrás supo darle un lugar en su
casa a la mujer. Es que, explica Marcial,
ella no tiene familia y sufre una especie
de retraso, pero nunca le diagnosticaron
algo concreto. Una de las pocas perso-
nas que podría haber estado cerca de
ella es su madre, pero aparentemente
también padece algún tipo de problema.
Antes de vivir con Marcial, María tuvo
tres hijos, que hoy vivirían con una fami-
lia en Pocito. Luego tuvo otros tres más.
El cuarto, que hoy tiene cinco años, fue
con un chico de 16 años, también ve-
cino del Lote Hogar 34, después llega-
EL CASO DE LA MUJER DE 39 AÑOS QUE TUVO UN HIJO CON UN CHICO HOY DE 14
El día que Analía
descubrió a María con
su hijo
L
a familia ensamblada se quebró el
20 de septiembre. Ese día Analía
salió a comprar mercadería alrededor
de las cinco de la tarde. Cuando regresó tres
horas después, en su casa habían puesto la
música a todo volumen. Le llamó la atención
y fue directo a la pieza de su hijo para ver
qué pasaba. Apenas abrió la puerta encon-
tró al chico y a María teniendo relaciones.
“¿Por qué me hacen esto?”,
fue una de
las pocas frases que pudo armar Analía en
medio de la bronca. Le pegó a María y esta
le respondió diciéndole que su bebé es hija
del chico. Desde entonces, la situación solo
empeoró. María se fue de la casa y se refu-
gió en la de su amigo Marcial. Después re-
gresó al Lote Hogar para buscar a sus dos
nenas, que hasta hoy están con el hombre
en Marquesado. En esa misma casa viven
otras personas a las que él les da lugar. Él
quiere que las niñas queden a su cuidado y
sostiene que Analía y su familia maltrataban
y explotaban a María, que quedó detenida.
Dice que la mujer pasaba hambre y que
tanto Analía como Graciela le enseñaron a
la nena de dos años a decirle puta a María y
a llamarlas “mamá” solo a ellas. Dice que las
mujeres no quieren entregarle los documen-
tos de las criaturas y que no puede llevarlas
ni siquiera a atender a la salita. Analía y
Graciela expresan que ellas han criado a las
niñas y quieren que queden a su cuidado.
Un drama social
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