El Nuevo Diario - page 10

-Sí, fui a pedir préstamos, pero me ponen
tantos requisitos que no puedo acceder a
ninguno. Tengo sólo una pensión de 4.000
pesos. Una persona me dijo: “Si no tiene
todo esto, no le podemos dar nada”. “Si yo
tuviera todo eso, no estaría aquí”, le res-
pondí. Una persona inteligente, puede ha-
cerse pasar por tonta, pero una persona
tonta jamás será inteligente.
-¿Cómo conociste a tu esposa, María
Laura?
-En una misa. Fui con un amigo y después
comenzamos a reunirnos en grupo. Luego
de dos años le pregunté si quería ser mi
novia, porque sabía que su familia podría
decir: “¿Salir con un ciego? ¡No!”. Al princi-
pio pensaba, quién se va a fijar en mí. Ahora
hace 8 años que estamos juntos y tenemos
una hija de 6 años, María Concepción, a
quien sueño con poder ver alguna vez.
-Tu familia es tu gran apoyo.
-Sí, mi esposa, mi mamá Lucía, mis herma-
nas Lucía, María y Mabel, y mis cuñados
Juan, Ramón y Walter, porque si no los
nombro, me matan (risas). Todos me ayu-
dan con la fabricación de escobas y lampa-
zos.
cansé. Estuve mucho tiempo deprimido.
Mi mamá fue mi principal apoyo. Ella no
me dejaba caer, me hacía pelar verduras,
limpiar, todo para que me levantara de la
cama. Cuando tomé en mis manos el
bastón de un niño ciego todo cambió. Ahí
me di cuenta que quien nace ciego no
puede saber cómo es el cielo, ver la luz,
nada. Yo tuve la suerte de ver y esos re-
cuerdos están conmigo. Antes tenía
vista, pero estaba ciego y ahora, que
estoy ciego, veo. Hoy digo que por algo
Dios me necesita ciego.
-¿Cómo fue reaprender a movilizarte
solo?
-Fui a la Escuela Braille. Al principio tenía
terror. Ahí me decían que si yo no me
soltaba nunca podría aprender. Fue muy
difícil. Ahí aprendí a hacer plumeros,
lampazos, escobas. Luego, el profesor
Fernández de la Escuela Monseñor Ga-
llardo, de El Médano, con mucha pacien-
cia me enseñó a armar bien las escobas
y a coserlas, que es lo que más me
cuesta aún. Después, un tío que está en
el cielo me ayudó a armar la máquina
para hacer lampazos y mi cuñado Walter,
el esposo de mi hermana Mabel, es
quien siempre me ayuda en todo. Yo
sueño con tener mi local de ventas, pero
bien armado. Esa es mi antorcha mayor.
Tener el local y dar trabajo a gente con
discapacidad.
-¿Cómo vendés tus productos?
-Por las casas y en algunos lubricentros y
comercios. Hace un tiempo, en una esta-
ción de servicio una persona me dijo: “De-
jame cinco lampazos grandes y no volvás
más, sólo lo hago para colaborar con vos”.
No necesito que nadie colabore conmigo,
este es mi trabajo. Yo soy ciego, pero no
quiero la lástima de nadie, quiero respeto.
Nuestra principal discapacidad es la len-
gua, con lo que decimos podemos herir
mucho a una persona.
-¿Buscaste ayuda para poner tu local?
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Estuve mucho tiempo
deprimido. Mi mamá fue
mi principal apoyo. Ella
no me dejaba caer, me
hacía pelar verduras,
limpiar, todo para que me
levantara de la cama.
Cuando tomé en mis
manos el bastón de un
niño ciego todo cambió.
Ahí me di cuenta que
quien nace ciego no puede
saber cómo es el cielo, ver
la luz, nada. Yo tuve la
suerte de ver y esos
recuerdos están conmigo.
Viernes 3 de marzo de 2017
LA HISTORIA DE SUPERACIÓN DE GUILLERMO GUIRADO
Guillermo con su hija María Concepción
(adelante) y una de sus sobrinas.
“Soy ciego, pero no quiero la
lástima de nadie, quiero respeto”
H
ace 19 años, Guillermo Guirado
descubrió cómo la vida puede
cambiar en un escaso margen de
tiempo. Con 28 años, una noche se
acostó a dormir y cuando despertó al día
siguiente estaba ciego. Tenía 28 años en
ese momento, durante meses estuvo in-
ternado tanto en San Juan como en Bue-
nos Aires, pero nunca encontraron un
diagnóstico preciso sobre los motivos que
originaron su ceguera.
Cansado de tantos tratamientos, Gui-
llermo decidió aceptar su nueva condición
y seguir adelante. Hoy, con 47 años, está
casado hace 8 años con María Laura y
tiene una hija de 6 años, María Concep-
ción, a quien sueña con ver alguna vez, y
montó su propia fábrica de escobas y
lampazos, que vende al por menor y en
lubricentros y comercios.
-¿Naciste ciego o sufriste un acci-
dente?
-Fue de un día para el otro. Me acosté
una noche y amanecí al otro día, ciego.
Antes sentía algunas molestias, como
que me ardían los ojos y los sentía cansa-
dos, pero nunca me imaginé que podía
quedar ciego.
-¿Qué te dijeron los médicos?
-Nunca me dieron un diagnóstico certero.
Me explicaron que se cortó el nervio óp-
tico y que era previsible que pasara, pero
no me dijeron por qué. Cuando me dijeron
eso, yo pregunté: Si estamos sentados a
una mesa, con dos armas cargadas y una
de ellas se dispara sola, sin que nadie la
toque. ¿Era previsible que pasara? Estaré
ciego, pero no me gusta que me tomen
por tonto.
-A partir de ese momento cambió toda
tu vida
-Estuve internado tres meses en el Hospi-
tal Marcial Quiroga y luego fui a Buenos
Aires, a través de Acción Social, pero
nunca me dieron un diagnóstico y me
A los 28 años, la vida
de Guillermo Guirado
dio un vuelco de 180
grados: una noche se
acostó a dormir y
despertó sin poder ver.
Durante meses estuvo
internado en San Juan y
Buenos Aires, pero
nunca encontraron el
origen de su ceguera.
Hoy tiene una fábrica de
escobas y lampazos y
desea tener su propio
local comercial.
Fábrica
G
uillermo vive aún en su casa paterna, donde
toda su familia lo ayuda para la fabricación de
escobas y lampazos que vende ahí mismo,
en la calle Comandante Cabot 3674 oeste. Pero
sueña con poder tener su propio local bien armado.
“Si consiguiera la plata, me compro un terreno y cons-
truyo mi negocio bien puesto ahí”, asegura.
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