la_cena_de_los_jueves2 - page 170

El responsable
No están en San Juan los responsables
del asesinato.
Sus autores materiales son instrumentos
ciegos de las pasiones desencadenadas allí
por factores extraños.
No son ellos responsables como el propio
gobernador no era responsable de los
atropellos que cometía.
El único responsable del crimen, el autor
verdadero de los atropellos que lo explican,
es el señor Hipólito Irigoyen.
(...)
Esta es la última consecuencia, la más
grave hasta hoy, de la obra de corrupción, de
desquicio, de frenética arbitrariedad que el
señor Irigoyen realiza en las provincias, con
sus intervenciones primero, con sus
gobernadores después, para satisfacer
bajas miras personales, afanes enfermizos
de mando sin control
La Fronda
Semanario de Buenos Aires
164
JONES
acontecimiento vino a empeorar el ya gravísi-
mo estado de cosas: durante una estada del
doctor Cantoni en Jáchal, departamento repu-
tadísimo siempre por su considerable caudal
electoral, un secuaz suyo cometió algunas
depradaciones en terrenos ajenos y luego fue
a refugiarse en su casa.
U
n pelotón de policias, en actitud más
o menos provocativa, pidió la entre-
ga del sujeto en cuestión al doctor
Cantoni y éste, que se había parapetado con
alguno de sus sus hombres en el techo de la
casa, lo negó. Entonces aquellos rompieron
fuego, el que durante unos minutos se hizo
nutrido por ambas partes.
En la refriega, resultó herido el propio
Cantoni en un pie, herida un poco sospechosa
pero herida real al fin.
Después de una ligera cura, Cantoni regresó a
San Juan con varios amigos. Y fue en la pro-
pia ciudad, en la esquina misma de la casa de
gobierno, parado en el automóvil en el que
acababa de bajar y ante un auditorio de más
de mil personas, cuando el doctor Cantoni,
explotando su herida con fines políticos, pro-
nunció además de uno de los peores insultos
contra el doctor Jones, las más imprudentes
palabras que se hayan dicho en un país que
tiene resortes constitucionales a su alcance
para resolver todos los conflictos de gobierno.
Estas palabras fueron más o menos las
siguientes:
—Conciudadanos: os consito a que esteis lis-
tos; el que no tenga en su casa un mauser,
que se provea de un Winchester; y quien no
tenga Winchester agenciense una escopeta; y
el que no pueda esto, un revólver y si esto no
se puede, un cortaplumas; y si por ventura no
hay cortaplumas, aunque sea sea un suncho,
para que todos contesten ¡listos! cuando se os
llame a sacar vivo o muerto de la Casa de
Gobierno al traidor Jones.
E
sto fue a principio del mes del
corriente. Desde entonces nadie dudó
que los sucesos se precipitaban y que
la muerte del gobernador estaba muy próxi-
ma, a menos que la intervención o su propia
renuncia le bajara del poder.
El proyecto se concretó y terminó de formali-
zarse en la semana anterior, cuando se supo
que el martes había estado en la casa de
gobierno don Juan Meglioli, rico industrial de
posición política independiente, con vistas a
la Concentración y que había invitado al
gobernador a visitar unas obras que estaba
haciendo ejecutar en Carpintería, punto situa-
do a unos 15 kilometros de San Juan, obras
que consistían en una nueva toma y un canal,
destinados al riego de sus tierras.
El cerco se estrechaba cada vez más: el
gobernador y sus acompañantes almorzarían
en una finca de un primo de aquel, don
Victoriano Agüero a medio kilometro más
abajo del almacén de Miranda, en la misma
ruta. Estaba, pues, resuelto: el doctor Amable
Jones moriría el 20 de noviembre de 1921 a
mediodía sobre el camino que estaba termi-
nando de construir.
Hacía cuatro meses que se editaba un pasquín
cantonista titulado “La Verdad”, que tenía
como lema
“Combate la tiranía de Jones -
No teme las persecusiones”
y que aparecía
los jueves y domingos.
En el número del mismo día 20 publicaba un
cartel de media página, con orla de luto, como
suelen hacerse todavía los avisos fúnebres en
algunos diarios americanos, que decía:
“Liquidación. Se liquidan todas las existen-
cias de la tiranía Jones por ausentarse defini-
tivamente de la provincia el empresario”,
y
proseguía en ese estilo.
¿Y el gobernador qué hacía entre tanto? ¿Ni
el ni los encargados de velar por su seguridad
Ilustración: Miguel Camporro
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