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Juan Carlos Bataller
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Anécdotas de la política sanjuanina
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el famoso honorio
S
e llamaba
Honorio R.
Guiñazú
y lo trajo Amable Jones
cuando fue gobernador de San Juan.
Se hacía pasar por poseedor de títulos y honores pero la histo-
ria lo recuerda como un vivillo.
Tenía una virtud: conocía perfectamente la personalidad de
Jones. Y sabía que al gobernador le gustaba ser adulado. ¿Qué
hizo Guiñazú? Fue adulador hasta lo infinito. Hasta escribió un
libro hablando maravillas del gobernador.
—En esta provincia, doctor Jones, los mediocres tienen
envidia de su capacidad. Con usted están haciendo lo
mismo que hacen con cualquier persona que llega a San
Juan que no sea de la estrechez del círculo provincial.. ¡lo
combaten!.
Miento. No lo combaten. Lo difaman. Le hacen
el proceso de su moralidad, sea o no conocida. La inventan.
Son tan estrechos que no quieren que los argentinos educa-
dos en una cultura superior, contribuyan con su capacidad
al ennoblecimiento de los intereses morales de la inteligen-
cia. Prefieren extranjeros alquilados. Con razón Sarmiento
dividía en dos zonas la escuela política… ¡civilización o
barbarie!
Claro está, decía el inefable Honorio.
Y así fue trepando. Y de una especie de secretario privado,
pasó a ser jefe de Policía. Y su primera medida como jefe de
Policía fue formular un gran anuncio:
—Señores, el juego se terminó en San Juan. No es posible
que frente a la plaza 25 de Mayo haya casas de juego,
donde gente de trabajo pierde grandes fortunas.
Los diarios celebraron el anuncio.
Y Honorio hizo una demostración de que los hechos acompa-
ñarían sus palabras.
Se puso al frente de un escuadrón de caballería y entró con los
animales a un par de garitos, provocando el lógico estupor
entre apostadores y mirones.
—Están todos detenidos.
Nuevos aplausos de los diarios.
Pasaron algunas semanas y las cosas cambiaron.
Ya no hubo más procedimientos con caballería.
Ni siquiera hubo procedimientos.
Los garitos volvieron a desarrollar sus actividades. Es más, se
dice que nunca hubo tanto juego clandestino como aquellos
días en San Juan.
¿Qué hizo cambiar a don Honorio?
En aquellos años, el juego —como la prostitución—, era una
de las formas de financiamiento de los políticos y de enrique-
cimiento de los jefes de policía.
Los capitalistas se preocuparon mucho cuando apareció aquel
jefe de Policía “incorruptible”.
Hasta que pasados algunos días, les llegó una insinuación. Y
fueron a verlo a don Honorio. Dice la versión, que tal vez haya
perdido su fidelidad con el transcurso de los años, que el diálo-
go no demoró más de quince minutos.
Finalmente, hubo acuerdo respecto al monto que los capitalis-
tas debían acercar al jefe. Se dieron la mano y cuando la gente
se retiraba, se escuchó la voz de Guiñazú:
—Señores, antes que se retiren, ustedes me deben 3 mil
pesos.
—¿Porqué, don Honorio?
—Porque llevo tres semanas en el cargo…
—Sí pero nosotros no hemos podido actuar debido al accionar
de la policía…
—¿Y qué culpa tengo yo? Hubieran venido antes…
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