El Nuevo Diario - page 5

Viernes 23 de junio de 2017
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En ese tipo de
representación,
a Macri y a
Cristina se les
exige que sigan
siendo el
reflejo fiel de
los sectores
reflejados en ellos.
construcciones de género al hablar
(“todos y todas”) y pierda el tono disfó-
nico-épico en sus discursos, tendría
complicaciones en el vínculo con sus
representados. Porque después de
años de verse reflejados en esa mujer
por todo lo que hacía, decía y lucía, el
cambio podría romper con ese pacto
tácito de representación.
Con Macri sucede lo mismo, en sen-
tido opuesto. El jefe de Estado fun-
ciona como la representación
sociológica de sectores que durante
años acumularon un sentimiento de
hartazgo frente al relato cristinista. Por
eso, Macri seguirá siendo Macri si des-
deña a los partidos y si hace gala de
su desinterés ideológico, su informali-
dad y hasta de sus errores. Y no si un
día comienza a citar a Smith, se rodea
de sindicalistas y políticos tradicionales
y hace discursos de una hora.
Los seguidores de Cristina y de
Macri eligen “el voto de alguien
como yo”
, según la tipología de Sar-
tori. Entonces, cuando los dichos y he-
chos de uno y otro líder causan
sentimientos tan parecidos al odio, lo
grave es que ese odio no está desti-
nado sólo a ellos sino, sobre todo, a lo
que ambos representan. Y representan
a sus representados.
Porque ellos no son la grieta, son los
exponentes últimos de amplios secto-
res sociales que durante años estuvie-
ron alimentando, y retroalimentando,
una brecha profunda de intereses que
hoy parecen estar en las antípodas y
se presentan como antagónicos. Son
cientos de miles de argentinos enfren-
tados con otros cientos de miles. Es ló-
gico que en el medio hayan quedado
amistades truncas y familias partidas.
Cuando unos hablan de “la yegua”
Cristina y otros de “la basura” Macri, lo
que hablan es de un nivel de incom-
prensión del otro que opaca la raciona-
lidad y cualquier posibilidad de diálogo.
Quienes se reflejan con más virulen-
cia en Macri y Cristina proceden de
distintos sectores
(aunque a veces
vienen de los mismos estratos socioe-
conómicos), pero tienen en común ese
profundo desdén por el otro.
Se nota claramente en las redes socia-
les y en los foros. Por momentos,
el
nivel de descerebramiento que com-
parten algunos hace dudar de la es-
tabilidad emocional del argentino
medio
. No es solamente en el mundo
virtual. En la calle, quienes son las
caras más visibles de uno y otro sector
lo sufren a diario.
Pasó el último viernes: el ministro Ga-
ravano, la gobernadora Vidal y el pro-
pio Macri fueron escrachados e insul-
tados; una funcionaria nacional (que
viene del kirchnerismo) respondió a los
agresores de Garavano al grito de
“negra de mierda”, “mogólicos” y un
“cállense, villeros”. En otro lugar de la
Ciudad de Buenos Aires, un taxista re-
conoció al abogado de Cristina, Grego-
rio Dalbón, y le dijo que se bajara del
auto. Terminaron a las trompadas. Dal-
bón debió ser internado, después la-
mentó “el odio visceral que existe en el
país”.
Hablando de odio
. Esta semana se
conoció el documento electoral con
que Cristina acompañó el lanzamiento
del frente Unidad Ciudadana, la sigla
creada con el fin de no competir
con Florencio Randazzo en las PASO.
Cristina cumplió, una vez más,
en ser
más Cristina que nunca y seguir re-
flejando fielmente a sus representa-
dos
. No se trata sólo de posiciones
políticas más o menos aceptables,
más o menos debatibles. Se trata,
siempre, del nivel de desacreditación
que usa. Esta vez contra el presidente
que una mayoría eligió para sucederla.
Lo dice de corrido. Habla de “estafa
electoral”, “calvario”, “brutales políti-
cas”, situaciones de “desamparo”, “ex-
clusión”, “injusticia”, “pobreza” y
“sufrimiento”. Lo acusa del uso de “vio-
lencia”, “saqueo tarifario”, “persecución
política”, “falso discurso republicano”.
Y de llevar adelante un “plan de en-
trega”, un “espionaje propio de gobier-
nos dictatoriales” y un “escarnio
popular”. Además de transformar a jue-
ces y fiscales en “sicarios para eliminar
a opositores” y de promover la “desin-
tegración regional”.
¿No será mucho? No,
es lo necesario
para recordarles a sus representa-
dos que sigue siendo la misma
, que
sigue siendo como ellos.
Su ceguera para aceptar alguna auto-
crítica o para reconocer algo positivo
del otro no es muy distinta a la de los
macristas, que no logran ver nada po-
sitivo de las gestiones kirchneristas y
que se ofenden de la misma manera
que lo hacían los funcionarios K
cuando recibían una crítica.
En charlas privadas,
los máximos di-
rigentes cristinistas y macristas re-
conocen que la grieta viene de
abajo hacia arriba,
y que les es difícil
romper con tal inercia. Cuando lo in-
tentan, dicen, sus “gens” se lo recrimi-
nan. Unos, porque creen que hay que
ser implacable con un “Macri, basura,
que es la dictadura y gobierna para los
ricos”. Otros, porque “no puede ser
que no metan presa a esa chorra”.
No explican que en plena campaña
electoral sus asesores les recomien-
dan no dejar de polarizar –
Cristina vs.
Macri, Macri vs. Cristina
– para que
les vaya bien. El problema es que a
uno solo le va a ir bien.
La duda, la terrible duda argentina, es
si los líderes pueden ser algo más que
espejos elegidos para reflejar bien lo
que otros son, simples mortales que
corren a la historia por detrás.
O si son capaces de domar la inercia
de lo que reciben y aportar su particu-
laridad.
Entender que seguir profun-
dizando la grieta hoy les puede dar
un rédito electoral
, y sus representa-
dos se lo agradecerían. Pero saber
también que si algún día quieren salir
de ese pozo, deben dejar de cavar ya.
Cuando alguien logra cambiar así la
inercia de la historia, deja de ser líder
para convertirse en estadista.
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