El Nuevo Diario - page 16

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democracia
Añosde
la democracia
Los gremios en
C
uando se pasa revista a las últimas tres dé-
cadas de democracia en la Argentina vemos
reiterarse dos enfoques sobre el movi-
miento obrero. Sumado a ello, también sorprende
comprobar cómo se repiten las críticas al sindica-
lismo con argumentos exactamente calcados del dis-
curso de la Unión Democrática del año 1945.
El primer punto a tener en cuenta son las prevencio-
nes que generalmente tienen muchos políticos en
torno al poder sindical. Estas prevenciones nacen de
la superioridad demostrada por la forma de organi-
zarse de ese poder. Por otra parte, en estas tres dé-
cadas de democracia argentina, en su primera etapa
(1983-1989) también registró un fuerte impulso de
las llamadas ONG u “organizaciones no guberna-
mentales” que, por su orientación general y abierta,
siempre ha buscado diferenciarse de los sindicatos.
● ● ●
Muchos sostienen, desde el Radicalismo pasando
por las formaciones de izquierda, que el poder sindi-
cal en la Argentina no resistirá la democratización.
El segundo enfoque ya contiene una visión parcial, a
veces equivocada a propósito, sobre la función del
sindicalismo argentino. Esta visión sostiene que el
peronismo responde a una cultura militar autoritaria
originada en Perón. Y, por lo tanto, que el justicia-
lismo carece de tradición democrática. En tres déca-
das de democracia el argumento no ha cambiado y
todavía escuchamos a dirigentes e intelectuales pro-
gresistas sostener que el sindicalismo portador de in-
tereses corporativos es lo opuesto a la sociedad civil
expresión de la libertad.
● ● ●
Nada más falso y parcial si consideramos que la CGT
en momentos graves para las libertades de la ciuda-
danía fue vanguardia de reivindicaciones que trascen-
dían la problemática económica. No pensamos
solamente en Amado Olmos o en Saúl Ubaldini.
Los dirigentes sindicales que formaron parte de las lu-
chas democráticas fueron legión. Nuestro país cum-
plió treinta años de democracia con el sacrificio y el
esfuerzo de millones de trabajadores organizados.
No cabe duda que el movimiento sindical, y no es la
única vez que sucede, tendrá que conformar la van-
guardia de un frente social amplio y generoso.
¿Cómo, sino, potenciar la voluntad popular en función
de sus derechos y necesidades? Esto creemos que
vale más allá de los célebres relatos que invocan lo
“nacional y popular” pero que, sin embargo, condenan
a las mayorías en los comienzos del siglo XXI a un re-
troceso social único incompatible con un abanico de
derechos y garantías.
Radicalismo y
sindicatos 1983 – 1989
¿Quién no recuerda el desafío de la legislación pro-
movida por el “radicalismo sindical” del Ministro de
Trabajo Antonio Mucci que dio nombre a su proyecto
de ley? Se discutía por entonces el modelo sindical
argentino. Este descansa en el principio de CGT
única puesta que algunos creen que, según la ideolo-
gía, debería haber centrales obreras de distinto signo.
Del mismo modo se fue abriendo paso, en nombre de
un pluralismo declamatorio, el criterio de dar poder a
las minorías.
Es un error que proviene de creer que la manera de
apreciar y defender los intereses permanentes debe
responder a las ideologías políticas. La experiencia
histórica nos muestra que el progreso sindical siem-
pre impulsó la mayor concentración de fuerza aplica-
das a la “movilización” y a la “negociación”.
El sindicalismo ecléctico
El sindicalismo ecléctico es un conjunto diverso y
fragmentario. La ausencia de identidad ideológica y la
variedad de métodos concurren igualmente a su defi-
nición. Pero el rasgo principal, a nuestro juicio, es que
el sindicalismo ecléctico no tiene historia. Es una or-
ganización sin doctrina. Se trata de un cuerpo sin
alma. Este sindicalismo se levanta contra el principio
de la CGT nacional única y reclama capacidad para
Por
José Antonio Villa*
La grave crisis económica y los pro-
blemas con las cuentas públicas,
produjo en 1995 el “sanjuaninazo”.
Viernes 3 de enero de 2014
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En estas tres décadas de democracia, los sindicatos pa-
saron por diferentes épocas. De confrontación en la
época de Alfonsín, preocupados más por las cajas de
salud en la década del ’90, se acercaron al Gobierno con
Kirchner y se dividieron con Cristina Fernández.
En San Juan, los sindicatos protagonizaron jornadas me-
morables como el sanjuaninazo de 1995, la marcha de las
antorchas de UDAP, los docentes marcharon con un mi-
nistro de Educación en el Gobierno de Avelín y fueron
protagonistas principales en su destitución y con José
Luis Gioja, más allá de protestas puntuales, mantuvieron
una muy buena relación. Dos sindicalistas, uno represen-
tante de lo público y otro de lo privado, opinan sobre
estas tres décadas.
ejercer una representación colectiva. Pero ignoran, o
no lo dicen, que su criterio duplica y triplica las es-
tructuras de negociación. A fin de cuentas pierden los
trabajadores como bien enseña la experiencia.
Podemos decir entonces que entre 1989 y el 2000 el
eclecticismo sindical ha madurado. Se apoyó en la
crítica al peronismo sindical concentrándose en la
ruptura del sindicato más representativo. La principal
presión en los foros internacionales, no menos que
entre los progresistas del gobierno argentino (aconte-
ció lo mismo en 1930, 1944, 1956 y 1987 de la so-
cialdemocracia con la posición de la OIT), es el
reclamo de obtener la homologación de los acuerdos
salariales.
En definitiva, en la concepción ecléctica los sindica-
tos pierden autonomía y terminan dependiendo de
los “partidos políticos”. O, peor aún, dependiendo de
las propias patronales promotoras de “sindicatos de
empresas” que se enfrentan con el “sindicato profe-
sional”.
¿Un nuevo Sindicalismo
de programa ampliado?
Los programas de acción centrados en el aumento
de la masa salarial (al margen de la corrección infla-
cionaria) no agotan, ni muchos menos, las negocia-
ciones con el Gobierno en otros rubros, como puede
ser la prestación de servicios. Se trata de un sindica-
lismo que, en todos los países, advierte la reducción
de su contingente de afiliados en importantes secto-
res de la economía.
Precisamente un nuevo sindicalismo, de manera pro-
visoria podemos llamarlo “sindicalismo de servicios”,
supera aunque también complementa el objetivo bá-
sico de la lucha por los sueldos con nuevos progra-
mas no salariales con diversas prestaciones.
¿Pero qué puede hacer el sindicato a partir de sí
mismo, de su organización? Por lo pronto, asumir
una gestión devolutiva y de promoción respecto a
sus afiliados. Por último, decimos Devolutiva porque
queremos señalar los programas personales y fami-
liares (niñez, maternidad, tercera edad, entre otros
focos como es el caso de UPCN San Juan,) que de-
vuelve con servicios y programas asistenciales el
valor de la cuota sindical e incluso mucho más que
ella.
También decimos que el sindicato tiene que asumir
una actividad de promoción. Conviene aclarar este
punto ya que sobran evidencias que pueden resultar
útiles. La promoción de actividades sociales realiza-
das por los sindicatos significa su aporte al bienestar
de los trabajadores y, más aún, su anticipo a lo que
estos reclaman, necesitan o requieren para su desa-
rrollo.
A
l cabo de tres décadas de democracia debe-
mos avanzar desde un sindicalismo que
acompaña al poder político a un sindicalismo
de dirigentes con capacidad de decidir y ejecutar pro-
gramas centrados en la estructura del sindicato, se
abran a objetivos promocionales ya sea en el terreno
de la cultura, el deporte, la prevención en salud, el
esparcimiento familiar y la infancia.
Los cambios en
el sindicalismo
*Secretario General
de UPCN San Juan
1...,6,7,8,9,10,11,12,13,14,15 17,18,19,20,21,22,23,24,25,26,...84
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