todos lados, pensás que no fun-
ciona, pero sí. Una verdadera lo-
cura. Tampoco están
acostumbrados al bidé, no hay
casa que lo tenga. Es una cosa
extraña, son décadas recibiendo
argentinos. A mi me parece que
hasta disfrutan un poco sa-
biendo lo que lo vamos a extra-
ñar. Así que todo es risa en el
veraneo hasta que te dan ganas
por primera vez. El ingenio argen-
tino hace que uno, de alguna u otra
forma, se las arregle para reempla-
zarlo. He escuchado variantes de
las mas diversas. Lo que si, yo no
puedo dejar de imaginarme la ropa
interior de ellos. El día que decidan
incluir bidés en las casas, van a ser
potencia mundial en turismo.
Otra cosa muy remarcable de nues-
tros vecinos es el respeto vial. El
peatón SIEMPRE es prioridad. Vos
te acercás al cordón y automática-
mente los automovilistas frenan y
ceden el paso. Nosotros nos conta-
giamos de ese espíritu y hacemos
eso, solo mientras estamos allá.
Una vez pasada la frontera, o ya
muy cerca, volvemos a nuestra pro-
gramación habitual y sálvese
quien pueda.
Un verdadero problema tenemos
los argentinos con las comunica-
ciones allá. Si dejás el celu tal
cual lo tenés acá, y seguís hablando
como si nada pasara, puede que tu
próxima factura salga mas cara que
el veraneo todo. Ni roaming, dar
wifi, modo avión y un montón de
cosas todavía inentendibles para mi,
lograron que pudiera comunicarme
en tiempo y forma con casi nadie. El
whatsapp fue lo que mas se acer-
caba a una comunicación. De todos
modos, una factura exuberante me
hubiera puesto de peor humor.
Hora de volver, averiguar si el paso
está abierto y rogar pasar poco
tiempo en la aduana. Sacamos eti-
queta a la ropa, pelitos a las cubier-
tas, camuflamos celulares y
llevamos a mano el ticket de lo que
vamos a declarar. Unas hermosas y
relajantes vacaciones a toda arena y
mall quedan atrás.
“...y cuando vuelvo de Chile, entre
cerros y quebradas, late el corazón
contento, llevo un 50 pulgadas...”
Viernes 5 de febrero de 2016
18
Cuando pa Chile me voy...
dista que todos llevamos adentro.
Los niños escuchan atentamente, y
aprenden.
-Te revisan todo.-dice uno. -No revi-
san nada.-dice el otro.
Según una fuente confiable, esta
temporada la venta de leds superó
cinco veces la de palmera y pan de
nata, un clásico chileno de playa. El
primer día que llegamos vivimos un
confuso y traumático episodio en
uno de estos negocios que nos mar-
caría el resto de la estadía. Carabi-
neros tenían rodeada a una agresiva
mujer argentina que parecía po-
seída en un rincón, babeaba y voci-
feraba. El marido no la encontraba
por ninguno de los 15 pisos de la
tienda y denunció el hecho. La poli-
cía logró localizarla y disuadirla
para que tire la tarjeta de débito en
forma pacífica y se entregue. Estaba
como en un trance. Gracias a Dios
no hicieron falta dardos tranquili-
zantes. Todos respiramos aliviados,
el marido mucho más.
La tarjeta de débito anda como piña
y todos la reciben, otra gran dife-
rencia con nuestro país, en el que
siempre en temporada, aparecen los
clásicos cartelitos de “Tarjetas sus-
pendidas-Solo Efectivo”. El tema
con el débito es que uno al no ver ni
tocar la plata no le toma cariño ni
respeto al gasto. -Deslice su tarjeta
cabaiero.-te dicen los empleados y
uno la pasa en cuanto negocio va.
Como existe el “codo de tenista” o
“pie de atleta”, también ahora apa-
reció otro flagelo moderno, la “mu-
ñeca de turista”. Se trata de un
problema ligamentario-tendinoso
producido por el constante y repe-
tido movimiento al pasar la tarjeta
por la ranura.
L
os chilenos no están acostum-
brados a hacer cola por
nada, no saben lo que se pier-
den. En plena temporada ni en esta-
ciones de servicio ni cajeros tenés
que esperar. Uno llega y no hay
nadie, y te desorientás. Mirás para
E
ste año el cambio nos favore-
cía bastante y en la costa
“nuestra” están re locos con
los precios. Estamos en realidad a
un paso, si la cordillera no exis-
tiera o fuera más chatita. Agua
Negra o por Mendoza son las op-
ciones. El paso nuestro está
según el relator que te toque. -Es
un billar, un viaje hermoso. -dice
uno que tiene una Hummer. -Me
vine por acá pero me vuelvo por
Mendoza, se me aflojaron hasta los
cálculos renales con el serrucho.-
dice el otro que tiene un Palio.
Amansadora obligada en aduana, y
a disfrutar del relax de las espera-
das y merecidas vacaciones. Si te
vas sin “arriendo” programado
demorarás un poco hasta conse-
guirlo. La oferta chilena es abun-
dante, de excelente y moderna
calidad edilicia. No vas a encon-
trar rejunte de diferentes vajillas
ni muebles con olor a viejo como
pasa muchas veces en la costa at-
lántica.
Llamó mi atención cuando iba,
que en el camino me crucé con
muchos veraneantes que venían
de vuelta al pago con color
blanco-teta. Ya instalado allá me
di cuenta el por qué de esto. En
los malls y tiendas generalmente
no entra el sol. Y muchos de ellos
permutaron sus plácidos y sere-
nos días de playa por frenéti-
cas y estresantes salidas de
compras. La oferta es tenta-
dora, La Polar, Falabella,
Johnson, París y cientos de
tiendas típicamente chilenas,
de esas que tienen todo armado
para que comprés de todo en un solo
lugar, estaban esperándonos a los
“chrasandinos” con buenos precios
en muchos productos.
M
uchos van a comprar algo
que “necesitan” acá, que
allá está a mitad de precio;
y aprovechando la oferta, terminan
comprando un montón de cosas mas
que “no necesitan”, sucumbiendo al
juego perverso del consumismo.
Ante tanta oferta se pierde el hori-
zonte y ya ni te acordás por que es-
tabas allí.
Antes era un clásico traer papayas o
algún regional. Ahora un ejército
zombie, con la vista perdida, invade
todo buscando leds, zapatillas, celu-
lares, cubiertas, tablets, ropa y
demás. La salida de los centros co-
merciales no varía mucha a la de un
saqueo de los del 2001. En la playa
los argentinos, entre mates y datos
de precios, hablan de corrupción po-
lítica y pérdida de valores, mientras
planean como pasar lo que exceda
la franquicia, sacando el contraban-
Alejandro Segovia
*
Escribe
* Veterinario y músico
EL LADO B DE LA NOTICIA
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