El Nuevo Diario - page 17

C
ualquier cosa tiene un de cerca y
un de lejos. Quiero decir que lo
que sea, se lo puede mirar con
una lupa o desde arriba de un árbol. Por
ejemplo, si veo a la distancia, miro una
linda casa, una familia y a la vecina. Me
acerco y la veo un poco más en detalle y
hasta es linda. Si me arrimo más, se le
notan las patas de gallo, las canas, la
histeria y el mal aliento. Caso parecido
es si a un pequeño contratiempo lo
agrandamos, pasa a una disputa, una
bronca y, si seguimos, pasa a pelea y ter-
mina en una guerra nuclear.
Cuánto importa parar a tiempo lo que
sea; tanto de ida como de vuelta. Caso
típico es el peso que cada uno quiere
tener. Algunos hacen régimen y se matan
ayunando o comiendo insólitamente
hasta quedar flaquísimos; y otros le dan
al morfi y chupe aunque terminen ro-
dando... Ya sé, me van a decir que es
fácil decirlo pero difícil conseguirlo, etc,
etc. Es cierto, casi cualquier cosa que
nos propongamos, nos va a dar trabajo
conseguirla, lo que sea... Lo importante
es proponérnoslo. Salvo enfermedad, el
morfar lo regulamos con la boca y la
mente. El parar una discusión a tiempo
lo hacemos con la boca y con la mente.
Nuestra mente está en nosotros y la me-
dida también. La medida que está en no-
sotros y en el mundo en el que vivimos;
el peso lo dice el espejo, el cinturón y los
piropos. La cara y la actitud del opo-
nente nos dan la medida de una discu-
sión y, sobre todo, el tamaño de lo que
está en entredicho. No hace falta andar
por la vida con una cinta métrica en el
Viernes 5 de febrero de 2016
17
s
s
Fiscales y jueces
militantes
Cuestión de medida
TEMAS DE LA JUSTICIA
Escribe
s
s
bolsillo del pantalón ni una balanza en el
otro. Todos sabemos cuándo hablamos o
exigimos de más o de menos. Nadie des-
conoce los extremos; entonces, hagamos
lo posible para frenar antes.
Hay cosas que no tienen término medio:
no se puede embarazar un poco, ni matar
más o menos, ni nacer a medias. Como
se ve, las cosas importantes sí tienen un
extremo para el cual existen; las demás
las debemos equilibrar todos los días.
Mi abuelita decía que las cosas son como
son, ni más ni menos. Que no hay que in-
flarlas ni minimizarlas. Que hay que
dejar de lado el microscopio y el telesco-
pio.
Este tema me hace acordar a una canción
de Alberto Cortez que en algún lugar
decía...”ni poco ni demasiado, todo es
cuestión de medida”. Dicen que Perón
aconsejaba: “todo a su tiempo y armo-
niosamente”.
Tal vez sea mucho pedir, pero, si pudiéra-
mos llevarla a la práctica, cuántos pro-
blemas nos ahorraríamos.-
fiscales que les toque actuar.
Una locura.
No hay uno mejor que otro,
ambos le están haciendo un tre-
mendo daño al país, ambos des-
prestigian la Justicia,
disimulándose ello solo porque
cada sector encuentra justifica-
ción a sus inconductas en algu-
nos medios de comunicación
que, también, en ocasiones,
están contaminados de sectori-
zación.
Los ciudadanos – como tales –
deben ser capaces – casi natu-
ralmente – de no dejarse con-
fundir, asumiendo que todo juez
o fiscal que milite para un de-
terminado sector, aun preten-
diendo hacerlo en nombre de
valores superiores, precariza las
instituciones, niega el valor Jus-
ticia, deshonra la función.
La independencia de jueces y
fiscales es respecto de todos, ex-
cepto de la Constitución y las
Leyes. Así debe ser.
A
cto público, un fiscal fe-
deral desde la tribuna
hace mención a la causa
Hotesur, la compara con la de-
nuncia referida al Acuerdo con
Irán, descalifica a exgobernan-
tes, todo bajo el aspecto de estar
naturalmente ejerciendo un Acto
de su función.
Mismo día integra un panel en el
canal de noticias C5N otro fiscal
federal y, con igual naturalidad,
pone bajo sospecha las intencio-
nes del actual Gobierno Nacio-
nal y habla como un militante
del Gobierno que concluyo el 10
de diciembre de 2015.
Mucha gente, de acuerdo a su
posicionamiento, adhiere a uno u
otro, perdiendo de vista, según
creo, el deber ser, sin advertir la
gravedad de ambas conductas.
Fiscales y jueces no estamos
convocados a formar parte de
ningún sector político, ni so-pre-
texto de estar adhiriendo a una
causa justa. Jueces y fiscales,
por el contrario, debemos consti-
tuir, como la Justicia toda, el re-
aseguro, para todos, de la
protección de sus Derechos.
Ese desborde, esa pérdida del
cauce natural permite, desde
hace tiempo, hasta suponer el re-
sultado de una decisión judicial
de acuerdo a los magistrados o
Eduardo Quattropani*
Escribe
ALGO DE ALGUIEN
* Vicepresidente Consejo Federal de
Política Criminal de los Ministerios
Públicos de la República Argentina
LA COLUMNA DE LA TANA
s
s
Escribe
Alejandra Araya*
Hoy: Empanada
De bondis
P
ensaba que no iba a estar, era
domingo y el frío de junio ma-
quillaba de gris la mañana. Ni
un pasajero. Pero no, desde el para-
brisas, la vio. Era menuda. Sus ojos
delataban a una mujer cansada. Sacó
el boleto y se sentó mirando hacia
afuera. En sus manos llevaba un pa-
quete. Pronto, Hilario, el chofer, sabe
de qué se trata: empanadas. Desde la
terminal hasta donde iba la señora,
queda un rato largo y, ay ay, ay, ese
olor lo traslada a una parte de su
vida.
Desde hacía varios meses, la señora
era la pasajera fija de los domingos a
las 8h. Manos ajadas, rostro curtido y
sereno aceptando lo que le toca.
En la esquina de Libertador y Abe-
rastain subió el Gato Pérez que, nor-
malmente, le daba charla a Hilario y
eso lo distraía. Esta vez, no hay tertu-
lia, el Gato dice: “estoy molido” y
pasa al fondo.
¿A quién iba a visitar la señora?
Atento al manejo (mucho borracho
los domingos a esa hora) se ha olvi-
dado de su pasajera especial. Hilario
se sentía el cochero de Cenicienta. La
mujer, con su tapadito gastado y el
rodete de canas bien hecho, se vestía
para su mejor baile de gala.
Hilario esperaba ese olor a empana-
das que tanto le hacía recordar a su
infancia en Cochagual. Su amigo, El
Rulo Godoy, no quería salir a vender
las que hacía su madre, doña Irma.
-Con esas empanaditas de mierda, mi
vieja quiere hacerse la américa. ¡Hay
una forma más rápida!
Hilario clava los frenos. Una moto y
casi, casi. La memoria le ha jugado
una mala pasada. Primera y el colec-
tivo sigue.
-No me gustan esas juntas, Hilario.
Le había dicho su padre. La Irma no
puede con el Rulo, medio atorrante le
salió.
Pucha, che, el viejo siempre metién-
dose en sus cosas. Una noche, el Rulo
con otros, lo vino a buscar para dar
una vuelta.
-¿Adónde vamos, Rulito?
-Shh, menos pregunta dios y perdona.
Entraron a la finca de los Cárdenas,
no había nadie, la gente estaba en un
casamiento.
-¿Qué hacés, Rulo?
-Dale, maricón, llevate esa bicicleta y
vos, los jamones.
A los días, la policía cayó a la casa y
se llevó a Hilario. Tenía 14 años y
zafó. Lo que vivió en la Correccional
de Menores lo marcó para siempre.
Veinte años han pasado. Doña Irma
está tristemente vieja. Se baja en la
puerta del Penal donde ya hay gente.
Un policía sube y comenta:
-Trifulca. No sé si habrá visitas.
El día de más frío, dice el locutor de
la radio. Hilario cumple el recorrido.
En cada vuelta, ve a la mujer de las
empanadas, sentada fuera del muro,
esperando.
A las 2 de la tarde, un carcelario sale
y dice que se vayan, que hoy no. La
Irma se sube al colectivo cuidando su
tesoro. Se sienta y le pasa una empa-
nada que, a veces, señala diferentes
caminos.
*Profesora en Letras y escritora
Gustavo Ruckschloss
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