El Nuevo Diario - page 17

U
n buen paseador de perros,
aquí, en San Juan, lleva no
menos de diez y hasta veinte
animales por cada paseo. Los hay quie-
nes salen una vez por la tarde y otra en
la mañana, y más también. Cada paseo
de una hora, le cuesta al dueño del can,
treinta pesos o más. Saque usted la
cuenta y verá que no vale la pena estu-
diar porque gana más que un médico o
un ingeniero.
Pero no es de eso de lo que quiero ha-
blar, sino del aspecto humanista del
asunto, no de lo económico... Pregun-
tado sobre ¿para qué hay que sacarlos
a pasear? muy suelto de cuerpo, el
“profesional” me contestó que, básica-
mente, se le hace una “rutina” para
que el choco sociabilíce con otros con-
géneres y se mueva un poco, porque si
no sus músculos se atrofian. Para ba-
jarles el estrés. Agradecí la informa-
ción e inmediatamente mi cerebro
comenzó a preguntarse cosas : ¿por
qué no se hace lo mismo con los cana-
rios que se pasan la vida enjaulados y
el máximo ejercicio que hacen es saltar
de un palito a otro? La máxima relación
que tiene es cantarle a la ventana ¿o
con los bebés y niños chicos que viven
encerrados en los departamentos y, tal
vez, el fin de semana gatean, caminan
corren y saltan fuera de su cubículo ur-
bano?¿Por qué se permiten hijos y en-
tenados?.
A estos pobres chocos urbanos si se les
puede tener prisioneros y casi encarce-
lados, a merced de los humanos, y por
qué a otros animales “protegidos” no?
¿Qué diferencia hay entre tener un chi-
huahua, un cocodrilo o un guanaco en
Viernes 26 de febrero de 2016
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s
s
En el fútbol como
en la sociedad
No me parece justo
TEMAS DE LA JUSTICIA
Escribe
s
s
cautiverio? ¿Por qué a los pollos de
criadero nos los sacan a pasear y a so-
cializar; a las vacas se les enseña a
hacer palabras cruzadas antes de ir al
matadero o a las colegas no les ponen
corpiños después de ordeñarlas?
Se habla de prohibir los zoológicos por
motivos “humanitarios”; ¿y acaso no
es un zoo distribuido entre mil amos la
ciudad llena de mascotas en tantos
lados? ¿Qué diferencia hay entre
Guantánamo y una pecera? ¿Qué nos
hace creer que los peces, canarios o pe-
rros están felices conviviendo con noso-
tros? Y si así fuera, ¿por qué no darle
el mismo derecho a los demás seres?.
El ojo del amo mira solamente lo que le
interesa, lo que quiere, ya sea para en-
tretenerse o para alimentarse. Se habla
de ética, moral, igualdad y todas esas
cosas, pero creo que habría que comen-
zar por plantearnos reglas claras y uni-
versales para este tema que, por
conveniencia, lo dejamos de lado y lo
hacemos ver como menor.
Y si tenemos dudas, pregúntese cómo se
le explica a un niño que la misma cosa,
a veces, está bien y otras mismas, las
consideramos mal.
al que después cataloga de inde-
pendiente.
Cualquier parecido con la reali-
dad social, claro está, no es
mera coincidencia, sino, todo lo
contrario, es un signo más, un sín-
toma más, de esa enfermedad so-
cial que es la pérdida de los
conceptos, de la idea del deber ser,
de los valores.
Si queremos ponerle frutilla al
desaguisado, solo hace falta es-
cuchar a la dirigencia tratando de
culpar al Estado de lo que ellos
hacen con un “negocio privado”,
cuya organización y estatutos los
convirtió, casi, en un Estado den-
tro de otro Estado, pero que nece-
sitan la tutela del Poder Político
para implementar el “Derecho de
Admisión”.
Es decir, como pasa frecuente-
mente en la vida en sociedad, di-
rigentes, jugadores,
intermediarios, se sientan frente al
Estado exigiéndole más privilegios
y aportes, mientras contemporá-
neamente se dedican a desconocer
las normas del mismo Estado.
Somos “complicaditos”, de ello
no debemos tener duda razona-
ble alguna.
Quizás lo que pasa en el mundo
del fútbol nos “pinte”, con bas-
tante aproximación, como socie-
dad.
“Panadero”, “Gas Pimienta”,
partido suspendido, clamor co-
municacional y popular para la
aplicación de
sanciones ejemplifi-
cadoras
(si, ese, casi inmoral con-
cepto lejano al de una
sanción
justa
), penas impuestas, para, al
poco tiempo, reducirlas en un 2/3
como regalo de cumpleaños ajeno.
Para peor, al mismo tiempo del
escandaloso y comercial perdón,
con la misma cara se pide, nueva-
mente, ejemplificadoras sanciones
para las “locas” agresiones entre
jugadores en el clásico platense –
patadas a la cabeza incluidas- todo
a sabiendas que parte de esas
penas se purgarán “inventando”
amistosos contra equipos de
“cuarta”; todo vale.
Como si fuera poca la ver-
güenza, el presidente de la AFA
justifica las reducciones de penas
en que “…quizás fueron exagera-
das…”, es decir asume un cuasi
carácter de órgano disciplinario,
Eduardo Quattropani*
Escribe
ALGO DE ALGUIEN
* Vicepresidente Consejo Federal de
Política Criminal de los Ministerios
Públicos de la República Argentina
LA COLUMNA DE LA TANA
s
s
Escribe
Alejandra Araya*
Hoy: Buscando la quintaesencia
De bondis
¿No lo han visto? ¿Cómo a quién? A
Elvio Fortunato Puscama, mi amigo
poeta. Anda arriba de los colectivos
recitando sus versos y vendiendo su úl-
timo libro: “La lluvia moja”. Me
llamó para entregarme un ejemplar
dedicado.
—Gracias, Elvio. No te hubiras mo-
lest…
Silencio. Mirada sostenida de Elvio.
Mi anagnórisis.
—¿Cuánto es?
—Son $180, Ale. Me contestó.
Este proyecto de la performance
arriba del colectivo se denomina:
“Vos lo pedís, vos lo tenés”. Por él, re-
galaría su poesía porque él es un ar-
tista del pueblo y para el pueblo
porque el pueblo se lo ganó. Pero, ya
lo dice el refrán: “Boleta de luz mata
galán”. Su madre y su novia le anda-
ban haciendo planteos:
—Elvito, hijo querido, con mi jubila-
ción no nos alcanza.
—Amor, sé que estás buscando la
quintaesencia de la poesía. Yo, aunque
venda la producción de sahumerios y
macetas pintadas de un año, no llego
al cochecito. Y nuestro bebé nacerá en
junio, viste?
Esa situación había ocurrido hacía un
tiempito y Elvio había escrito un
poema al respecto. “Te lo leo, Ale”.
el látigo, el látigo, el látigo
marcó el lomo
de sueños
del devenir azaroso de la palabra
de acequias rumorosas
el látigo, el látigo, el látigo
entró a la casa
incomprensión hacia mi arte
Arriba del colectivo, tiene todo crono-
metrado para que no le lleve más de
diez minutos.
Presentación, chiste cortito, pedido de
atención.
Recitado y/o lectura de 1 o 2 poesías.
Agradecimiento, otro chistecito. Pase
de gorra.
—Hablando de gorra, Ale. ¿Tendrías
un sombrero que no usés?
Elvio me contaba que los chistes eran
del tipo:
—Papá, vos te casaste por iglesia o
por civil.
—Por estúpido.
O, por ej:
—Mamá, ¿qué hacés frente a la compu
con los ojos cerrados?
—Es que window me dijo que cerrara
las pestañas.
El que arrancaba risas sostenidas era:
—Tía, Eustaquia, ¿por qué te maqui-
llas?
—Para estar más linda.
—Y tarda mucho en hacer efecto.
Los levantaba de internet, sin em-
bargo, ya le había pasado varias
veces, cuando vendía el libro, los pa-
sajeros se lo devolvían:
—¿Poe… qué? No, no, pensé que era
un libro de chistes.
Mientras yo pagaba los cafés, nos
despedimos luego de haber charlado
un rato. Lo noté contento.
—Ale, ha sido un momento hermoso.
—Irrepetible, Elvio.
—¡Me inspiraste!
Y ahí nomás, escribió esta poesía.
Irrepetibles momentos de la vida
Aunque lo parezca
El día nunca se repite
Un pájaro muere, un perro muere, una
mosca muere
El basurero que recoge la basura que
vos, humano del container, tiraste.
Los niños, las madres, el sol que siem-
pre sale
La nube, oh, la nube
El día nunca se repite.
Elvio Fortunato Puscama, un poeta de
puta madre. Ojalá que el mundo se dé
cuenta antes de que sea tarde.
*Profesora en Letras y escritora
Gustavo Ruckschloss
1...,7,8,9,10,11,12,13,14,15,16 18,19,20,21,22,23,24-25,26,27,28,...48
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