Viernes 13 de octubre de 2017
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LO QUE SIGNIFICA VIVIR EN LA EXPOSICIÓN
—¿Qué fue lo primero que descu-
briste de positivo y negativo de la TV?
—Que el medio te da popularidad,
hace que tu imagen sea reconocida y
eso te abre algunas puertas...Pero esa
exposición te obliga a cuidar ciertas
formas que por momentos te hacen
perder espontaneidad. Hay que saber
encontrar el equilibrio. La que se cree
el rol, pierde.
—Entre la radio y la tele, ¿cómo es
la experiencia en cada medio?
—A la radio, la amo. Ese ida y vuelta
con el oyente, su inmediatez, la fideli-
dad que es capaz de generar en la au-
diencia. Me dio enormes satisfaccio-
nes, por eso vuelvo siempre a ella.
—¿Sentiste alguna vez que estabas
más expuesta ante diferentes situa-
ciones que los conductores?
—Hay cierto juego de de seducción
que un conductor puede ejercitar con
sus seguidoras que como mujer no po-
dría practicar. El conductor puede po-
nerse en papel de galán frente a una
cámara y un micrófono, pero para la
mujer ese lugar es incómodo y hasta
riesgoso. No me molesta, lo tomo
como parte de las reglas del juego. Es
una diferencia que todavía celebro que
exista. Me gusta preservar ciertas cues-
tiones que creo son propias de la mujer y
en ese plano no me interesa la igualdad
con el hombre.
—¿Deseaste no tener tanta exposición?
— Tal cual. En alguna circunstancia me
gustaría pasar inadvertida para el resto
de la gente, pero no voy a contar cuál es
(risas) ¡Secreto profesional!
“La que se cree el rol, pierde”
—Desde tus inicios ¿cambió la TV en
el tratamiento de temas femeninos?
—En San Juan no cambió demasiado.
Los programas para la mujer siguen abor-
dando temas como la cocina, la moda, la
estética, aquellos segmentos que impuso
Nina (Galván) en su “Feme—Nina”, que
marcó un hito en la televisión, siguen
existiendo y convocando. Ella abrió el ca-
mino para todas las que vinimos después
y no fue nada fácil seguirla. Nina dejó la
vara muy alta...
—¿Te sentiste presionada a contar
parte de tu vida privada alguna vez?
—No podría decir que sentí presión.
Cuento lo que quiero y me reservo lo
que no deseo compartir. A veces me
sorprende la fantasía que despierta en
el público alguien que está en televi-
sión: creen que somos millonarios, que
llevamos una vida de lujo, que vivimos
rodeadas de un séquito de asistentes.
En mi caso les puedo asegurar que
tengo una vida tan común… Sólo mi
trabajo es diferente; pero es eso: un
trabajo.
—¿Recuerdas alguna anécdota que
te haya sucedido por tu exposición
en la TV?
—Algo inesperado o fuera de lo imagi-
nable: la repercusión que generó el
Martín Fierro de Oro ganado por el No-
ticiero de Telesol. Ese cariño desbor-
dante es algo que no imaginé recibir,
quizás porque no había mensurado
hasta dónde es una capaz de generar
esos sentimientos en la gente. Y se lo
debo a la TV y a la exposición que ella
genera. Solo me queda espacio para
agradecer.
—Trabajaste en radio y tele, ¿cómo
es la experiencia en cada medio?
—Comencé la carrera en TV en el año
1984 de la mano de Nina Galván, en
su programa Feme— Nina que se emi-
tía en Canal 8. Trabajé en FM Líder del
grupo Sarmiento. Experiencia: la radio
es más relajada, solo tenés que con-
centrarte en lo que estás diciendo y
cómo lo estás diciendo. En TV tenés
que estar pendiente de gestos corpo-
rales y faciales para que acompañen lo
que estás diciendo, ¡ni hablar de lo es-
tético! La gente observa todo detalle.
—¿Sentiste alguna vez que estabas
más expuesta que un conductor?
—Más expuestas. Sos observada para
comprobar tu “coherencia” entre lo que
decís en cámara y lo que hacés fuera
de cámara. La gente tiene una imagen
que es la que das en TV y pretende que
esa imagen sea la misma en cualquier
lugar y circunstancia.
—¿Deseaste no tener tanta exposi-
ción?
— Sí. Hay momentos en que siento la
exposición como una limitación. Desde
el detalle de no ir a ninguna parte sin
estar maquillada hasta poder hacer de-
terminadas actividades. Tengo una anéc-
dota sobre el peso de la exposición: hacía
el programa Primer Plano, de lunes a
viernes en Canal 8. Mis hijos eran peque-
ños. Había pasado una mala noche por-
que uno de ellos estaba enfermo. A la
mañana siguiente, con evidente cara de
“La frase ‘te debes a tu público’
tiene tremenda connotación”
trasnoche y sin gota de maquillaje, fui a la
farmacia a comprar un medicamento. La
persona que me atendió me miraba insis-
tentemente como tratando de adivinar si
era o no yo ese “personaje” de la tele
hasta que se animó a preguntarme.
Cuando le respondí que sí me dijo: “Pero
Ud. no puede andar así por la calle. ¡La
que enfrenté con sabiduría”
gente tiene otra imagen de Ud.! ¡Plop!
Nunca más salí sin arreglarme… ¡ni a
la vereda!
—Desde tus inicios ¿cambió la TV
el tratamiento de temas femeninos?
—Creo hoy haría mucha falta un pro-
grama dedicado exclusivamente a las
mujeres, sus temas, sus intereses.
Hoy viró todo a “temas generales”. Ex-
traño ese espacio exclusivo.
—¿Te sentiste presionada por la
opinión pública a contar parte de tu
intimidad o vida cotidiana que no te
hubiera gustado contar?
—La exposición hace que uno sienta
el deber de contar sobre cuestiones
personales. Así lo sentí cuando por
ejemplo falleció mi marido y a los días
tuve que retomar la conducción del
noticiero. Sabía que me exponía a opi-
niones diversas: algunos enviaron
mensajes de admiración por la forta-
leza de reiniciar mis actividades coti-
dianas a pesar del dolor, otros
consideraron que el duelo ameritaba
estar fuera de aire por un tiempo más
prolongado. La frase “te debes a tu
público” tiene tremenda connotación.
papel y ahora en el digital. Eso me deja la
responsabilidad de expresar la opinión
del medio, me agrega el peso de ocupar
ese lugar y la satisfacción por la con-
fianza del multimedios América conferida;
sabiendo los costos sociales que implica.
—¿Sentis que estás más expuesta que
un conductor?
—Hay en los demás otra mirada ante di-
ferentes situaciones. Me sucede cotidia-
namente que me halagan o critican un
—¿Cambió la TV en cuanto al trata-
miento de temas femeninos?
—Es uno de los temas que mayores cam-
bios generó en la sociedad y por ende en su
tratamiento periodístico. La violencia de gé-
nero es un ejemplo. Hoy el tema está siem-
pre vigente y si a alguien se le ocurre
pronunciar la frase histórica (“por algo
será”), no les quepa dudas que será mos-
trado y desplegado para el escarnio público.
—¿Te sentiste presionada a contar tu
vida privada alguna vez?
—Por la opinión pública no, sí por algunos
periodistas (risas). Después de mi divorcio,
me ocurrió, y el director de este prestigioso
semanario, Mariano Bataller, me insiste
con la nota de tapa para contar mi nueva
vida hoy. La respuesta es: No es el mo-
mento.
—¿Recuerdas alguna anécdota?
—En Radio Sarmiento (hace 20 años),
llegó una señora que, al verme, me gritó:
“A vos te estaba buscando, yegua mal-
dita, infame…Devolveme a mi marido”.
Délfor Perez, que estaba conmigo, le dijo
a la mujer: “Usted está buscando a (fu-
lana de tal) y vive al lado!”. “¿Vos no sos
la Pipa Méndez, acaso?”. No. Por mucho
tiempo, Delfor me decía: “¿Que hacés,
Pipa Méndez?”.
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MARCELA PODDA
ADRIANA LULUAGA
vestido o peinado. En el supermercado,
me doy cuenta cómo el que me precede
observa mi carro de compras y me da
mucha gracia. Ni qué decirte si hay una
fila por hacer, más vale que están atentos
para ver si respeto esa norma social
(risas). No me he sentido nunca invadida
por la opinión pública. Sí, observada.
—¿Deseaste no tener tanta exposi-
ción?
—No, jamás reniego de esa situación.