Ruth, la mamá caucetera que
transformó su dolor en solidaridad
Tiene 4 hijos y su esposo no
tiene trabajo estable. Las ne-
cesidades y las ofensas hacia
sus hijos la impulsaron a
poner un merendero en su
casa. Espera poder dar el de-
sayuno y el almuerzo en
breve. Son 120 chicos que a
diario reciben su merienda.
H
oy recibe el nombre de merendero,
pero históricamente al lugar donde
los chicos van a desayunar o
tomar la media tarde se lo llamaba “la copa
de leche” o en algunos casos donde se
daba el almuerzo, comedor infantil.
Más allá de las definiciones y los nombres,
Ruth Urbano, una joven mamá de tan solo
28 años, logró atraer la atención de diario
La Nación y su canal de televisión para
contar su experiencia de dolor que logró
transformar en solidaridad.
La historia transcurre en el loteo Ramos,
Caucete, un conjunto de viviendas preca-
rias que solo cuenta con electricidad desde
hace tres años, pero que se formó hace
cinco. Ruth tuvo el poder de la resiliencia
para seguir proyectando el futuro. El dolor
de que a sus hijos en el merendero del ba-
rrio vecino les dijeran que “
eran unos
muertos de hambre
” sacó de ella toda la
fuerza para que no los ofendieran más.
Y así fue que hace poco más de tres
meses, fundó en su propio barrio el meren-
dero “Barbechito”, porque empezó a funcio-
nar en época de poda, cuando se
empiezan a plantar barbechos y como hay
tantos niños, decidieron bautizarlo así.
Pero, ¿dónde ir a pedir ayuda? Cáritas fue
la primera idea y no se equivocó, inmedia-
tamente llegó el sí –solo demoraron tres
días en contestarle— y empezaron a traba-
jar.
La humilde vivienda que habita Ruth esca-
samente alcanza para que vivan los seis in-
tegrantes del grupo familiar –su esposo
Jonathan, que está desocupado pero hace
changas, y sus cuatro hijos de 7, 6, 4 y dos
años— y no tiene el espacio para albergar
a 120 chicos que de lunes a viernes por la
tarde van a tomar la merienda. La casa,
cuyas paredes tienen tres o cuatro hileras
de block y el resto es de caña y barrio, luce
Una nota de
Enrique Merenda
Viernes 19 de octubre de 2018
9
Empecé poniendo el
merendero porque mis
hijos pasaban necesidades.
Iban al de otro barrio pero
les decían muertos de
hambre
SE CONVIRTIÓ EN UNA LÍDER SOCIAL
Ruth comienza su tarea a las 6. Manda a sus hijos a escuela, limpia la casa y luego del almuerzo, comienza a amasar y a preparar la merienda para 120 chicos
(Fotos: diario La Nación)
Ruth junto con 3 de sus 4 hijos en su casa del loteo Ramos, en Caucete.
impecable. No importa si el piso es de tie-
rra, está bien compactada y regada. Por las
escasas dimensiones de la vivienda es que
las mesas se ponen en la vereda. Al princi-
pio el merendero funcionaba lunes, miérco-
les y viernes, pero los chicos iban a golpear
la puerta los martes y jueves y allí entendió
que debía abrir todos los días.
El menú es en cierta forma flexible: té,
arroz con leche, leche con chocolate acom-
pañado con sopaipillas o tortitas, que ella
misma amasa. La escuela donde asisten
los chicos del barrio, les asegura el desa-
yuno y el almuerzo, y el merendero les da
la media tarde, que para muchos puede ser
también la cena.
La situación que viven esos pequeños es
de extrema vulnerabilidad. La sola convi-
vencia en sectores donde hay mucha ba-
sura los ha afectado, tanto que algunos
tienen sarna.
Cómo es la jornada
de trabajo
R
uth se levanta a las 6 para enviar a
sus hijos a la Escuela Arancibia.
Allí desayunan y almuerzan, así
que vienen derecho a dormir la siesta, dice
la mamá.
A partir de las 8 se dedica a la casa. A las
10 busca a la nena de 4 años en el jardín y
en la siesta prepara todo lo que tiene que
ver con la merienda. Busca leña, amasa
pan, tortitas y sopaipillas.
En el loteo Ramos viven unas 270 familias,
al merendero a veces se suman chicos de
otros barrios, pero no van a diario, aunque
debe hacer las previsiones. “
Si un chico
de otro barrio me pide, no se lo niego,
obvio que le doy”
, manifiesta Ruth.
La situación no es fácil. No tienen agua po-
table y desde el municipio les traen dos
veces a la semana, pero deben pelear con
las autoridades porque siempre hay moti-
vos para que no llegue a tiempo. Están til-
dadas como “las quilomberas”, pero igual
reclaman.
—¿Cómo fue que empezó esta historia?
—Empecé poniendo el merendero porque
mis hijos pasaban necesidades. Iban al de
otro barrio pero les decían muertos de ham-
bre, les dije que no iban más, aunque se
pusieron mal. Decidí ir a Cáritas y me
daban donaciones. Me dijeron que cuando
había, había. UPCN proporcionaba la mer-
cadería para merenderos. Pregunté cómo
hacer para poner uno en casa para el ba-
rrio, hubo una reunión, vino el padre Víctor
y me dio el visto bueno. Todo se solucionó
en tres días.
—¿Cuántos chicos asisten?
—120. Solo merienda, por el momento,
pero soñamos con el comedor. A muchos
chicos esta media tarde les significa al-
muerzo y cena.
—¿Hace cuánto que viven aquí?
—Hace 8 años. Fuimos los primeros que
nos asentamos acá. Parecía la boca del
lobo, recién hace tres años que nos prove-
yeron electricidad. Este es un terreno pri-
vado, pertenece al ferrocarril, hemos hecho
el trámite por casas, nos han censado pero
no hay noticias todavía.
—¿Hay otro tipo de colaboración para el
merendero?
—No, todo es Cáritas y UPCN y algunas
donaciones que trae la gente.
—¿Empezó a funcionar como ahora, dia-
riamente?
—Funcionaba los lunes, miércoles y vier-
nes, pero martes y jueves me preguntaban
los chicos si había algo, venían con la taza.
Hablé entonces con el director de Cáritas,
Alejandro Quiroga, le pregunté si se podía
hacer todos los días, me sobraba algo de
mercadería y ofrecía hasta comprar de mi
bolsillo, entonces me dijeron que sí. Luego
me pidieron si podía colaborar con ellos en
el área donaciones para ayudar a la gente,
obvio que dije que sí.
—¿Qué tan dura es la vida en el loteo?
—Es dura, no tenemos agua potable, sí te-
nemos electricidad pero nada más. Es el
barrio chino, chin luz, chin agua, chin nada.
—¿Hay chicos con discapacidad?
—Discapacidad física no, pero sí muchos
con retraso madurativo. Hay chicos que tie-
nen 12 años y no saben leer, pero no por-
que la madre no quiera enseñarles, sino
porque muchas madres no saben leer, no
pueden mandarlos a la escuela y ellas no
pueden enseñarles.
“
”