la_cena_de_los_jueves2 - page 45

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Había radicales que no querían
dejar solo al gobernador
JONES
V
entura Lloveras era un médico
ducho y apasionado en política.
Se había recibido en 1.902 en la
Universidad de Buenos Aires y todo hacía
suponer que se radicaría definitivamente en
la Capital.
Desde su época de estudiante Lloveras se
perfilaba como un futuro profesional de alto
nivel.
Había hecho práctica hospitalaria y tenía a su
g
g
cargo tres salas en los hospitales Rawson y
Militar. Pero no bien recibió su título se des-
pidió de colegas, profesores y amigos:
—Disculpen pero yo me voy a San Juan.
Allí está mi lugar.
A principios del siglo XX el estado de la asis-
tencia de salud era un desatre en la provincia.
En el Hospital de Hombres el sismo de 1894
había causado graves daños. Sólo había que-
dado en funcionamiento una especie de corre-
dor, con paredes llenas de grietas en las que
se había colocado alquitrán para sellarlas. Allí
se hacinaban los enfermos.
—Más que un hospital esto parece la ante-
sala del cementerio—
, pensó Lloveras.
Tal era el estado de los nosocomios que no se
podían realizar intervenciones quirúrgicas en
San Juan.
A impulsos de Lloveras se fundaron las salas
de cirugía de los hospitales San Roque y
Rawson.
S
er médico en aquellos años no era sim-
plemente esperar que llegara el pacien-
te al consultorio.
Había que luchar contra la ignorancia.
Su iniciación —recordaba— fue con un enfer-
mo de pleuresía purulenta y otro de ostiomio-
titis de la tibia que rehusaba, tercamente, toda
operación.
Inició una campaña profiláctica contra los
“chavos”, los chicos que mostraban signos de
“pie bola”, que eran muchísimos en San Juan.
Lloveras salió a buscarlos, a convencerlos y a
operarlos.
Junto con la medicina, Lloveras tenía otras
dos grandes pasiones.
Una era la agricultura y a su trabajo se debe
la disecación de pantanos y ciénagas en el sur
de la provincia, en la zona de Guanacache.
La otra pasión era la política.
En 1907 ya formó parte de la revolución del
coronel Sarmiento, que derrocó al gobernador
Godoy.
L
a revolución del coronel Sarmiento y
su partido Popular contra el gobierno
conservador del gobernador Manuel
Godoy fue muy pintoresca.
Fue una revolución anunciada.
Todo el
mundo –oficialistas y opositores— estaban al
tanto de ella. Y se habían preparado unos y
otros. Tanto fue así que San Juan se transfor-
mó durante cuatro horas en un infierno
Gobernaba San Juan don Manuel José Godoy
quien integrando fórmula con don Ramón
Moyano había triunfado sin oposición en las
elecciones de 1905, apoyado por el oficialis-
mo, el Partido Constitucional y el Club Unión
Nacional.
El Partido Popular, sucesor del Partido
Constitucional, que conducía el coronel
Carlos Sarmiento aoatenía que. Godoy
no
había cumplido con los acuerdos que lo lle-
varon al gobierno.
—Nosotros podemos vencer sólo con pie-
dras al gobierno —,
decían los sarmientistas.
Pero en realidad, preparaban algo más que
piedras.
El jefe de la Revolución, el coronel Carlos
Sarmiento, había llegado desde Buenos Aires,
donde residía y los revolucionarios tenían ya
todo preparado.
No eran hombres de armas. Había profesiona-
les como los doctores Ventura Lloveras,
Domingo Cortínez, Carlos Conforti, Mario
Videla, Victorino Ortega –que años más tarde
sería gobernador— Javier Garramuño y
Augusto Echegaray. Había además gente de
distintos sectores que militaban en el Partido
Popular, el Partido Independiente, el Club de
la Juventud y el Club Libertad.
El coronel Sarmiento tenía buenos contactos
en Buenos Aires y logró que
“un político muy
importante”
enviara a un grupo de milicianos
uruguayos –en general jóvenes románticos
dispuestos a luchar donde se los convocara—
al mando del capitán Juan Estomba. Lo inte-
Ventura
Lloveras fue
uno de los
pocos dirigen-
tes que perma-
neció hasta el
final junto a
Jones.
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