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Mayo, que los dos sufrían si Racing perdía y que curiosamente,
coincidían en que el amor sin papeles ni promesas de largo
plazo es el verdadero amor.
Diciembre fue un mes de encuentros. Primero, muy discretos en
algún hotel por hora. Luego Blanquita lo invitó a cenar a su de‑
partamento, donde convivía con pinceles, óleos y cuadros.
Aquella noche cenaron en el balcón y Javier alcanzó el climax
cuando escuchó decir:
–Me fascina escucharte hablar. Todos los hombres con los que
he estado me parecen pequeños al lado de tu experiencia, tu
vitalidad, tu sabiduría.
Con esas palabras y una pastilla de Viagra de 100 miligramos,
Javier rejuveneció 25 años, se sintió de la misma edad de Blan‑
quita, galopó como un potro joven por cada rincón de la cama y
sintió que se estremecía cuando la luz del día lo encontró abra‑
zado a la abogada artista.
Desde esa noche Javier comenzó a pasar más tiempo en el de‑
partamento de Blanquita que en su casa. Empezó a usar ropa
más juvenil en lugar del traje oscuro y la corbata. Se afeitó el bi‑
gote, ya canoso. Aseguran que los análisis clínicos le salieron
mucho mejor.
A su vez Blanquita volvió a sentirse contenida y ensimismada
escuchando a aquel hombre que podía hablarle del derecho ro‑
mano pero también de poesía, de pintura, de política, de cine, al
que bastaba un llamado telefónico para que se organizara una
exposición de los cuadros de Blanquita en el foyer del Audito‑
rio.
Y algo que era fundamental. Ya no necesitaban amigos para
pasar una noche entretenida, para realizar un viaje, para ir al
cine.
Habían dejado de sentirse dos solitarios.
Como siempre ocurre, fue una amiga la que informó a Mariela
lo que estaba pasando.
La cena de los jueves
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