la_cena_de_los_jueves2 - page 118

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miliar cercano daba un alarido, se tiraba de los pelos o se des‑
mayaba mientras repetía frases que han quedado grabadas en la
memoria popular.
‑Murió como un pajarito…
‑Ay José (o Juan, o Miguel)… ¿por qué me hiciste ésto?
Los sanjuaninos en particular pero en general los argentinos,
por alguna extraña razón somos
necrófagos.
Nos encanta todo lo que tiene que ver con la muerte.
Llegamos
a alimentarnos de ella.
El Dia del maestro no se celebra la fecha que nació Sarmiento
sino cuando murió.
Nos tomamos feriado no cuando San Martín ganó una batalla o
el día que nació sino el 17 de agosto, cuando murió.
El día de la bandera coincide con la muerte de Belgrano.
El “día de los muertos” concurren multitudes a los cementerios,
mientras los floristas hacen su negocio. Como si al ser querido
que ya se fue le importara más una flor que el recuerdo por lo
que fue.
Este amor por lo inevitable nos lleva a que mucha gente pague
durante toda su vida el nicho y el sepelio,
aunque no tenga
casa donde vivir.
A que mucha gente piense en colocar el aviso fúnebre,
antes de
saber dónde velarán al fallecido.
Y como si eso fuera poco, están los especialistas en leer esos
Avisos fúnebres. Son los que cada día invierten diez o quince
minutos porque quieren saber no quién murió sino quienes par‑
ticipan, quiénes
“se hicieron los tontos con el aviso”
o
“¿quién
esa extraña mujer que aparece en el fúnebre quinto de la se‑
gunda columna?”.
Juan Carlos Bataller
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