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En ese momento, ella explicó que había esperado la muerte de su
madre, en 2005, para convertirse en mamá a pesar de que ya se encon‑
traba menopáusica. Y confiaba en vivir tanto como su madre, que fa‑
lleció a los 101 años, para ver crecer a sus hijos y convertirse en
abuela.
Su caso contribuyó a poner en el tapete el tema de una materni‑
dad tan tardía, los riesgos de salud asociados y sobre todo el fu‑
turo de estos niños.
Se sabe que hay enfermedades que son más frecuentes a edades
avanzadas, sobre todo a nivel obstétrico, como hipertensión,
diabetes gestacional y partos prematuros, lo que pone en riesgo
la salud de la madre y del feto.
Es por eso que los comité de bioética ponen límites para emba‑
razos asistidos.
En Estados Unidos ese límite es a los 55 años. En Chile a los 50.
Carmen Bousada pagó en total 59.000 dólares y mintió la edad.
Aseguró que tenía 55 años para que la clínica de Los Angeles,
EE.UU., concretara su sueño de ser madre.
Hasta acá la noticia.
Pero más que una noticia lo que importa es que el hecho actúa
como disparador de varias cuestiones que hacen a las socieda‑
des modernas. Y aquella noche, todos queríamos opinar.
Rolando hizo hincapié en que la mujer debió esperar hasta los
67 años para ser madre porque debió cuidar a su propia madre
que murió a los 101 años.
Un problema de las sociedades modernas.
¿Qué se hace con los
ancianos?
Todos vamos camino a serlo. En tiempos de nuestros
abuelos, las familias tenían casas grandes, diez hijos y hasta –en
no pocos casos– imponían que una de las hijas dedicara su vida
a cuidar a sus padres ancianos. Hoy todo cambió. Las parejas
tienen uno, dos o a lo sumo tres hijos, las mujeres trabajan a la
Juan Carlos Bataller
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