la_cena_de_los_jueves2 - page 90

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ciento de lo que gastamos. ¿En qué se va la plata?
Y es el momento en el que muchos exclamamos:
–Pero… ¿Por qué no renunciamos? ¿O acaso hemos nacido
con Internet, con teléfono celular, con televisión por cable o
satelital, con tarjeta de crédito?
No, no nacimos con nada de eso.
Me quedé pensando en el tema.
Recuerdo mi niñez sin televisión.
Es cierto. Pude sobrevivir sin tan maravilloso invento.
Hasta fines de los 80 era normal para los sanjuaninos tener unas
pocas horas de televisión pues sólo contábamos con el canal de
aire local.
Hoy llegan a nuestra casa decenas y centenares de canales las
24 horas del día.
¿Puedo vivir entonces sin televisión?
Sí, puedo vivir.
Pero sería una gran pérdida no tener en directo los partidos de
fútbol o perderme la final de tenis en Wimbledon o desconec‑
tarme de los canales de noticias o ver una película sin moverme
de casa o escuchar el último recital de Serrat mientras ceno…
Es difícil…
Sigamos.
Sobrevivir sin Internet era lo cotidiano hace sólo diez años.
A finales de los 90, lo normal era vivir sin la red, haciendo las
cosas como se habían hecho toda la vida.
En aquella época, la información se almacenaba en carpetas y
archivadores, la gente practicaba el género epistolar con sus
allegados, buscaba direcciones en las Páginas Amarillas, planifi‑
caba sus vacaciones en agencias de viajes y se aprovisionaban
de catálogos para meditar la compra de su nuevo coche.
El Messenger se puso en marcha en el verano de 1999, y su pan‑
talla de inicio sólo incluía un espacio para texto simple y otro
Juan Carlos Bataller
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