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CON TU VIDA
equipo, salíamos a competir al resto del
país y en algún momento competimos
en Paraná. Cada vez que se hacía un
campeonato nacional surgía el selec-
cionado argentino y yo formé parte, en
la época de estudiante en San Luis.
Después vinimos a San Juan y lo pri-
mero que hicimos fue formar un equipo
en el que estaba Regino, Chochi Vega,
un grupo interesantísimo, inmediata-
mente hicimos el equipo de softbol de
la universidad. Íbamos a competir en la
liga de Mendoza, íbamos equipados en
el colectivo. Cuando nos bajábamos en
Media Agua a tomar un vaso de agua,
nos veían con esa ropa que parecía
que veníamos de un estadio de béisbol
de Estados Unidos. Jugábamos en la
cancha del Liceo General San Martín y
de ahí volvíamos.
—Imagino que en aquella época des-
cubrís las relaciones con las chicas.
—Sí. Eran otras épocas. Yo tengo que
agradecer muchísimo a mis amigas y
amigos sanjuaninos que me cobijaron
como uno más. Nos invitaban a cum-
pleaños de quince, a los asaltos, no
abriéndonos la puerta de su casa,
abriendo su corazón y sus brazos para
recibirnos. Nos llevaban a las fincas.
Para mí fue descubrir un mundo abso-
lutamente distinto al de mi vida en San
Luis. Eso lo valoré muchísimo, esa
cuestión que tiene el sanjuanino que es
brindarse hacia quien llega de afuera,
me encantó.
—Pero fuiste a buscar una esposa a
San Luis. ¿Cómo es la historia?
—En realidad no la busqué, la dejé cre-
ciendo allá, porque cuando me vine a
estudiar mi señora tenía 11 años.
—¿Y ya estabas flechado?
—No, no la conocía. Vivía enfrente de
mi casa, un poquito más allá. Cuando
iba visitar a mis padres, empecé a des-
cubrir a una chica que me atraía muchí-
simo y que estaba creciendo. Cuando
ella tenía 19 años nos casamos. Siem-
pre me encanta contarlo, siempre digo
“yo con mi mujer me casé de apuro”,
pero no por una cuestión de un hijo que
venía. Yo trabajaba con el arquitecto
Carlos Díaz Cano y en un momento me
dijo: “che, está el Congreso Mundial de
Arquitectura en Madrid, ¿querés que
vayamos?” Entonces le dije “me encan-
taría”. Y me dijo “casate y nos vamos
los cuatro”. Él es el responsable de que
me haya casado así. Entonces yo llego
a San Luis, en una visita normal a la
casa de mi novia, y le dije “Adriana,
¿qué te parece si nos casamos?”. Pero
no estaba en el mi programa ni en el de
ella. Como chicos jóvenes y con mu-
chas ideas de vivir la plenitud de nues-
tra juventud me dijo “si, me parece
fantástico que nos casemos”. Y nos ca-
samos por un viaje que hicimos a Ma-
drid.
—Ya llevan entonces casi cincuenta
años juntos.
—Sí, yo hace cincuenta que vine a San
Juan, hace cuarenta y cuatro años que
nos casamos con Adriana.
—¿Cuántos hijos tuvieron?
—Dos hijos, Juan Facundo y María
Julia. Son dos chicos fantásticos. Fa-
cundo es piloto de avión de Aerolíneas
Argentinas y Julia trabaja en Aeropuer-
tos 2000. Siempre les indiqué que tu-
vieran los pies sobre la tierra y parece
que no me dieron piola, porque están
Viene de página anterior
en otro espacio.
—Toto, vos has visto, estudiado,
analizado, cómo fue creciendo San
Juan. Por ahí digo que tuvo mayor
influencia de los ingenieros que de
los arquitectos. Mucho hierro,
mucha solidez pero por ahí nos faltó
un poco de vuelo.
—Sí, es posible, tu análisis es correcto.
Ahora, no le hecho a la culpa a los in-
genieros. Creo que es muy difícil refle-
xionar sobre una ciudad urgente. Es
decir, en su momento San Juan estaba
devastada, caída en el suelo, y había
que reconstruirla. Participaron arquitec-
tos que dieron lineamientos muy váli-
dos, participaron ingenieros y también
fuerzas políticas que eran los que go-
bernaban en su momento, que hicieron
lo suyo.
—Aparte de las presiones de los pro-
pietarios de los terrenos.
—Exactamente, fue un mix bastante
conflictivo desde el punto de vista de la
reconstrucción de los intereses. Unos
tenían interés en que les reconstruye-
ran su casa, otros tenían interés en su
terreno. A mi entender fue una puja de
intereses.
—Yo me imagino lo que debe haber
sido el debate para poner en línea
las casas.
—Claro, lo positivo fue que desem-
barcó en San Juan gente muy valiosa,
como Carmen Renard, una de las ar-
quitectas que trabajó junto con el Flaco
Pineda. Fue una serie de arquitectos
que desembarcaron con ideas para la
reconstrucción y que después nutrió la
formación de la Escuela de Arquitec-
tura. No solo se reconstruyó una ciudad
sino que echaron las semillas para que
acá en San Juan hubiese una Facultad
de Arquitectura. Y eso es muy bueno
porque no solo se reconstruye desde el
punto de vista material sino de la for-
mación para los sanjuaninos.
—Yo siempre pensé que el paisaje
tiene mucho que ver con nuestro es-
tado de ánimo. Un caso clave fue la
Avenida de Circunvalación parqui-
zada.
—Ese es un hecho fantástico que hay
que ponderar siempre. Nosotros subi-
mos nuestra vara de calidad de vida
fuertemente cuando fue tratada la Ave-
nida de Circunvalación. La forestación
nos sirvió no solo para crear el mayor
cordón verde de San Juan sino funda-
mentalmente para despojarnos de la
agresión del espacio público. Antes de
la forestación de la avenida, lo que hici-
mos fue agredirla en forma perma-
nente, le tirábamos basura, animales
muertos, era un deterioro ambiental ex-
tremo. Después cuando se hizo esta re-
cuperación, realmente nos dimos
cuenta de que habíamos estado desa-
provechando ese lugar.
—Además de la Avenida, teníamos
un monumento a la desidia, al San
Juan que no pudo ser, que era ese
Centro Cívico.
—En alguna entrevista que me hicieron
en aquella época, previo a que se recu-
perarse esto, yo lo comparaba con los
dinosaurios de Ischigualasto. Era como
un esqueleto gigante, tirado ahí, con la
misma simbología que un esqueleto de
dinosaurio. Una cosa monstruosamente
grande. Con la acción del gobierno, que
es muy ponderable, se recuperó eso y
toda la ciudad. Eso, como el teatro, yo
me acuerdo cuando llegué existía la
báscula. Donde está el Centro Cívico
pasaba el tren, había vías, que vincula-
ban el tren San Martín con el Belgrano.
Y ahí, donde está el Monumento a los
Héroes de Malvinas estaba la báscula.
Hablamos de un San Juan que se
transformó para bien, asombrosa-
mente.
—Tener un Museo de Bellas Artes
como el que tenemos no lo tienen
todas las provincias, un auditorio.
Son cosas que hablan de otro San
Juan.
Con Adriana Correa y
amigas japonesas en
el Sahara
“Obras son
amores” Toto
junto a dos
obreros
Un
puntano...
l
”La parquización
de la Avenida de
Circunvalación fue
un hecho fantástico
que cambió nuestra
calidad de vida”
HÉCTOR